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FILOIDEAS

~ Mis opiniones, ideas y cuentos escritos en Israel

FILOIDEAS

Archivos de etiqueta: inmigrante

LA DIGNIDAD DEL INMIGRANTE

16 lunes Ene 2017

Posted by cindyisrael in Notas

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comportamiento, conducta, consecuencia, consecuente, dignidad, digno, inmigración, inmigrante, inmigrantes, moral, mundo, origen, país, sociedad, vida

dignidad

Del lat.dignĭtas, -ātis.

1. f.Cualidad de digno.

          Esta definición, nos deja como estábamos, busquemos entonces qué es digno:

 

digno, na

Del lat.dignus.

1. adj.Merecedor de algo.

2. adj.Correspondiente, proporcionado al mérito y condición de alguien o algo.

3. adj.Que tiene dignidad o se comporta con ella.

4. adj.Propio de la persona digna.

5. adj.Dicho de una cosa: Que puede aceptarse o usarse sin desdoro. Salario digno. Vivienda digna.

6. adj.De calidad aceptable. Una novela muy digna.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

     Y para terminar de aclarar, veamos cómo define la RAE desdoro:

De desdorar.

1. m.Menoscabo en la reputación o el prestigio.

2. m.Cosa que causa desdoro.

     Habiendo aclarado conceptos, ya puedo empezar a desarrollar mi punto de vista. En lo que nos atañe al inmigrante ¿qué sería dignidad? Pues depende desde qué punto de vista lo miremos. Si nos referimos a derechos del inmigrante, tendrá que ver con la acepción 5. Pero para tener ese derecho, entiendo yo, hay que tener una conducta que lo amerite, es decir, ser capaz de comportarse con dignidad. Y ahí ya incluimos las definiciones de la 1 a la 3. 

     La conducta digna no se limita a reclamar lo que considera que debe recibir, sino que es una forma de manejarse en la vida en la que se muestra o intenta una persona mostrarse como ejemplo a su comunidad. Una persona que se conduce dignamente es una persona honrada, con valores morales que respeta y obra en consecuencia. 

     Los inmigrantes que llegamos a Israel entre los años 2001 y 2003 recibimos muchas ayudas y beneficios. Algunos ya existían antes para todos los inmigrantes, otros lo recibimos extra por la situación de crisis de Argentina a la que habíamos escapado. Entre esos beneficios, teníamos un dinero que se nos depositaba mensualmente en nuestra cuenta para vivir y que no tuviéramos que trabajar mientras nos dedicábamos a aprender el idioma hebreo (lo cual también nos era pagado por el estado). Hubo un mes (y no recuerdo si no fueron dos) que no se nos pagó un centavo por causa de una huelga. Se nos hizo muy difícil vivir esos días. Sin embargo, a ninguno de los inmigrantes afectados se nos ocurrió salir a reclamar cortando rutas, quemando, rompiendo ni exigiendo nada.

     En Buenos Aires hay inmigrantes que han recibido ayudas estatales, incluso algunos que siendo ilegales nadie los ha perseguido ni deportado. Pese a todo, tratando de ayudarlos y para que puedan vivir con dignidad sin afectar negativamente la vida del resto de la sociedad, se les ha ofrecido una ayuda por parte del gobierno. Cursos de capacitación y un lugar donde poder vender su mercadería que hasta el momento vendían sobre mantas en la calle. Algunos aceptaron, otros optaron por reclamar causando daños a la ciudad que todos sus habitantes deberán pagar. 

     Tanto los inmigrantes de Argentina como los que estamos en Israel habiendo venido en los años que comenté más arriba, entiendo que lo que buscábamos era una mejor vida que no teníamos en nuestros países de origen. Buscamos salir adelante y un futuro para nuestros hijos. Cuando vivía en Argentina, jamás se me ocurrió reclamar lo que como ciudadana me correspondía quemando llantas, cortando calles y rutas. Supongo que esos inmigrantes que lo hacen en Argentina, tampoco reclamaron de esa manera en sus países de origen ¿Por qué entonces hacerlo así en un país que te abrió las puertas, te ofrece la ayuda que no te dio tu propia patria ni ese mismo país se la dio a sus propios ciudadanos allí nacidos?

     Cuando reclamamos un trato digno, debemos estar seguros de estar comportándonos con la dignidad que merece nuestra queja. Y tenemos que ser consecuentes con nuestros actos. Si cambiamos nuestra conducta respecto a cuando vivíamos en nuestro país de nacimiento, debe ser para mejorar, no para volvernos igual que bestias salvajes.

     Como inmigrante que soy, se imaginan, de ninguna manera se trata de xenofobia. Todos tenemos derecho a querer mejorar nuestra calidad de vida en nuevos horizontes. Pero eso no significa que por miedo a ser tratados de xenófobos, permitamos conductas inapropiadas y delictivas. Ni de parte de los oriundos del lugar, ni de los extranjeros. Tampoco se trata de coartar la libertad de expresión. Pero hay maneras y maneras de expresarse y no podemos utilizar la bandera de la libertad para hacer daño y tratar de evitar las consecuencias que eso conlleva.

     Por supuesto que los inmigrantes tenemos derecho a una vida y un salario dignos, tanto derecho como el que tienen los nacidos en el país que nos alojó. La dignidad no puede ser nunca derecho de un sólo grupo; la responsabilidad de merecerla, tampoco.

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-Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, España- © Todos los derechos reservados.-

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EMIGRACIÓN Y ADAPTACIÓN

05 lunes Sep 2016

Posted by cindyisrael in Notas

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adaptación, amar, amigos, amor, aprendizaje, Argentina, dolor, duda, emigración, emigrante, emigrar, etapa, hebreo, historia, inmigración, inmigrante, Israel, israelíes, pasado, presente, proceso, puerta

Hace alrededor de trece años y medio que vivo en Israel. Aclaro que no soy socióloga, ni psicóloga, ni antropóloga, ni nada por el estilo. Lo que sí soy es una persona muy observadora. Haciendo memoria a mi proceso como inmigrante hasta llegar a la adaptación y habiendo estado y estando rodeada de inmigrantes, he podido notar que ese proceso es casi igual en la mayoría. Por supuesto, siempre hay excepciones, incluyendo a quienes no logran completar todas las etapas y se vuelven antes. Supongo que tiene que ver, haciendo una burda comparación, con el umbral de dolor físico. Pero, intuyo que también hay un umbral de dolor psicológico. Y es en relación a él, que algunos logran permanecer y otros no. Algunos de los que se volvieron lo hicieron a su país de origen, otros han elegido otros destinos alternativos. Desconozco si han logrado completar el proceso en esos otros países. Por lo que he hablado con gente que a emigrado a otros lugares, Israel no es el país más difícil para adaptarse. Pero hay que reconocer que sí tiene una gran dificultad. Sobre todo para quienes venimos de países americanos. Cuando uno está recién llegado, da la sensación de que acá es todo al revés, no sólo la dirección de la lecto-escritura. Yo he llegado a sentir que para poder adaptarme, debía dar vuelta mi cabeza. Haciendo un repaso, decía, he llegado a identificar las siguientes etapas:

1.- ETAPA TURISTA

     Le puse ese nombre, porque cuando somos recién llegados, aunque ya estemos en la casa que vamos a ocupar de ahí en más, aún no terminamos de darnos cuenta que bajamos del avión. Estamos en un tiempo de maravilla, el cual durará según qué tan rápido nos insertemos en la rutina. Al principio no nos sentimos ciudadanos, ni siquiera inmigrantes. Mezclado con el temor, la incertidumbre, la tristeza de lo dejado atrás, la esperanza de una mejor vida, sentimos la maravilla de lo nuevo. Cual turista que llega por primera vez a un país, empezamos a descubrirlo todo, a probar nuevos sabores, a sentir nuevos aromas y cada lugar nuevo que conocemos nos encanta y todo nos resulta curioso y raro. Si encima, como era nuestro caso, no conocemos el idioma, esa sensación, supongo, se intensifica.

2.- DUELO COMPARATIVO

     Esta etapa comienza junto con la rutina. Ya entendimos que bajamos del avión, ya tomamos consciencia de no estar de paso, ya empezamos a ir al ulpán (estudio) de hebreo, nuestros hijos (los que vinimos con ellos) ya empezaron las clases y ya hemos completado nuestros trámites (para ser reconocidos como ciudadanos, para recibir servicios de salud y bancarios). En seis meses llegará el momento de buscar trabajo, porque terminará el ulpán y por ende, el subsidio del gobierno. Empezamos a sentir más las ausencias, a extrañar. Con la nostalgia llega mucho más que el tango, llegan las comparaciones. Todo aquello que en nuestro país de origen nos parecía una porquería y que incluso llegó a ser parte de nuestros argumentos para irnos, empieza en nuestra mente a sufrir una especie de transformación. De golpe, todo lo opaco recibe brillo y esas cosas dejadas atrás con alivio en su momento, se las extraña y nos parecen maravillosas en comparación a donde estamos, donde todo nos parece una porquería y nos preguntamos como un país tan desastroso puede estar entre los primeros del mundo y por qué el país que dejamos atrás que es infinitamente mejor está entre los del tercer mundo. Nos damos cuenta que lo que en un principio nos parecía maravilloso, es todo lo contrario y todo lo vemos negativo.

3.- UNA MOCHILA PESADA

     Esta etapa suele venir de la mano de la anterior. Es la que afecta sobre todo a las parejas. El desarraigo es una mochila dura de llevar y a todos nos afecta al principio (duración de este, indeterminada y según el carácter de cada uno). Quienes vienen solos afirman que es lo más difícil, porque tienen que soportar en soledad tan dura carga. Sin embargo, estar en pareja, no sé si alivia tanto como creen. Soy testigo que aquellas parejas que ya venían con conflictos desde su país de origen, se terminaron separando aquí y aquellas que veníamos más afianzados y sin mayores problemas de pareja, los hemos tenido en esta etapa. Y es que estar acompañado no necesariamente alivia, porque cada uno tiene su propia mochila que cargar y cada uno también espera que el otro le ayude a cargar la propia ¡Pero el otro no puede! Porque está con la propia carga. Y es precisamente ese punto, el que causa el conflicto. Ambos extrañan, ambos tienen nostalgia, ambos sienten incertidumbre por el futuro y temores lógicos ante lo desconocido que está por venir. Cuando la pareja no venía con conflictos previos y hay mucho amor, es posible poner el freno a tiempo y darse cuenta de dónde está el problema para no dejarse arrastrar por él. Si hay parejas que están dispuestos a emigrar pensando que la solución a sus dificultades de pareja estará en un cambio de escenario o de vida, lamento desilusionarlos.

4.- COMENZANDO LA ADAPTACIÓN

    Esta etapa llega sólo si logramos superar con éxito las anteriores y entendemos la necesidad de adaptarnos para poder vivir más tranquilos y felices. De la mano de la decisión de querer lograrlo, llega la comprensión de esas cosas que antes no nos gustaban y que ahora, aunque no lleguen a gustarnos tampoco, somos capaces de comprender y encontrar justificación. Hay pequeños detalles que nos ayudan a sentir y a entender que ya somos parte de la sociedad. Uno de esos detalles, por ejemplo, y que yo recuerdo que hasta sentí emoción, fue votar. Recuerdo que cuando lo hicimos por primera vez ya llevábamos como tres años en el país y estuvimos de acuerdo en que entonces sí, ya podíamos decir que éramos israelíes. Aunque tuviéramos la ciudadanía desde el principio, no era un papel el que nos hacía sentir un ciudadano más, si no saber que estábamos participando de esta sociedad, sentir que estábamos colaborando con nuestro pequeño granito de arena en la toma de decisiones. Empieza una nueva transformación, una visión más equilibrada de lo que nos rodea, donde somos capaces de ver lo bueno y lo malo. También volvemos al equilibrio respecto a nuestro país de origen y entendemos que aquello que vimos opaco antes de dejarlo, realmente es opaco y desluce en comparación al país que adoptamos. Pero también rescatamos cosas que antes no veíamos o nos pasaban desapercibidas cuando vivíamos allí.

5.- LA ADAPTACIÓN

     Cuando aún nos quedan afectos en nuestro país de origen, es normal que aún los extrañemos cada tanto. Claro que nos duele cuando algo le va mal a la tierra que dejamos. Pero ya no estamos tan pendientes de ella. Si además logramos la posibilidad de viajar en algún momento de visita, esa necesidad se vuelve menos imperiosa. Ya no extrañamos los sabores y aromas (que igual disfrutaremos si vamos), porque nos hemos adaptado tanto a los de aquí, que son los que añoramos cuando estamos fuera. Por supuesto que ayuda mucho haber logrado nuevos afectos, sea en tu idioma madre o en el del país de adopción y si encima tenés más familia, bueno, muchísimo mejor. El tiempo que tarda en llegar esta etapa depende de muchos factores, que nos son necesariamente los mismos para cada uno, porque depende mucho de la personalidad y la historia de cada cual. Para mí la mayor señal de adaptación, es algo que me acaba de pasar mientras escribía, que buscando un sinónimo, pensé el equivalente en hebreo antes que en español. Y hay un detalle, que creo que también es de gran ayuda, encontrar la ciudad donde uno se arraiga y siente que es el mejor lugar del país en el que se puede estar.

     Alguna etapa me puedo haber olvidado, los profesionales puede que deseen corregirme y habrá quienes hayan vivido estas etapas quizá en otro orden o de otra manera. Quizá no vivieron todas ellas. Pero seguro que algún punto en común encontramos todos. Y eso, es uno de los puntos que más ayuda a la adaptación, apoyarse en los puntos en común en lugar de en las diferencias.

-Emigrar implica cerrar una puerta para abrir otra, el problema mayor para lograr la adaptación es cuando la puerta que dejamos atrás queda entornada. © Todos los derechos reservados.-

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (2)

05 domingo Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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aliá, carrito, casa, conteiner, cuarto sellado, guerra, inmigrante, Israel, kibutz, madera, máscaras, mudanza, mueble, olé, sojnut

-CAPÍTULO 2-

EL DURO OFICIO DE SER OLÉ*

     Podría ser positivista y por mostrarme agradecida a todo lo que recibí de ayuda cerrar los ojos a la realidad y contar sólo lo bueno que me tocó vivir como inmigrante. Pero si yo hiciera tal cosa, además de ser una mentirosa, estaría yendo contra el objetivo de estas crónicas, que es que afuera conozcan la realidad de este país y de los inmigrantes desde otro punto de vista y de una manera muy diferente a como se las cuentan. También pretendo que sirva de ayuda a la hora de tomar su decisión a quienes se estén planteando venir. Saber cuál es la parte dura de todo esto les ayudará a reflexionar sobre si están dispuestos a pasar por esas cosas para alcanzar su meta sea esta cual fuere.

     Cuando fuimos a la Sojnut (agencia judía) a organizar nuestra emigración, nadie nos avisó que llegaríamos a una casa de un solo ambiente no mucho más grande que una habitación, para cuatro personas. Como conté en la introducción, al principio estábamos tan cansados y tan contentos por haber llegado que ni nos dimos cuenta. Además, la persona que nos recibió, nos aseguró que sólo sería por una semana. Cuando uno acaba de dejar tantas cosas atrás y está dispuesto a empezar de nuevo ¿qué puede importar soportar vivir hacinados durante siete días? Pero no era verdad. Estuvimos allí casi dos meses.

     Llegamos el 26 de febrero del 2003. Y al mes siguiente estalló la guerra contra Irak. En esa guerra nada teníamos que ver nosotros, pero el gobierno iraquí amenazó con atacar Israel si ellos eran atacados por EEUU. Eso no amedrentó a los norteamericanos. En Israel empezaron los preparativos de prevención. Repartieron las máscaras, plásticos transparentes para cubrir ventanas y todo resquicio por donde pudieran colarse los efluvios de las armas químicas. A toda hora y en varios idiomas nos explicaban el uso de las máscaras, cuando correr a los refugios y como inyectarse el antídoto que venía junto con las máscaras. En las escuelas y jardines de infantes se los enseñaban a los chicos, les hacían practicar el uso de las máscaras y hacían ensayos de correr a los refugios. En la mayoría de las casas tenían que elegir qué ambiente sellar con los plásticos. Para nosotros eso no representaba ninguna dificultad, teníamos que sellar toda la vivienda. Empecé a tener asma a partir de entonces. Durante el tiempo que estuvimos en esa casa, dormimos y vivimos con todo sellado. Como si fuera poco, en esa época estaba lloviendo en Israel lo que había llovido en 20 años. Es decir, que a pesar de estar en un kibutz*, no nos quedaba casi el recurso de estar afuera.

     Aproximadamente dos meses después de nuestra llegada, nos avisaron que tenían una casa de dos ambientes que estaba destinada a unos amigos que eran menos de familia, pero que ellos ya le habían echado el ojo a otra que se estaba por desocupar y la cual preferían esperar. Nos ofrecieron mudarnos allí provisionalmente. No tuvieron que convencernos, sin dudarlo dijimos que sí. Después del tiempo pasado en el mono ambiente, esta casa nos parecía enorme y un palacio. Los chicos dormían en el living y estaba bien equipada con los muebles que nos hacían falta. Hicimos la mudanza con un carrito eléctrico. Y es que no teníamos tanto para llevar, pues aún no había llegado nuestro conteiner. Habremos estado en esta casa unas dos semanas, cuando nos avisaron que la casa de tres ambientes destinada a nosotros ya estaba lista.

     El carrito eléctrico volvió a cumplir la función de camión de mudanzas, nos fuimos a la nueva casa entusiasmados y aliviados… hasta que pusimos el primer pie adentro… Jamás había visto una casa más vacía en toda mi vida, ningún mueble, ni armarios, ni siquiera un mísero agujero en el baño donde apoyar los cepillos de dientes. La desesperación que sentimos no la puedo describir. Mi marido se tiró deprimido en la cama y yo me fui a dar una vuelta para no estallar de la rabia que tenía. El que nos había recibido el primer día era el encargado de los inmigrantes y en las otras dos casas había venido a ver si estábamos bien y contentos, pero por esta no se apareció y no dudábamos de por qué. Cuando me fui temía que viniera y como no quería agredirlo ni verbalmente me fui. Pero no me esperaba lo que pasó, encontrármelo en mi camino. Me preguntó qué tal estábamos y la sangre me comenzó a hervir. Le dije que era una vergüenza, después del hacinamiento con el que nos habían recibido, que nos pasaran a una casa en esas condiciones. Me respondió que después de determinado tiempo ya no les correspondía darnos nada. Le contesté que a nosotros nadie nos avisó de eso y que si lo hubieran hecho podríamos habernos ocupado de buscar todo lo que podía hacernos falta. Me respondió que es igual que cuando se alquila una casa. Le dije que nosotros siempre habíamos alquilado y que en Argentina nunca me ocurrió de mudarme a una casa que no tuviera ni donde apoyar los cepillos de dientes. Me contestó que entonces nos volvamos a Argentina. A partir de ahí vi todo aún más rojo, no recuerdo que le dije, pero seguro que bonito no. Y todo, como es de esperar, en medio de llanto y grito. Y es que cuando se es un inmigrante con poco tiempo, todos los sentimientos están a flor de piel y una está mucho más sensible. Me fui a seguir caminando para no matarlo. Cuando volví a la casa, mi marido me recibió con la pregunta: ¿A qué no sabés quién estuvo aquí? No fue difícil acertar, sabía que luego de mi reacción, el encargado de los inmigrantes también terminaría reaccionando. Había ido a hablar con mi esposo y a decirle que mandaría un carpintero para tomar las medidas del baño y construir allí un pequeño armario.

     La que por unos días fue una heroína para nosotros, fue mi tía que ya se había venido a Israel en octubre del 2002. Ella nos ayudó a organizarnos, a ver todo de otra manera y hasta nos hizo un plano de lo que podríamos hacer cuando llegara el conteiner con las maderas en las que llegaban las cosas. De golpe nos sentimos menos agobiados y más tranquilos, no sé qué habríamos hecho sin ella esos días. Cuando llegaron nuestras cosas pusimos manos a la obra y además de acomodar lo que había llegado, hubo que limpiar la heladera y el lavarropas que llegaron con hongos. Mi esposo utilizó las maderas para hacer un mueble en la cocina que sirviera como mesada y bajo mesada, un armario en nuestra habitación y hasta un escritorio para la computadora (que no lo hizo con las maderas del cajón del conteiner). El día que dejamos el kibutz para mudarnos a la ciudad de Jedera, el encargado de los inmigrantes nos pidió que por favor dejáramos el armario.

     Tuvimos muchas vicisitudes en el kibutz, sería muy largo contar todo. Sólo les diré que lo que más nos afectó aparte del tema de la vivienda, y lo que nos decidió a irnos de allí, fue el tema del transporte. El kibutz estaba anclado en una montaña, a cinco kilómetros de la ruta en camino de subidas y bajadas pronunciadas y a quince kilómetros de la ciudad de Tiberias. Desde donde estábamos podíamos ver el Kineret. Contábamos para entrar y salir con un transporte público y gratuito de la municipalidad que sólo funcionaba en épocas de clases. Si había huelga de maestros (que las hubo), fiestas o vacaciones, no podíamos movernos de dónde estábamos. Sólo había un colectivo de línea en todo el día. Con él entrábamos al kibutz si estábamos en la ciudad o salíamos de él, pero no podíamos hacer ambas cosas. Eso complicó la posibilidad de conseguir trabajo, ya que en la ciudad conocían acerca de esto y nadie quería arriesgarse a contratar a alguien que no sabía si podría llegar a tiempo.

     Recomiendo la vida del kibutz para los que tienen hijos pequeños como nosotros, siempre que esté sobre la ruta o tengan auto para tener independencia de movimiento. El aire libre, la vegetación y la vista, son impagables.

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-Mueble hecho por mi marido con las maderas del conteiner. © Todos los derechos reservados.-

*Olé: inmigrante en Israel.

*Kibutz: granja comunitaria, actualmente funcionan más como barrios cerrados.

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ENTREVISTA RADIAL

26 viernes Feb 2016

Posted by cindyisrael in Sin categoría, Vivencias

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exposición, fotógrafa, fotografía, fotos, inmigración, inmigrante, Israel, maria llopis tena, nota, periodista, radio

En la radio de Burjassot, Valencia, España,  mi marido y yo hemos sido entrevistados maravillosamente por María Llopis Tena. Nos hemos sentido muy cómodos y este fue el resultado:

 

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LA LIBERTAD NO ES UNA EXCUSA

03 viernes Abr 2015

Posted by cindyisrael in Notas

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anfitrión, casa, cena, esclavitud, excusa, inmigración, inmigrante, invitado, liberación, libertad, molestar, noche, pesaj, pueblo hebreo

Esta noche comienza Pesaj, la fiesta en la que recordamos la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud a la que habían sido sometidos por los egipcios. Cada año, alrededor de la mesa, repetimos que es algo que debe contarse a todas las generaciones. No sólo para recordar que Elohim nos dio la libertad, si no porque debemos recordar que fuimos esclavos, para que nosotros no caigamos en ser quienes esclavicemos. Si bien hablamos en estas fiestas de libertad, es un término que acuñamos como antónimo de esclavitud. Pero como la libertad es un valor en si mismo, solemos aprovechar para hablar de libertad con otras extensiones y para recordar que hay muchas cosas a las que aún somos esclavos y de las que debemos pugnar por liberarnos. Así que no me voy a quedar atrás, me voy a aprovechar que hoy festejamos la libertad, para hablar de ella, pero en otro sentido.

Seamos sinceros con nosotros mismos, la verdad es que muchas veces usamos la libertad como excusa para hacer lo que se nos da la gana sin pensar en el daño que a veces podemos ocasionar a otros, aunque más no sea una molestia o fastidio. Como inmigrantes es normal que, sobre todo al principio, nos cueste mucho adaptarnos y entender que estamos en un lugar con otra cultura. Nos comparamos, creemos que la nuestra es mejor y consideramos que la forma que tenemos de ver la vida es la correcta y los ciudadanos de ese país están equivocados. Tiene más que ver con el dolor del desarraigo que con la soberbia. Nos gustaría que el país entero se adapte a nosotros en vez de al revés. Pretendemos seguir con todas nuestras costumbres, aunque algunas de ellas puedan estar enfrentadas con las del país que elegimos para continuar con nuestra vida. Alegamos como argumento que somos libres de vivir como queramos y es justamente ahí donde la libertad se vuelve una excusa. Veamos un ejemplo simple: supongamos que reciben por primera vez una visita en su casa. Antes de que llegara dejaron la casa limpia y ordenada y hasta le pasaron cera a los muebles. El invitado llega, ustedes lo invitan a sentarse en el salón y él, conforme a sus propias costumbres, se recuesta en el sofá y pone los pies en la mesita ratona. Tenemos varias reacciones posibles, algunas son:

*Pedirle amablemente que baje los pies y explicarle los motivos.
*Decirle secamente que baje los pies sin mayores explicaciones.
*Hacer un escándalo diciéndole que es un desubicado y echarlo de la casa.
*Buscar que otros te apoyen en su contra, decirle que se vaya y que tiene la entrada prohibida en el futuro.

El invitado también tiene varias reacciones posibles ante cada una de las posibilidades mencionadas:

*Puede aducir que está acostumbrado a sentarse así, que no tiene nada de malo y que los desubicados son los demás por hacerlo sentir incómodo diciéndole que baje los pies.
*Podría excusarse en la libertad que tiene cada uno de sentarse como se le de la gana y que no tiene por qué sentarse como a otros se les ocurra.
*A lo mejor se disculpa, reconoce que actuó incorrectamente y promete no volverlo hacer.
*Podría levantarse ofendido e irse para no volver, hablando luego mal a todo el mundo de sus anfitriones por ser gente que coarta la libertad de los demás.

No creo que a ninguno de nosotros nos gustaría recibir en nuestra casa a alguien que intenta imponer sus costumbres y que con la excusa de la libertad se comporta de forma que nos resulta mínimamente desagradable. Cuando llegamos a otro país llegamos a otra casa y nosotros sabemos antes de llegar que vamos a un país diferente, incluso a veces con otro idioma o modismos. Debemos entender que si no aceptamos que tienen sus propias reglas y que fuimos nosotros quienes nos metimos en su casa (la mayoría de las veces sin invitación) vamos a sufrir mucho y los demás se sentirán incómodos con nosotros.

Probablemente muchos de mis lectores no sean inmigrantes. Quizá estén del lado de los anfitriones y sientan algo de alivio al verse comprendidos cuando se quejan de la inmigración. Pero se equivocan en esta ocasión. No estoy posicionándome. Lo que hago es tratar de explicar una idea. La que le da título a esta nota y que de la misma manera debe ser vista desde el otro lado. Cuando uno recibe a alguien en su casa por primera vez, normalmente trata de que el recién llegado se sienta cómodo. Si infringe en algo las reglas por desconocimiento, si no es algo grave, se mirará para otro lado y se le dejará pasar. Si es algo más importante, simplemente se le informará amablemente. Hay varias culturas, por ejemplo, que se descalzan antes de entrar a la casa. Si usted llega por primera vez se lo harán saber. De esta manera, usted puede elegir entrar o no si no desea descalzarse. 

El lector ahora tiene también la libertad de enojarse conmigo por no estar de acuerdo con mi opinión y no volver a entrar al blog o de compartir la nota si le gusta y dejar un comentario positivo. También tiene la libertad de pasar de largo sin darle mayor importancia. Yo tendré la libertad de moderar sus comentarios y borrar los que me parezcan agresivos. Pero no deberían existir, porque la libertad no debe ser una excusa para causar daño. Es un valor deseable, tristemente bastardeado.

Les dejo esta invitación, use su libertad recordando que los demás tienen la suya. Reflexione sobre ella para elegir cómo usarla de la mejor manera posible y recuerde que LA LIBERTAD NO ES LIBRE.

¡¡¡JAG PESAJ SAMEAJ!!!

PESAJ.-CMA

© Todos los derechos reservados.-

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LA AVUTARDA TERÓFAGA

12 viernes Dic 2014

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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argentino, aves, avutardas, España, historia, inmigrante, ornitólogo, pueblo, teros

     Hace unos días, íbamos mi marido y yo caminando por las calles de Nahariya hablando de teros y avutardas, cuando él recordó una historia que había visto y escuchado en un programa de la televisión española. Como me resultó muy interesante, me he decidido a compartirla con mis lectores.

     Transcurrió en un pueblo de España, pequeño y desconocido, pero muy pintoresco. Tenía por nombre La Avutarda Terófaga y tan llamativa denominación es lo que mereció que una periodista se trasladara hacia allí para conocer su historia. No siempre se llamó igual, hubo una época en que simplemente se llamaba La Avutarda, debido a la enorme presencia de dicha ave por aquella tierra. Desde que pasó la historia que les contaré, es que pasó a llamarse con tan extraño adjetivo.

     Resulta que al pueblo que nos ocupa, había llegado un inmigrante argentino. Había sido contratado por un museo de aves de la zona, ya que era de profesión ornitólogo. Como quería traer algo que le recordara a su amado país, decidió traer de allí en una jaulita, una pareja de teros. Su idea era criarlos en el jardín de su casa, donde ya había procurado que le armaran una laguna artificial para que se sintieran más cómodos y con la idea de que procrearan y de esa manera, no quedarse nunca sin tan bella y querida especie. Pero pasó algo extraño, que salió de sus cálculos. Quizá porque los teros llegaron a creerse que eran los únicos en su especie en todo el mundo y quisieron colaborar para evitar su extinción, a lo mejor por verse afectados por un viaje tan largo, o porque al no conocer bien la zona no tenían nada mejor que hacer… El asunto es que comenzaron a reproducirse de tal manera que pronto, no sólo el jardín de la casa, si no el de otros vecinos, se vieron invadidos por agresivos teros que querían a toda costa echar a cuanta otra ave se le pusiera en el camino. La población teril se salió de control y no sabían qué hacer para disminuirla. Mientras los científicos en el museo, que hasta ese momento se aburrían muchísimo, estuvieron sumamente atareados investigando una solución efectiva y sana para toda la población.

     Pero hete aquí que las aves típicas del lugar eran las avutardas, ellas habían estado ahí desde siempre y no les gustaba nada sentirse invadidas por estas aves inmigrantes, que parecían querer adueñarse de todo. Algunas empezaron a reunirse en secreto, buscaban estrategias para vencer al invasor, pero todo parecía en vano. Tan grave y tensa se volvió la situación, que una de ellas, la que más propuestas infructuosas había planteado, enloqueció. Comenzó a volar hasta una altura superior de lo esperable para una avutarda y utilizar una técnica similar a la de los teros, lanzándose en picada sobre ellos. Llegó a clavar el pico en algunos, pero lo peor fue que probó el gusto de la sangre y le agradó. Su locura se agravó y desde ese día comenzó a alimentarse de teros. Nadie hacía nada por evitarlo, puesto que creían que una mágica solución les había llegado del cielo, mientras miraban aterrados pero satisfechos, cómo esta enloquecida ave cazaba al ave invasor. Las otras avutardas no entendían nada, como mucho ellas habían llegado a alimentarse de huevos de otras aves y si de carne se trata, de ratones, lo que venía muy bien a los agricultores de cereales, pero nunca de parientes. Sin embargo, al ver que esta avutarda disfrutaba como si de una riquísima golosina se tratara, decidieron arriesgarse y probar. Lo que no consiguieron los ornitólogos, lo lograron las avutardas. Desde aquel entonces la población teril ha podido ser controlada, Se reducen sólo a un par de decenas, que descansan para satisfacción suya, en el jardín del único argentino del pueblo. 

© Todos los derechos reservados.-

12 de diciembre de 2014.

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ES CULTURAL

08 lunes Dic 2014

Posted by cindyisrael in Vivencias

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adaptación, Argentina, cultura, cultural, emigración, emigrar, inmigración, inmigrante, Israel, justificación, mentalidad, mirada, visión

Nos ha pasado a todos los inmigrantes, quien más quién menos, todos tuvimos nuestro choque cultural cuando llegamos al nuevo país adoptado. Hasta donde he podido observar, quienes llegan con la idea firme de que sea algo temporal, les cuesta más adaptarse que aquellos que llegan dispuestos a encontrar su lugar en el mundo y un cambio de vida. Nosotros hemos pasado por las dos etapas. En un principio pensamos que vendríamos sólo por unos cinco años, cosa de salir de la crisis, y volveríamos. Mientras eso creíamos, todo lo que observábamos nos parecía negativo, deslucía frente a lo que conocíamos y sentíamos como parte de nuestra identidad argentina. No pasó mucho tiempo, cuando nos dimos cuenta que este era nuestro lugar y que no íbamos a volver, por mucho que quisiéramos a nuestro país de origen y que extrañáramos mucho y a muchos. A partir de ese momento, de esa convicción, nuestra mente hizo un click. Empezamos a entender que vivíamos insertos en una cultura diferente, que los extranjeros éramos nosotros y que no podíamos esperar que todo un país se adaptara a nuestra cultura, si no más bien, debíamos procurar que pasara todo lo contrario. Empecé a entender muchas actitudes de los israelíes que en un primer momento me disgustaban y hasta les encontré justificación. Me permití conocerlos más. Entonces, en el 2006 nos envolvió la guerra, y confirmé algo que yo ya venía observando, y es el enorme corazón del israelí, su solidaridad, y me enamoré aún más de este pueblo y supe que con guerra y todo, había llegado a mi lugar en el mundo.

Esta semana, leí una frase de Golda Meir que dice que nadie sabe qué tan fuerte es, hasta que ser fuerte es la única opción posible (no es sic). Todo inmigrante sabe eso, pero quienes elegimos pueblos que viven algún duro conflicto de manera constante, aún más. Esa fortaleza, es cultural ya en Israel, es parte arraigada de su gente. La sensación de lo efímero de la vida, de que la muerte puede estar a la vuelta de la esquina, en la pizzería donde te sentás a comer con tu familia, en el autobús que tomás rumbo a tu trabajo o en la sinagoga a la que vas a rezar pidiendo un poco de paz para tu pueblo, hace del israelí un ser impaciente. Sienten que no tienen tiempo para perder y por eso es tan difícil que respeten turnos o lugares en las filas. El saber lo importante del contar con los demás en los tiempos de conflictos, los hacen abrir las puertas de su casa con liberalidad y ser capaces de compartir todo con los demás. Es cultura. Una cultura basada en las vivencias de un país que siempre ha debido luchar para sobrevivir, desde su fundación.

He leído a otros inmigrantes, en otras partes del mundo, quejarse por cosas que para quienes vivimos en Israel nos parecen nimiedades. Claro que puedo entender a pesar de ello. Pero me queda claro que esas quejas vienen de la mano de la falta de adaptación. Como inmigrante he aprendido que no importa cuan amigable sea o no el entorno, qué tan solos o acompañados estemos, tiene mucho que ver con nuestra actitud personal y nuestra decisión. A partir del momento en el que decidimos que queremos poder vivir adaptados al país elegido, nuestra visión y nuestra mente empiezan a transformarse y todo nos resulta más aceptable, aunque hayan cosas que tardemos más en entender, debemos comprender que todo tiene un por qué y que a nosotros mismos nos corresponde encontrarlo.

08 de diciembre de 2014.

ISRAEL, ALLÁ VAMOS!!!!!

-Volando hacia Israel en febrero del año 2003, cuando emigramos. © Todos los derechos reservados.-

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