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FILOIDEAS

~ Mis opiniones, ideas y cuentos escritos en Israel

FILOIDEAS

Archivos de etiqueta: inmigración

LA DIGNIDAD DEL INMIGRANTE

16 lunes Ene 2017

Posted by cindyisrael in Notas

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comportamiento, conducta, consecuencia, consecuente, dignidad, digno, inmigración, inmigrante, inmigrantes, moral, mundo, origen, país, sociedad, vida

dignidad

Del lat.dignĭtas, -ātis.

1. f.Cualidad de digno.

          Esta definición, nos deja como estábamos, busquemos entonces qué es digno:

 

digno, na

Del lat.dignus.

1. adj.Merecedor de algo.

2. adj.Correspondiente, proporcionado al mérito y condición de alguien o algo.

3. adj.Que tiene dignidad o se comporta con ella.

4. adj.Propio de la persona digna.

5. adj.Dicho de una cosa: Que puede aceptarse o usarse sin desdoro. Salario digno. Vivienda digna.

6. adj.De calidad aceptable. Una novela muy digna.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

     Y para terminar de aclarar, veamos cómo define la RAE desdoro:

De desdorar.

1. m.Menoscabo en la reputación o el prestigio.

2. m.Cosa que causa desdoro.

     Habiendo aclarado conceptos, ya puedo empezar a desarrollar mi punto de vista. En lo que nos atañe al inmigrante ¿qué sería dignidad? Pues depende desde qué punto de vista lo miremos. Si nos referimos a derechos del inmigrante, tendrá que ver con la acepción 5. Pero para tener ese derecho, entiendo yo, hay que tener una conducta que lo amerite, es decir, ser capaz de comportarse con dignidad. Y ahí ya incluimos las definiciones de la 1 a la 3. 

     La conducta digna no se limita a reclamar lo que considera que debe recibir, sino que es una forma de manejarse en la vida en la que se muestra o intenta una persona mostrarse como ejemplo a su comunidad. Una persona que se conduce dignamente es una persona honrada, con valores morales que respeta y obra en consecuencia. 

     Los inmigrantes que llegamos a Israel entre los años 2001 y 2003 recibimos muchas ayudas y beneficios. Algunos ya existían antes para todos los inmigrantes, otros lo recibimos extra por la situación de crisis de Argentina a la que habíamos escapado. Entre esos beneficios, teníamos un dinero que se nos depositaba mensualmente en nuestra cuenta para vivir y que no tuviéramos que trabajar mientras nos dedicábamos a aprender el idioma hebreo (lo cual también nos era pagado por el estado). Hubo un mes (y no recuerdo si no fueron dos) que no se nos pagó un centavo por causa de una huelga. Se nos hizo muy difícil vivir esos días. Sin embargo, a ninguno de los inmigrantes afectados se nos ocurrió salir a reclamar cortando rutas, quemando, rompiendo ni exigiendo nada.

     En Buenos Aires hay inmigrantes que han recibido ayudas estatales, incluso algunos que siendo ilegales nadie los ha perseguido ni deportado. Pese a todo, tratando de ayudarlos y para que puedan vivir con dignidad sin afectar negativamente la vida del resto de la sociedad, se les ha ofrecido una ayuda por parte del gobierno. Cursos de capacitación y un lugar donde poder vender su mercadería que hasta el momento vendían sobre mantas en la calle. Algunos aceptaron, otros optaron por reclamar causando daños a la ciudad que todos sus habitantes deberán pagar. 

     Tanto los inmigrantes de Argentina como los que estamos en Israel habiendo venido en los años que comenté más arriba, entiendo que lo que buscábamos era una mejor vida que no teníamos en nuestros países de origen. Buscamos salir adelante y un futuro para nuestros hijos. Cuando vivía en Argentina, jamás se me ocurrió reclamar lo que como ciudadana me correspondía quemando llantas, cortando calles y rutas. Supongo que esos inmigrantes que lo hacen en Argentina, tampoco reclamaron de esa manera en sus países de origen ¿Por qué entonces hacerlo así en un país que te abrió las puertas, te ofrece la ayuda que no te dio tu propia patria ni ese mismo país se la dio a sus propios ciudadanos allí nacidos?

     Cuando reclamamos un trato digno, debemos estar seguros de estar comportándonos con la dignidad que merece nuestra queja. Y tenemos que ser consecuentes con nuestros actos. Si cambiamos nuestra conducta respecto a cuando vivíamos en nuestro país de nacimiento, debe ser para mejorar, no para volvernos igual que bestias salvajes.

     Como inmigrante que soy, se imaginan, de ninguna manera se trata de xenofobia. Todos tenemos derecho a querer mejorar nuestra calidad de vida en nuevos horizontes. Pero eso no significa que por miedo a ser tratados de xenófobos, permitamos conductas inapropiadas y delictivas. Ni de parte de los oriundos del lugar, ni de los extranjeros. Tampoco se trata de coartar la libertad de expresión. Pero hay maneras y maneras de expresarse y no podemos utilizar la bandera de la libertad para hacer daño y tratar de evitar las consecuencias que eso conlleva.

     Por supuesto que los inmigrantes tenemos derecho a una vida y un salario dignos, tanto derecho como el que tienen los nacidos en el país que nos alojó. La dignidad no puede ser nunca derecho de un sólo grupo; la responsabilidad de merecerla, tampoco.

dsc_0646bcma

-Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, España- © Todos los derechos reservados.-

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EMIGRACIÓN Y ADAPTACIÓN

05 lunes Sep 2016

Posted by cindyisrael in Notas

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adaptación, amar, amigos, amor, aprendizaje, Argentina, dolor, duda, emigración, emigrante, emigrar, etapa, hebreo, historia, inmigración, inmigrante, Israel, israelíes, pasado, presente, proceso, puerta

Hace alrededor de trece años y medio que vivo en Israel. Aclaro que no soy socióloga, ni psicóloga, ni antropóloga, ni nada por el estilo. Lo que sí soy es una persona muy observadora. Haciendo memoria a mi proceso como inmigrante hasta llegar a la adaptación y habiendo estado y estando rodeada de inmigrantes, he podido notar que ese proceso es casi igual en la mayoría. Por supuesto, siempre hay excepciones, incluyendo a quienes no logran completar todas las etapas y se vuelven antes. Supongo que tiene que ver, haciendo una burda comparación, con el umbral de dolor físico. Pero, intuyo que también hay un umbral de dolor psicológico. Y es en relación a él, que algunos logran permanecer y otros no. Algunos de los que se volvieron lo hicieron a su país de origen, otros han elegido otros destinos alternativos. Desconozco si han logrado completar el proceso en esos otros países. Por lo que he hablado con gente que a emigrado a otros lugares, Israel no es el país más difícil para adaptarse. Pero hay que reconocer que sí tiene una gran dificultad. Sobre todo para quienes venimos de países americanos. Cuando uno está recién llegado, da la sensación de que acá es todo al revés, no sólo la dirección de la lecto-escritura. Yo he llegado a sentir que para poder adaptarme, debía dar vuelta mi cabeza. Haciendo un repaso, decía, he llegado a identificar las siguientes etapas:

1.- ETAPA TURISTA

     Le puse ese nombre, porque cuando somos recién llegados, aunque ya estemos en la casa que vamos a ocupar de ahí en más, aún no terminamos de darnos cuenta que bajamos del avión. Estamos en un tiempo de maravilla, el cual durará según qué tan rápido nos insertemos en la rutina. Al principio no nos sentimos ciudadanos, ni siquiera inmigrantes. Mezclado con el temor, la incertidumbre, la tristeza de lo dejado atrás, la esperanza de una mejor vida, sentimos la maravilla de lo nuevo. Cual turista que llega por primera vez a un país, empezamos a descubrirlo todo, a probar nuevos sabores, a sentir nuevos aromas y cada lugar nuevo que conocemos nos encanta y todo nos resulta curioso y raro. Si encima, como era nuestro caso, no conocemos el idioma, esa sensación, supongo, se intensifica.

2.- DUELO COMPARATIVO

     Esta etapa comienza junto con la rutina. Ya entendimos que bajamos del avión, ya tomamos consciencia de no estar de paso, ya empezamos a ir al ulpán (estudio) de hebreo, nuestros hijos (los que vinimos con ellos) ya empezaron las clases y ya hemos completado nuestros trámites (para ser reconocidos como ciudadanos, para recibir servicios de salud y bancarios). En seis meses llegará el momento de buscar trabajo, porque terminará el ulpán y por ende, el subsidio del gobierno. Empezamos a sentir más las ausencias, a extrañar. Con la nostalgia llega mucho más que el tango, llegan las comparaciones. Todo aquello que en nuestro país de origen nos parecía una porquería y que incluso llegó a ser parte de nuestros argumentos para irnos, empieza en nuestra mente a sufrir una especie de transformación. De golpe, todo lo opaco recibe brillo y esas cosas dejadas atrás con alivio en su momento, se las extraña y nos parecen maravillosas en comparación a donde estamos, donde todo nos parece una porquería y nos preguntamos como un país tan desastroso puede estar entre los primeros del mundo y por qué el país que dejamos atrás que es infinitamente mejor está entre los del tercer mundo. Nos damos cuenta que lo que en un principio nos parecía maravilloso, es todo lo contrario y todo lo vemos negativo.

3.- UNA MOCHILA PESADA

     Esta etapa suele venir de la mano de la anterior. Es la que afecta sobre todo a las parejas. El desarraigo es una mochila dura de llevar y a todos nos afecta al principio (duración de este, indeterminada y según el carácter de cada uno). Quienes vienen solos afirman que es lo más difícil, porque tienen que soportar en soledad tan dura carga. Sin embargo, estar en pareja, no sé si alivia tanto como creen. Soy testigo que aquellas parejas que ya venían con conflictos desde su país de origen, se terminaron separando aquí y aquellas que veníamos más afianzados y sin mayores problemas de pareja, los hemos tenido en esta etapa. Y es que estar acompañado no necesariamente alivia, porque cada uno tiene su propia mochila que cargar y cada uno también espera que el otro le ayude a cargar la propia ¡Pero el otro no puede! Porque está con la propia carga. Y es precisamente ese punto, el que causa el conflicto. Ambos extrañan, ambos tienen nostalgia, ambos sienten incertidumbre por el futuro y temores lógicos ante lo desconocido que está por venir. Cuando la pareja no venía con conflictos previos y hay mucho amor, es posible poner el freno a tiempo y darse cuenta de dónde está el problema para no dejarse arrastrar por él. Si hay parejas que están dispuestos a emigrar pensando que la solución a sus dificultades de pareja estará en un cambio de escenario o de vida, lamento desilusionarlos.

4.- COMENZANDO LA ADAPTACIÓN

    Esta etapa llega sólo si logramos superar con éxito las anteriores y entendemos la necesidad de adaptarnos para poder vivir más tranquilos y felices. De la mano de la decisión de querer lograrlo, llega la comprensión de esas cosas que antes no nos gustaban y que ahora, aunque no lleguen a gustarnos tampoco, somos capaces de comprender y encontrar justificación. Hay pequeños detalles que nos ayudan a sentir y a entender que ya somos parte de la sociedad. Uno de esos detalles, por ejemplo, y que yo recuerdo que hasta sentí emoción, fue votar. Recuerdo que cuando lo hicimos por primera vez ya llevábamos como tres años en el país y estuvimos de acuerdo en que entonces sí, ya podíamos decir que éramos israelíes. Aunque tuviéramos la ciudadanía desde el principio, no era un papel el que nos hacía sentir un ciudadano más, si no saber que estábamos participando de esta sociedad, sentir que estábamos colaborando con nuestro pequeño granito de arena en la toma de decisiones. Empieza una nueva transformación, una visión más equilibrada de lo que nos rodea, donde somos capaces de ver lo bueno y lo malo. También volvemos al equilibrio respecto a nuestro país de origen y entendemos que aquello que vimos opaco antes de dejarlo, realmente es opaco y desluce en comparación al país que adoptamos. Pero también rescatamos cosas que antes no veíamos o nos pasaban desapercibidas cuando vivíamos allí.

5.- LA ADAPTACIÓN

     Cuando aún nos quedan afectos en nuestro país de origen, es normal que aún los extrañemos cada tanto. Claro que nos duele cuando algo le va mal a la tierra que dejamos. Pero ya no estamos tan pendientes de ella. Si además logramos la posibilidad de viajar en algún momento de visita, esa necesidad se vuelve menos imperiosa. Ya no extrañamos los sabores y aromas (que igual disfrutaremos si vamos), porque nos hemos adaptado tanto a los de aquí, que son los que añoramos cuando estamos fuera. Por supuesto que ayuda mucho haber logrado nuevos afectos, sea en tu idioma madre o en el del país de adopción y si encima tenés más familia, bueno, muchísimo mejor. El tiempo que tarda en llegar esta etapa depende de muchos factores, que nos son necesariamente los mismos para cada uno, porque depende mucho de la personalidad y la historia de cada cual. Para mí la mayor señal de adaptación, es algo que me acaba de pasar mientras escribía, que buscando un sinónimo, pensé el equivalente en hebreo antes que en español. Y hay un detalle, que creo que también es de gran ayuda, encontrar la ciudad donde uno se arraiga y siente que es el mejor lugar del país en el que se puede estar.

     Alguna etapa me puedo haber olvidado, los profesionales puede que deseen corregirme y habrá quienes hayan vivido estas etapas quizá en otro orden o de otra manera. Quizá no vivieron todas ellas. Pero seguro que algún punto en común encontramos todos. Y eso, es uno de los puntos que más ayuda a la adaptación, apoyarse en los puntos en común en lugar de en las diferencias.

-Emigrar implica cerrar una puerta para abrir otra, el problema mayor para lograr la adaptación es cuando la puerta que dejamos atrás queda entornada. © Todos los derechos reservados.-

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA

03 viernes Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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aeropuerto, aliá, ben gurión, casa, expectativas, inmigración, inmigrantes, Israel, kibutz, llegada, monoambiente, recepción, recibimiento, sorpresa, valijas

   -Introducción-     

     Cumplí mis dieciocho años en Israel, en medio de una estadía de dos meses. Me volví a Argentina asegurando que Israel era un país muy interesante para conocer y pasear, pero que de ninguna manera viviría allí.

     A los 35 años recién cumplidos, con un hijo de ocho años y otro a dos meses de cumplir los cuatro, estaba despidiéndome de mi padre, su mujer, un primo y una pareja de amigos con su hija mayor que habían ido al aeropuerto. Yo sabía que después de tantos años me iba a encontrar un país muy cambiado (hasta el gobierno era de una tendencia completamente opuesta), pero jamás me imaginé que todo me asombraría y me maravillaría tanto como si llegara por primera vez. Supongo que en parte porque mi propia situación era completamente distinta y los años y la madurez nos enseñan a ver las cosas desde otra perspectiva. Cuando partimos hacia nuestro nuevo hogar, lo hicimos con mucho dolor, angustia, esperanzas, inquietud, ilusión e ingenuidad. Esto último, en parte, porque nos habían dicho que aquí necesitaban ingenieros mecánicos y como sabíamos que los ingenieros mecánicos argentinos estaban muy bien valorados, nos imaginamos casi que en el mismo aeropuerto estarían muchísimas empresas rogándole a mi marido que aceptara el trabajo que le ofrecían con excelentes condiciones. Por supuesto que estoy exagerando, pero la verdad es que nos imaginamos que sería mucho más sencillo para él, que le bastaría con aprender el idioma y listo. La realidad suele pegarnos muy duro y es muy doloroso cuando nos damos cuenta y tomamos conciencia que todo aquel bagaje que traíamos con nosotros de experiencia y conocimientos es como si no existiera y debemos empezar casi de cero ¡A nuestra edad!

     Nuestra primer sorpresa fue en el aeropuerto, donde en una sala en la que recibíamos nuestra documentación de inmigrantes para poder empezar a movernos legalmente en el país, nos esperaba: un primer dinero para los primeros gastos que se nos presentaran, comida y bebida gratis, golosinas para los chicos y un teléfono completamente gratuito para que quienes teníamos familia o amigos en el país pudiéramos anunciarles nuestra llegada. La siguiente sorpresa fue verificar que a pesar de que nuestras maletas habían estado durante horas dando vueltas solas a la espera de ser recogidas, nadie se las había robado. En el estacionamiento del aeropuerto nos esperaban los trasportes que nos trasladarían a nuestro destino. Nosotros fuimos los últimos en llegar cerca de las dos de la mañana.

     A pesar de la hora, en el kibutz en el que moraríamos durante nuestro primer año, nos esperaba despierto un argentino encargado de recibirnos y que vivía en Israel desde la fundación del estado. En la puerta de nuestra nueva vivienda había un cartel de bienvenida. Estábamos tan cansados, que hasta que la mencionada persona no empezó a hablar y a decirnos que era una vivienda provisoria, ni nos dimos cuenta que se trataba de un solo ambiente que hacía a la vez de habitación matrimonial, habitación infantil, living, comedor diario y cocina. Dicho así da la sensación de que a pesar de ser un solo ambiente era enorme, pero nada más lejos de la realidad, no pasaba de los cuatro por cuatro metros. La felicidad de haber llegado y empezar una nueva vida, la sensación de que aún no habíamos bajado del avión y la sorpresa de haber sido recibidos con algunos alimentos esperándonos (queso blanco, fruta, pan, leche, etc.) hizo que en primera instancia le restáramos importancia. Sólo queríamos dormir, descansar del viaje y todo nos parecía perfecto.

Y NOS DIERON LA BIENVENIDA.-

-Mis hijos en la puerta de la primer casa que tuvimos en el kibutz. © Todos los derechos reservados.-

*Escrito en el año 2011 en Nahariya, Israel (nosotros emigramos en el año 2003).

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ENTREVISTA RADIAL

26 viernes Feb 2016

Posted by cindyisrael in Sin categoría, Vivencias

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exposición, fotógrafa, fotografía, fotos, inmigración, inmigrante, Israel, maria llopis tena, nota, periodista, radio

En la radio de Burjassot, Valencia, España,  mi marido y yo hemos sido entrevistados maravillosamente por María Llopis Tena. Nos hemos sentido muy cómodos y este fue el resultado:

 

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LA LIBERTAD NO ES UNA EXCUSA

03 viernes Abr 2015

Posted by cindyisrael in Notas

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anfitrión, casa, cena, esclavitud, excusa, inmigración, inmigrante, invitado, liberación, libertad, molestar, noche, pesaj, pueblo hebreo

Esta noche comienza Pesaj, la fiesta en la que recordamos la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud a la que habían sido sometidos por los egipcios. Cada año, alrededor de la mesa, repetimos que es algo que debe contarse a todas las generaciones. No sólo para recordar que Elohim nos dio la libertad, si no porque debemos recordar que fuimos esclavos, para que nosotros no caigamos en ser quienes esclavicemos. Si bien hablamos en estas fiestas de libertad, es un término que acuñamos como antónimo de esclavitud. Pero como la libertad es un valor en si mismo, solemos aprovechar para hablar de libertad con otras extensiones y para recordar que hay muchas cosas a las que aún somos esclavos y de las que debemos pugnar por liberarnos. Así que no me voy a quedar atrás, me voy a aprovechar que hoy festejamos la libertad, para hablar de ella, pero en otro sentido.

Seamos sinceros con nosotros mismos, la verdad es que muchas veces usamos la libertad como excusa para hacer lo que se nos da la gana sin pensar en el daño que a veces podemos ocasionar a otros, aunque más no sea una molestia o fastidio. Como inmigrantes es normal que, sobre todo al principio, nos cueste mucho adaptarnos y entender que estamos en un lugar con otra cultura. Nos comparamos, creemos que la nuestra es mejor y consideramos que la forma que tenemos de ver la vida es la correcta y los ciudadanos de ese país están equivocados. Tiene más que ver con el dolor del desarraigo que con la soberbia. Nos gustaría que el país entero se adapte a nosotros en vez de al revés. Pretendemos seguir con todas nuestras costumbres, aunque algunas de ellas puedan estar enfrentadas con las del país que elegimos para continuar con nuestra vida. Alegamos como argumento que somos libres de vivir como queramos y es justamente ahí donde la libertad se vuelve una excusa. Veamos un ejemplo simple: supongamos que reciben por primera vez una visita en su casa. Antes de que llegara dejaron la casa limpia y ordenada y hasta le pasaron cera a los muebles. El invitado llega, ustedes lo invitan a sentarse en el salón y él, conforme a sus propias costumbres, se recuesta en el sofá y pone los pies en la mesita ratona. Tenemos varias reacciones posibles, algunas son:

*Pedirle amablemente que baje los pies y explicarle los motivos.
*Decirle secamente que baje los pies sin mayores explicaciones.
*Hacer un escándalo diciéndole que es un desubicado y echarlo de la casa.
*Buscar que otros te apoyen en su contra, decirle que se vaya y que tiene la entrada prohibida en el futuro.

El invitado también tiene varias reacciones posibles ante cada una de las posibilidades mencionadas:

*Puede aducir que está acostumbrado a sentarse así, que no tiene nada de malo y que los desubicados son los demás por hacerlo sentir incómodo diciéndole que baje los pies.
*Podría excusarse en la libertad que tiene cada uno de sentarse como se le de la gana y que no tiene por qué sentarse como a otros se les ocurra.
*A lo mejor se disculpa, reconoce que actuó incorrectamente y promete no volverlo hacer.
*Podría levantarse ofendido e irse para no volver, hablando luego mal a todo el mundo de sus anfitriones por ser gente que coarta la libertad de los demás.

No creo que a ninguno de nosotros nos gustaría recibir en nuestra casa a alguien que intenta imponer sus costumbres y que con la excusa de la libertad se comporta de forma que nos resulta mínimamente desagradable. Cuando llegamos a otro país llegamos a otra casa y nosotros sabemos antes de llegar que vamos a un país diferente, incluso a veces con otro idioma o modismos. Debemos entender que si no aceptamos que tienen sus propias reglas y que fuimos nosotros quienes nos metimos en su casa (la mayoría de las veces sin invitación) vamos a sufrir mucho y los demás se sentirán incómodos con nosotros.

Probablemente muchos de mis lectores no sean inmigrantes. Quizá estén del lado de los anfitriones y sientan algo de alivio al verse comprendidos cuando se quejan de la inmigración. Pero se equivocan en esta ocasión. No estoy posicionándome. Lo que hago es tratar de explicar una idea. La que le da título a esta nota y que de la misma manera debe ser vista desde el otro lado. Cuando uno recibe a alguien en su casa por primera vez, normalmente trata de que el recién llegado se sienta cómodo. Si infringe en algo las reglas por desconocimiento, si no es algo grave, se mirará para otro lado y se le dejará pasar. Si es algo más importante, simplemente se le informará amablemente. Hay varias culturas, por ejemplo, que se descalzan antes de entrar a la casa. Si usted llega por primera vez se lo harán saber. De esta manera, usted puede elegir entrar o no si no desea descalzarse. 

El lector ahora tiene también la libertad de enojarse conmigo por no estar de acuerdo con mi opinión y no volver a entrar al blog o de compartir la nota si le gusta y dejar un comentario positivo. También tiene la libertad de pasar de largo sin darle mayor importancia. Yo tendré la libertad de moderar sus comentarios y borrar los que me parezcan agresivos. Pero no deberían existir, porque la libertad no debe ser una excusa para causar daño. Es un valor deseable, tristemente bastardeado.

Les dejo esta invitación, use su libertad recordando que los demás tienen la suya. Reflexione sobre ella para elegir cómo usarla de la mejor manera posible y recuerde que LA LIBERTAD NO ES LIBRE.

¡¡¡JAG PESAJ SAMEAJ!!!

PESAJ.-CMA

© Todos los derechos reservados.-

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ES CULTURAL

08 lunes Dic 2014

Posted by cindyisrael in Vivencias

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adaptación, Argentina, cultura, cultural, emigración, emigrar, inmigración, inmigrante, Israel, justificación, mentalidad, mirada, visión

Nos ha pasado a todos los inmigrantes, quien más quién menos, todos tuvimos nuestro choque cultural cuando llegamos al nuevo país adoptado. Hasta donde he podido observar, quienes llegan con la idea firme de que sea algo temporal, les cuesta más adaptarse que aquellos que llegan dispuestos a encontrar su lugar en el mundo y un cambio de vida. Nosotros hemos pasado por las dos etapas. En un principio pensamos que vendríamos sólo por unos cinco años, cosa de salir de la crisis, y volveríamos. Mientras eso creíamos, todo lo que observábamos nos parecía negativo, deslucía frente a lo que conocíamos y sentíamos como parte de nuestra identidad argentina. No pasó mucho tiempo, cuando nos dimos cuenta que este era nuestro lugar y que no íbamos a volver, por mucho que quisiéramos a nuestro país de origen y que extrañáramos mucho y a muchos. A partir de ese momento, de esa convicción, nuestra mente hizo un click. Empezamos a entender que vivíamos insertos en una cultura diferente, que los extranjeros éramos nosotros y que no podíamos esperar que todo un país se adaptara a nuestra cultura, si no más bien, debíamos procurar que pasara todo lo contrario. Empecé a entender muchas actitudes de los israelíes que en un primer momento me disgustaban y hasta les encontré justificación. Me permití conocerlos más. Entonces, en el 2006 nos envolvió la guerra, y confirmé algo que yo ya venía observando, y es el enorme corazón del israelí, su solidaridad, y me enamoré aún más de este pueblo y supe que con guerra y todo, había llegado a mi lugar en el mundo.

Esta semana, leí una frase de Golda Meir que dice que nadie sabe qué tan fuerte es, hasta que ser fuerte es la única opción posible (no es sic). Todo inmigrante sabe eso, pero quienes elegimos pueblos que viven algún duro conflicto de manera constante, aún más. Esa fortaleza, es cultural ya en Israel, es parte arraigada de su gente. La sensación de lo efímero de la vida, de que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina, en la pizzería donde te sentás a comer con tu familia, en el autobús que tomás rumbo a tu trabajo o en la sinagoga a la que vas a rezar pidiendo un poco de paz para tu pueblo, hace del israelí un ser impaciente. Sienten que no tienen tiempo para perder y por eso es tan difícil que respeten turnos o lugares en las filas. El saber lo importante del contar con los demás en los tiempos de conflictos, los hacen abrir las puertas de su casa con liberalidad y ser capaces de compartir todo con los demás. Es cultura. Una cultura basada en las vivencias de un país que siempre ha debido luchar para sobrevivir, desde su fundación.

He leído a otros inmigrantes, en otras partes del mundo, quejarse por cosas que para quienes vivimos en Israel nos parecen nimiedades. Claro que puedo entender a pesar de ello. Pero me queda claro que esas quejas vienen de la mano de la falta de adaptación. Como inmigrante he aprendido que no importa cuan amigable sea o no el entorno, qué tan solos o acompañados estemos, tiene mucho que ver con nuestra actitud personal y nuestra decisión. A partir del momento en el que decidimos que queremos poder vivir adaptados al país elegido, nuestra visión y nuestra mente empiezan a transformarse y todo nos resulta más aceptable, aunque hayan cosas que tardemos más en entender, debemos comprender que todo tiene un por qué y que a nosotros mismos nos corresponde encontrarlo.

08 de diciembre de 2014.

ISRAEL, ALLÁ VAMOS!!!!!

-Volando hacia Israel en febrero del año 2003, cuando emigramos. © Todos los derechos reservados.-

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ME SOBRAN SENSACIONES Y ME FALTAN PALABRAS

26 miércoles Nov 2014

Posted by cindyisrael in Vivencias

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hebreo, idioma, inmigración, letra hebrea, letra hei, traducción

Ayer; mi familia compuesta por mis dos hijos, mi marido y yo, nos dirigíamos a la casa de unos amigos que viven camino a la playa. Yendo hacia allí, uno inevitablemente ve el mar de frente. Estaba hermoso y me salió expresarlo en hebreo… pero mal. Quise decir algo tan simple como: ¡¡¡Qué lindo el mar!!! y dije algo equivalente a: ¡¡¡Qué lindo a el mar!!! Mi hijo mayor que como buen adolescente siempre está al pendiente de cualquiera de mis errores, me dijo: ¿Cómo «qué lindo a el mar»? Sin perdida de tiempo reparé mi error y lo dije correctamente. Me quedé pensando unos segundos, porque no es la primera vez que cometo dicho error y ya llevo viviendo en Israel 7 años y medio, y me di cuenta que el problema es que como siempre tengo la sensación de que en hebreo me faltan palabras, termino agregando de más palabras que no van. Cuando así lo expliqué, mi hijo mayor me respondió: «TE SOBRAN SENSACIONES Y TE FALTAN PALABRAS». Me encantó la frase, aunque luego él la cambió diciendo que teniendo en cuenta que yo suelo agregar palabras que no van, en realidad me sobran sensaciones y palabras. De alguna manera tiene razón, aunque en lo que a mí respecta y a propósito de esta reflexión, la primera versión es la más indicada. En hebreo hay palabras que se dan por sobreentendido, de esta manera no decimos, por ejemplo: ME COMPRÉ UNA CARTERA, decimos algo así como: ME COMPRÉ CARTERA y el una se da por entendido. Con el verbo ser en presente es lo mismo, no decimos, por ejemplo: YO SOY MAMÁ, decimos: YO MAMÁ. Así, si tenemos que decir una frase tan sencilla como: ÉL ES UN NIÑO HERMOSO, diremos: ÉL NIÑO HERMOSO y todos entenderán qué estoy diciendo. Eso hace que una se sienta hablando como india, incluso a pesar del tiempo. Y el problema es que hay cosas que no podemos evitar traducir. Claro que eso ya no me pasa con expresiones simples y cotidianas, las cuales ya me salen solas en hebreo. Pero hay cosas que una no usa tan a menudo, y ahí empiezan los problemas. Me suele pasar cuando tengo que enfrentarme a algún trámite, por ejemplo, que nunca hice antes. Siendo un tema que no manejo, desde el momento que sé que tengo que hacer dicho trámite, así sea una semana antes, empiezo a armarme mentalmente la frase que tengo que decir en hebreo, por supuesto traducción mediante. Cuando hay alguna palabra que me falta, recurro a mis hijos. Una vez que tengo armada la frase, me la paso repitiéndola todo el día e incluso en sueños y duermo mal hasta el día que tengo que ir. Cuando dicho momento llega, voy con tiempo, caminando despacito y repitiéndome la frase sin parar, palabra por palabra. Cuando al fin llego al lugar y me atienden, estoy tan tensa por la situación nueva, que digo lo que tengo que decir con todos los errores habidos y por haber que quería evitar. Menos mal que aquí están acostumbrados a los inmigrantes, y entienden a pesar de las equivocaciones. Sueño con el día que ya no tenga que pensar cada palabra, que mi hebreo sea tan fluido que ya ni me asombre de la facilidad con que lo hablo. Mientras tanto, mi vida estará llena de anécdotas idiomáticas que me harán pensar y reír, como ayer.

© Todos los derechos reservados.-

17 de julio del 2010

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