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FILOIDEAS

~ Mis opiniones, ideas y cuentos escritos en Israel

FILOIDEAS

Archivos de etiqueta: hebreo

EMIGRACIÓN Y ADAPTACIÓN

05 Lunes Sep 2016

Posted by cindyisrael in Notas

≈ 5 comentarios

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adaptación, amar, amigos, amor, aprendizaje, Argentina, dolor, duda, emigración, emigrante, emigrar, etapa, hebreo, historia, inmigración, inmigrante, Israel, israelíes, pasado, presente, proceso, puerta

Hace alrededor de trece años y medio que vivo en Israel. Aclaro que no soy socióloga, ni psicóloga, ni antropóloga, ni nada por el estilo. Lo que sí soy es una persona muy observadora. Haciendo memoria a mi proceso como inmigrante hasta llegar a la adaptación y habiendo estado y estando rodeada de inmigrantes, he podido notar que ese proceso es casi igual en la mayoría. Por supuesto, siempre hay excepciones, incluyendo a quienes no logran completar todas las etapas y se vuelven antes. Supongo que tiene que ver, haciendo una burda comparación, con el umbral de dolor físico. Pero, intuyo que también hay un umbral de dolor psicológico. Y es en relación a él, que algunos logran permanecer y otros no. Algunos de los que se volvieron lo hicieron a su país de origen, otros han elegido otros destinos alternativos. Desconozco si han logrado completar el proceso en esos otros países. Por lo que he hablado con gente que a emigrado a otros lugares, Israel no es el país más difícil para adaptarse. Pero hay que reconocer que sí tiene una gran dificultad. Sobre todo para quienes venimos de países americanos. Cuando uno está recién llegado, da la sensación de que acá es todo al revés, no sólo la dirección de la lecto-escritura. Yo he llegado a sentir que para poder adaptarme, debía dar vuelta mi cabeza. Haciendo un repaso, decía, he llegado a identificar las siguientes etapas:

1.- ETAPA TURISTA

     Le puse ese nombre, porque cuando somos recién llegados, aunque ya estemos en la casa que vamos a ocupar de ahí en más, aún no terminamos de darnos cuenta que bajamos del avión. Estamos en un tiempo de maravilla, el cual durará según qué tan rápido nos insertemos en la rutina. Al principio no nos sentimos ciudadanos, ni siquiera inmigrantes. Mezclado con el temor, la incertidumbre, la tristeza de lo dejado atrás, la esperanza de una mejor vida, sentimos la maravilla de lo nuevo. Cual turista que llega por primera vez a un país, empezamos a descubrirlo todo, a probar nuevos sabores, a sentir nuevos aromas y cada lugar nuevo que conocemos nos encanta y todo nos resulta curioso y raro. Si encima, como era nuestro caso, no conocemos el idioma, esa sensación, supongo, se intensifica.

2.- DUELO COMPARATIVO

     Esta etapa comienza junto con la rutina. Ya entendimos que bajamos del avión, ya tomamos consciencia de no estar de paso, ya empezamos a ir al ulpán (estudio) de hebreo, nuestros hijos (los que vinimos con ellos) ya empezaron las clases y ya hemos completado nuestros trámites (para ser reconocidos como ciudadanos, para recibir servicios de salud y bancarios). En seis meses llegará el momento de buscar trabajo, porque terminará el ulpán y por ende, el subsidio del gobierno. Empezamos a sentir más las ausencias, a extrañar. Con la nostalgia llega mucho más que el tango, llegan las comparaciones. Todo aquello que en nuestro país de origen nos parecía una porquería y que incluso llegó a ser parte de nuestros argumentos para irnos, empieza en nuestra mente a sufrir una especie de transformación. De golpe, todo lo opaco recibe brillo y esas cosas dejadas atrás con alivio en su momento, se las extraña y nos parecen maravillosas en comparación a donde estamos, donde todo nos parece una porquería y nos preguntamos como un país tan desastroso puede estar entre los primeros del mundo y por qué el país que dejamos atrás que es infinitamente mejor está entre los del tercer mundo. Nos damos cuenta que lo que en un principio nos parecía maravilloso, es todo lo contrario y todo lo vemos negativo.

3.- UNA MOCHILA PESADA

     Esta etapa suele venir de la mano de la anterior. Es la que afecta sobre todo a las parejas. El desarraigo es una mochila dura de llevar y a todos nos afecta al principio (duración de este, indeterminada y según el carácter de cada uno). Quienes vienen solos afirman que es lo más difícil, porque tienen que soportar en soledad tan dura carga. Sin embargo, estar en pareja, no sé si alivia tanto como creen. Soy testigo que aquellas parejas que ya venían con conflictos desde su país de origen, se terminaron separando aquí y aquellas que veníamos más afianzados y sin mayores problemas de pareja, los hemos tenido en esta etapa. Y es que estar acompañado no necesariamente alivia, porque cada uno tiene su propia mochila que cargar y cada uno también espera que el otro le ayude a cargar la propia ¡Pero el otro no puede! Porque está con la propia carga. Y es precisamente ese punto, el que causa el conflicto. Ambos extrañan, ambos tienen nostalgia, ambos sienten incertidumbre por el futuro y temores lógicos ante lo desconocido que está por venir. Cuando la pareja no venía con conflictos previos y hay mucho amor, es posible poner el freno a tiempo y darse cuenta de dónde está el problema para no dejarse arrastrar por él. Si hay parejas que están dispuestos a emigrar pensando que la solución a sus dificultades de pareja estará en un cambio de escenario o de vida, lamento desilusionarlos.

4.- COMENZANDO LA ADAPTACIÓN

    Esta etapa llega sólo si logramos superar con éxito las anteriores y entendemos la necesidad de adaptarnos para poder vivir más tranquilos y felices. De la mano de la decisión de querer lograrlo, llega la comprensión de esas cosas que antes no nos gustaban y que ahora, aunque no lleguen a gustarnos tampoco, somos capaces de comprender y encontrar justificación. Hay pequeños detalles que nos ayudan a sentir y a entender que ya somos parte de la sociedad. Uno de esos detalles, por ejemplo, y que yo recuerdo que hasta sentí emoción, fue votar. Recuerdo que cuando lo hicimos por primera vez ya llevábamos como tres años en el país y estuvimos de acuerdo en que entonces sí, ya podíamos decir que éramos israelíes. Aunque tuviéramos la ciudadanía desde el principio, no era un papel el que nos hacía sentir un ciudadano más, si no saber que estábamos participando de esta sociedad, sentir que estábamos colaborando con nuestro pequeño granito de arena en la toma de decisiones. Empieza una nueva transformación, una visión más equilibrada de lo que nos rodea, donde somos capaces de ver lo bueno y lo malo. También volvemos al equilibrio respecto a nuestro país de origen y entendemos que aquello que vimos opaco antes de dejarlo, realmente es opaco y desluce en comparación al país que adoptamos. Pero también rescatamos cosas que antes no veíamos o nos pasaban desapercibidas cuando vivíamos allí.

5.- LA ADAPTACIÓN

     Cuando aún nos quedan afectos en nuestro país de origen, es normal que aún los extrañemos cada tanto. Claro que nos duele cuando algo le va mal a la tierra que dejamos. Pero ya no estamos tan pendientes de ella. Si además logramos la posibilidad de viajar en algún momento de visita, esa necesidad se vuelve menos imperiosa. Ya no extrañamos los sabores y aromas (que igual disfrutaremos si vamos), porque nos hemos adaptado tanto a los de aquí, que son los que añoramos cuando estamos fuera. Por supuesto que ayuda mucho haber logrado nuevos afectos, sea en tu idioma madre o en el del país de adopción y si encima tenés más familia, bueno, muchísimo mejor. El tiempo que tarda en llegar esta etapa depende de muchos factores, que nos son necesariamente los mismos para cada uno, porque depende mucho de la personalidad y la historia de cada cual. Para mí la mayor señal de adaptación, es algo que me acaba de pasar mientras escribía, que buscando un sinónimo, pensé el equivalente en hebreo antes que en español. Y hay un detalle, que creo que también es de gran ayuda, encontrar la ciudad donde uno se arraiga y siente que es el mejor lugar del país en el que se puede estar.

     Alguna etapa me puedo haber olvidado, los profesionales puede que deseen corregirme y habrá quienes hayan vivido estas etapas quizá en otro orden o de otra manera. Quizá no vivieron todas ellas. Pero seguro que algún punto en común encontramos todos. Y eso, es uno de los puntos que más ayuda a la adaptación, apoyarse en los puntos en común en lugar de en las diferencias.

-Emigrar implica cerrar una puerta para abrir otra, el problema mayor para lograr la adaptación es cuando la puerta que dejamos atrás queda entornada. © Todos los derechos reservados.-

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ISRAELÍ E ISRAELITA NO SON SINÓNIMOS

04 Jueves Ago 2016

Posted by cindyisrael in Notas

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Abraham, Antiguo Testamento, aprendizaje, hebreo, historia, Israel, israelí, israelíes, judaísmo, judío, Leah, pueblo, pueblo hebreo, Rebeca, Sarah, sinónimo, tierra prometida, TORAH, tribus, Yacob, Ytzjak

Parece increíble, que después de que tanta gente ya se ocupó de aclararlo y de haber tanta información al respecto, hayan conceptos que se sigan confundiendo. Es por eso, que me he decidido a aportar mi pequeño granito de arena al tema. Una vez más y con la intención de que quede suficientemente claro, explicaré detalladamente la diferencia entre dos conceptos parecidos y, que sin embargo, no son sinónimos: ISRAELÍ e ISRAELITA. Para ello, echaré mano de la TORAH (cinco primeros libros del Antiguo Testamento). Cabe aclarar antes, que este libro no es un compendio de historia, ni ciencia, ni nada por el estilo. Sin embargo, sí hay algunos datos históricos que nos resultarán útiles en este caso y que pienso utilizar.

Todos habrán oído hablar de Abraham. Su historia es larga e interesante y les recomiendo leerla, si no la creen, aunque sea como literatura, pero en verdad que vale el tiempo que le dediquen. Él se caso con Sarah, con quien tuvo un hijo: Ytzjak. Este se casó con Rebeca y con ella tuvo dos hijos: Esav (Esaú) y Yacob (Jacob). La historia de ellos también la recomiendo, hay mucho para aprender de ellas, acerca de los miedos, la perseverancia, el perdón y hasta sobre estrategias. A Yacob es a quien luego Elohim (Dios) mismo llamó Israel. Su primer esposa fue Leah, con quien tuvo varios hijos, entre ellos, Yehudá (Judá). Estos hijos fueron parte de las doce tribus de Israel. Estas doce tribus, formaron el pueblo hebreo, sobre el cual podemos leer, por ejemplo, en Éxodo, donde nos cuenta la salida del pueblo de Egipto, su odisea por el desierto y su llegada a la tierra prometida. A los descendientes de Israel (Yacob) se los llamó ISRAELITAS. Es decir, hebreos e israelitas sí son sinónimos. La tierra prometida a la que llegaron es Israel. No voy a hablar de territorios ahora, de cuánto del Israel de hoy es del de antaño, porque me iría de tema. Pero queda claro, entonces, que Israelita es sinónimo de hebreo, no de judío ni de israelí. Pues los judíos sólo somos una parte del pueblo hebreo.

Ahora vamos con la explicación del concepto ISRAELÍ. Lo bueno es que es más breve y sencilla. Se trata de todos aquellos que tienen ciudadanía israelí, así de simple, sea por haber nacido en Israel o por adopción. La moderna Israel se ha fundado como un país judío, porque era necesario un país al que los judíos pudieran acceder libremente en casos de emergencia como el que hubo durante la Segunda Guerra Mundial. Un país donde nos sintiéramos protegidos y vivir nuestro judaísmo con libertad y sin miedos. Sin embargo, no sólo judíos viven en Israel. También hay musulmanes, católicos, evangélicos, bahai, etc. Por ende, israelí, tampoco es sinónimo de judío.

Hay quienes puedan creer que fui demasiado detallista y puntillosa, pero dadas las circunstancias me pareció importante escribirlo así, pues hoy leí en un periódico una nota en la cual hasta su cronista tenía esa confusión. Espero haber sido de utilidad y ayudar a desenmarañar las confusiones. 

Que tengan todos una hermosa vida.

DSC_0010

-El rollo de la TORAH (cinco primeros libros del Antiguo Testamento) se utiliza para seguir su lectura en las sinagogas. Al término de su lectura completa, se festeja anualmente Simjá Torah, una fiesta en la cual todos bailan con el rollo de la Torah pasándoselos unos a otros. © Todos los derechos reservados.-

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (5)

08 Miércoles Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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argentinos, clases, culturas, curso de hebreo, despido, diversidad, docentes, hebreo, idioma, Israel, latino, maestras, rumanos, rusos, ulpán, uruguayos

-CAPÍTULO 5-

VOLVER A LA ESCUELA

     En otro momento ya hablé de lo difícil que es aprender el idioma y mencioné muy por encima nuestro curso de hebreo (Ulpán). Luego de haberlo hecho de esta manera me quedé con cierta sensación de injusticia, semejante experiencia merece un espacio aparte y dedicado. 

     Volver a estudiar para gente de nuestra edad y con hijos, implica no sólo el esfuerzo de volver a adaptarse a una situación que ya creíamos superada, sino la responsabilidad de ser un ejemplo para nuestros hijos. Si dedicamos apenas unos minutos en casa para hacer la tarea y estudiar, con qué cara vamos a exigirles a nuestros hijos que lo hagan. Mi hermana mayor había sido un ejemplo para mí en ese aspecto, ella volvía a su casa del Ulpán y luego le dedicaba como nueve horas por día al estudio. Confieso que yo no llegué a tanto, pero sí he sido una niña aplicada, he hecho mis deberes y como ya conté en otra parte, utilicé mi gusto por la escritura para estudiar y practicar el idioma. Y, a pesar de que varias de las maestras que hemos tenido no han sido muy de mi agrado, debo decir que todas siempre se mostraron muy bien dispuestas a corregir mis ejercicios auto impuestos.

     El aula era un horno o una heladera, según la parte del mundo de la que cada uno venía. En nuestra aula, como en la mayoría de las del país, estaba formada por un gran porcentaje de rusos, algunos rumanos, un uruguayo y (aparte de nosotros) dos o tres argentinos más. Allí aprendí que los rusos no son todos rubios, eso depende de qué parte de Rusia sean, y que el idioma rumano es de origen latino y no parecido al ruso como yo pensaba. De hecho, cada vez que nuestra maestra decía algo que algún argentino no entendía y le contestaba otro argentino en español, veíamos con asombro que los rumanos habían entendido dicha explicación. Prestando atención a cuando hablaban, descubrí que tenían un acento y una manera de hablar muy parecida al italiano. Rumanos y argentinos empezamos a acercarnos un poco más a partir de entonces, algo que costó un poco más con los rusos. Ellos sabían tanto hebreo como nosotros, algunos un poco más y otros un poco menos si es eso posible, y el idioma junto a las sensaciones climáticas se convirtieron pronto en una barrera difícil de franquear. Algunos de ellos y algunos de nosotros lo hemos intentado seriamente y logramos avanzar un poco, pero no logramos establecer amistad con ninguno de ellos.

     El mayor problema que causó diferencias en el alumnado, fueron las maestras. Acostumbradas a que la mayoría de sus alumnos fueran rusos, muchas de ellas sabían hablar en ese idioma, aún no teniendo esa nacionalidad de origen ni padres que lo fueran. Con la primera que tuvimos fue un caos. Ella les explicaba algunas cosas en ruso a los alumnos y eso nos confundía a los latinos que no sabíamos si nos estaban hablando en hebreo o en ruso. A los rusos no les gustaba que les explicaran en ruso y nosotros sentíamos la desigualdad y la injusticia. Eso empezó a crear asperezas muy fuertes entre ambos grupos idiomáticos. La pobre docente, con ambos lados en contra (lo único en que logramos coincidir) terminó despedida y haciendo que los latinos nos sintiéramos mal y quisiéramos arreglar las cosas, mientras los rusos se sentían de lo más conformes con dicho despido. Esa situación lo empeoró todo, hubo gritos y acusaciones injustas de ambos lados.

     No mejoró eso la llegada de la segunda docente, que parecía ofenderse cuando alguien no entendía algo y no sólo se negaba a responder, sino que contestaba de muy malos modos a quien se atreviera. No bastó más para que estallara la revolución y una compañera y yo nos retiráramos del aula sin estar dispuestas a entrar al menos que la docente rectificara su posición. Nosotras no sabíamos lo que pasaba adentro del aula y nos enteramos después. Mientras nosotras nos declarábamos en huelga, la guerra estalló allí adentro. Al punto que la maestra sin saber cómo controlar la situación vino a disculparse con nosotras, quienes regresamos y nos quedamos sorprendidas ante el cuadro de gritos y enojos que había . El resultado no se hizo esperar, otra maestra despedida.

     Creo que hubo otra más interina mientras esperábamos la oficial, pero es obvio que no dejó huella alguna, pues no la recuerdo en lo más absoluto. Lo mejor llegó cuando no quedaba mucho tiempo para el final. Las clases fueron impuestas por dos maestras que trabajaban en días alternados ¿Resultaríamos un grupo insalubre para una sola? Excelentes ambas. Una de ellas con una capacidad de histrionismo que hacía que las clases fueran mucho más llevaderas, con mucha experiencia a cuestas tenía conocimientos de español, ruso, hebreo, inglés y hasta algo de etíope. Nos hacía reír con sus chistes y sus imitaciones de la forma de hablar de cada comunidad. Relajó la convivencia entre nosotros que terminamos siendo no amigos, pero sí buenos compañeros. Nos cargaba a los argentinos, porque decía que siempre decíamos MAÑANA y nos alentó a que no perdiéramos la buena educación que traíamos y a servir de ejemplo a un pueblo que no solía conservar ciertas costumbres como decir por favor, por ejemplo.

     En cierta medida el Ulpán fue un parto, pero la experiencia y lo aprendido no sólo a nivel idiomático si no de convivencia y diferencia de culturas, así como muchos otros conocimientos y vivencias es un bagaje cuyo enriquecimiento no cambiaría por nada del mundo.

EN LA VARIEDAD ESTÁ EL GUSTO.-

© Todos los derechos reservados.-

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (3)

06 Lunes Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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angustia, aprender, aprendizaje, curso de hebreo, dibujos, hebreo, idioma, Israel, letra hebrea, letras, ulpán

-CAPÍTULO 3-

DIBUJOS NO, LETRAS

     Llegamos a Israel con un mínimo conocimiento de hebreo. Sabíamos las letras (escribirlas y leerlas), aunque nos parecían dibujitos, y lo siguieron pareciendo durante algún tiempo. También conocíamos unas pocas palabras y aún menos expresiones equivalentes a: no entiendo hebreo, no hablo hebreo y no sé hebreo y, como es de suponer, también sabíamos que en hebreo se lee y escribe al revés. En nuestra ingenuidad pensamos que al día siguiente, o como mucho una semana después, empezaríamos el ulpán (curso de hebreo que dura casi 6 meses); pero esa fue otra de las sorpresas que nos esperaban, no lo empezamos hasta un mes y medio después.

     Vivir durante un par de meses en un país donde no se conoce el idioma, no es sencillo. Hasta que pudimos aprender palabras diferentes a las que son iguales al español (limón, té, café, banana, etc.), tuvimos que manejarnos por señas y hasta sonidos tales como: muuuu, cocorocó y otros por el estilo. Tratar de comprar queso para rallar comprometió nuestra dignidad con los gestos que nos vimos obligados a hacer y sobre ello hay todo un cuento escrito por mi marido. La cantidad de anécdotas que tenemos con el idioma nos obligaría a que sólo ellas conformaran un libro, pues son muchísimas. Algunas ya les he contado tantas veces que temo que se gasten.

     Mientras nosotros esperábamos para empezar el curso de hebreo, mis hijos comenzaron sus clases escolares. Dani, el menor, iba al jardín del kibutz* durante 8 horas. Eso y el hecho de que no tuviera más de dos años de haber empezado a hablar el idioma español, hizo que lo absorbiera antes que ninguno de nosotros y que mezclara los idiomas al hablar de una manera que nos resultaba divertida y tierna. Al principio la comunicación con él se hizo difícil. Había cosas que él sólo sabía decirlas en hebreo y nosotros aún no sabíamos nada. A medida que Ezi, el mayor, empezó a aprender, fue un alivio para nosotros. No fue fácil tampoco para él. Vino en contra de su voluntad y se declaró en rebeldía. Logramos que saliera adelante con la ayuda de otra inmigrante que era maestra de hebreo y que vivía a pocas casas de distancia de la nuestra. Hoy día ambos nos corrigen cuando hablamos mal, nos ayudan a hablar por teléfono (es algo que poco a poco vamos logrando, pero aún nos cuesta) y se ríen de nosotros cuando cometemos errores. El mayor llegó a avergonzarse de mí alguna vez, lo cual me causó mucho dolor, pero ambos hemos superado juntos esa etapa. El más chico piensa en hebreo, aunque durante un tiempo él lo negó, se nota porque traduce cuando habla y algunas expresiones y palabras nos resultan muy graciosas. Pero no nos reímos de él, si no con él. Actualmente ya reconoce que es verdad que piensa en hebreo. Hoy mismo me sorprendió, cuando lo escuché decirles a su abuela y a su tía que en Argentina es todo al revés. Lo mismo que nosotros sentimos al llegar aquí sobre Israel.

     La primera vez que fuimos al ulpán nos dividieron en dos grupos: los que no sabían ni las letras, y los que sabíamos algo. La idea era no aburrirnos aprendiendo lo que ya sabíamos. Estudiar en el ulpán fue como participar en una maratón de postas. Porque tuvimos 5 maestras distintas y porque la forma de enseñarnos los verbos era diciéndolos rápido y obligándonos a conjugarlos a gran velocidad. Hubo momentos en los cuales resultaba tan angustiante que más de uno (todos adultos) terminamos llorando en algún momento. Por mi parte trataba de aplicar lo aprendido en casa, con el diccionario al lado y escribiendo relatos en idioma hebreo. Logré sorprender a mis maestras, no sólo porque llegué a escribir bastante bien algunos de ellos, sino también porque mis errores daban lugar a extrañas aseveraciones, como la vez que terminé uno de esos escritos diciendo que mi papá antes fue mujer. Debo confesar que estudiar en el ulpán fue casi como un parto para mí, aunque tanto mi esposo como yo terminamos con bastantes buenas notas (las de él mejores que las mías).

     Para un adulto es siempre más complicado y nosotros, a pesar de tener ya ocho años y medio en el país, seguimos aprendiendo más y más cada día. Una de mis compañeras de trabajo se ríe cada vez que me pongo contenta por haber aprendido una nueva palabra que la mayoría de veces ella misma me enseña. Aún estoy lejos de poder leer un libro o llenar un crucigrama (no pierdo las esperanzas); y de las noticias en los diarios, parte entiendo, otra parte adivino y la mayor parte no entiendo ni jota. Pero hay una frase popular que dice: persevera y triunfarás, así que sigo esperando el triunfo mientras persevero tozudamente.

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© Todos los derechos reservados.-

*Kibutz: granja comunitaria, actualmente funcionan más como barrios cerrados.

Escrito en Nahariya, Israel, en el año 2011.

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CRONICAS DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (1)

04 Sábado Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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Aco, Ako, Alejandro Lerner, amigos, curso de hebreo, familia, gente, hebreo, Israel, jaula, Nahariya, paseos, perro, recital, tráfic, ulpán

 -CAPÍTULO 1-

 HACIENDO AMIGOS

     La ventaja de venir a Israel en un plan como el nuestro, es la mayor facilidad para conocer gente que optaron por lo mismo y con quienes podremos compartir nuestras experiencias. El hecho de que seamos vecinos y en un kibutz*, facilita el acercamiento.

     Al lado nuestro vivía una familia uruguaya compuesta por dos nenas, un bebé y los padres. Cuando me enteré me alegró pensar que tendría con quien tomar mate, pero estos uruguayos eran la excepción que confirma la regla ¡y no tomaban mate! Aunque la manera de hablar de ellos era muy similar a la nuestra, cada tanto surgían expresiones o palabras que nos causaban gracia: como la vez que la madre de los chicos, sabiendo que su marido y ella se retrasarían, me pidió que le avisara a la hija mayor que tenía la comida pronta en la heladera. Me divirtió la idea de que la comida estuviera apurada. Ellos habían llegado el día anterior y ella estaba dispuesta a probar todos los nuevos sabores que este país le ofrecía. Así que, cada vez que iba al colbo (como un almacén autoservicio donde hay de todo) compraba algo nuevo y bastaba que yo pasara por debajo de su ventana para que me diera a probar. El padre de familia no tardó en alquilar un automóvil, aprovechando que por unos meses podía utilizar el registro que traía de su propio país. Alquilaba una especie de tráfic y varios nos apuntábamos. De esa manera pudimos pasear con amigos y disfrutar mucho, además de conocer algunos lugares cercanos a donde vivíamos. Uno de los paseos que más recuerdo y donde más disfrutamos todos, chicos incluidos, fue a una especie de balneario a orillas del lago Kineret (Mar de la Galiliea), que tenía piletas y toboganes de agua.

     Al lado de los uruguayos y a dos casas de nosotros, vivía un tucumano casado con una mendocina, una niña un año menor que el menor mío y un perro policía. No los conocimos en el kibutz, sino en el aeropuerto. Aunque viajaron en otro avión, llegaron el mismo día y casi a la misma hora. Nos dieron un susto bárbaro por un minuto que luego recordaríamos siempre entre risas. Tenían la jaula con el perro junto al transporte que los llevaría a ellos al kibutz. Nunca entendí por qué si íbamos al mismo lugar no viajamos juntos. Cuando vemos que están por abrir la jaula del perro. Pensamos que estaban locos, semejante tamaño de perro, después de tantas horas de encierro, podía hacer terribles descalabros y comernos vivos a todos. Para nuestra sorpresa, Orión (así se llamaba), salió mansamente de su jaula y no dijo ni mu. Además de que había sido sedado para soportar el viaje, era el perro más tranquilo que vi en mi vida, si lo escuchamos ladrar una vez, creo que fue mucho. La amistad con ellos se hizo estrecha y continuó con los años. Vivimos juntos muchas cosas y algunas divertidas anécdotas que mi marido ya se ocupo de relatar en sus cuentos. El hecho de que cada uno haya ido a vivir a ciudades diferentes nos distanció un poco. Pero el cariño está intacto y cada tanto nos vemos o nos hablamos, aunque el tiempo que representa cada tanto es tristemente cada vez mayor.

     En una de las charlas que dieron en la Sojnut (la agencia judía) para los que íbamos a venirnos, nos presentaron a una pareja de recién casados que viajaría el mismo día que nosotros. No sabíamos que también tenían el mismo destino. Compartimos el viaje en avión, pero no estuvimos juntos en el aeropuerto. Fue una sorpresa encontrarlos en el kibutz. A ella le costó adaptarse, todo lo veía negativo a pesar de que éramos muchos los que tratábamos de ayudarla para que viera las cosas de otra manera, no tardó muchos años en volverse a Argentina. Él vive en Tel Aviv, una vez por año nos visita, suele recordarnos y felicitarnos por nuestro aniversario de israelíes y cada tanto nos hablamos, sobre todo para contarnos las novedades importantes que surgen en nuestras vidas. Fuimos juntos, durante un tiempo al ulpán (curso de hebreo) y alguna de las anécdotas vividas con él también fue escrita por mi esposo.

     Otra pareja de recién casados había llegado varios meses antes que nosotros. Aún no tenían hijos ni ella estaba embarazada cuando nos conocimos, pero les encantaban los chicos. Varias veces ella me hizo el favor de cuidarme los míos, los cuales disfrutaban muchísimo con ellos. Poco a poco él empezó a aprender más sobre religión con los ortodoxos y se fue metiendo más y más con ellos. Hoy día son una familia compuesta por cuatro niños, otro en camino y ellos, ortodoxa. Muy de vez en cuando nos hablamos por teléfono, aunque viven en Aco que está a sólo 10 minutos de Nahariya, nos vemos aún menos. Fuimos una vez a cenar a casa de ellos y sus hijos se encariñaron en seguida con nosotros, son muy dulces, y tienen pendiente una visita a nuestra casa en la que prometimos ponerles todo descartable.

     Ellos llegaron después de unos meses de haberlo hecho nosotros. Una familia compuesta por dos argentinos y dos venezolanitos hermosos. El mayor de sus hijos se hizo enseguida amigo del mayor nuestro. Vivieron doce años en Venezuela antes de venirse. Se adaptaron muy bien en seguida, ella venía con un excelente nivel de idioma y no tardaron casi nada en encontrar ambos un buen trabajo. Sin embargo se volvieron a Argentina, más que nada sentían la necesidad de la familia. Allí también encontraron pronto trabajo y finalmente volvieron a Venezuela. Sigo en contacto con ella a través de Facebook y cada vez que veo la foto de sus hijos me sorprendo al ver lo grandes que están.

     Éramos varias familias, y no nos hicimos amigos de todos, aunque con algunos tuvimos más afinidad que con otros. Hay con quienes nos llevábamos más, pero no profundizamos. Tuvimos sorpresas, como que gente a la que apreciábamos terminaran siendo más amigos de mi hermana y mi cuñado. O encontrarme con alguien con quien me había encariñado muchísimo en el recital de Alejandro Lerner fundiéndonos en un gran abrazo. Hay afectos que se han quedado para siempre en un rincón de nuestro corazón, pero con los que por esas vueltas de la vida, no seguimos el contacto. Para todos ellos y los que no mencioné pero saben que los quiero, un abrazo enorme y todo mi cariño.

CLARITA, ORIÓN Y DANI EN EL KIBUTZ JOKUK.-

-Mi hijo menor con la hija de unos amigos y Orión. © Todos los derechos reservados.-

*Kibutz: granja comunitaria, actualmente funcionan más como barrios privados.

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YO MARCO 1

27 Jueves Nov 2014

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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español, hebreo, idioma, impaciencia, marcar, operadora, paciencia, teléfono

    Una de las dificultades de vivir en un país con un idioma diferente al de uno, radica en hablar por teléfono. Las operadoras de los distintos organismos suelen hablar a toda velocidad, como si las persiguiera un asesino peligroso. Nunca entendí el por qué de tanto apuro y cuando se les pide que hablen más lento nos encontramos con alguna de estas dos opciones:

      Operadora 1: pero si yo estoy hablando lento (obviamente sigue hablando a la misma velocidad).

     Operadora 2: sí, sí, sí, disculpe, hablaré más lento (lo hace con las 5 primeras palabras, luego vuelve a tomar carrera ¿estarán entrenando para alguna maratón?).

      Lo más común es pasar por estas situaciones cuando hay que pedir algún turno médico. Algunos se pueden pedir por Internet, pero para eso tenés que tener la clave que ellos mismos te dan y no todos la tenemos. Así que debemos pasar por algo así:

     “Usted se ha comunicado con el servicio de atención al cliente de Cargadalit, si quiere que le hablemos en hebreo marque 1, si quiere que le hablemos en ruso marque 2, si quiere que le hablemos en árabe marque 3, si quiere que le hablemos en esperanto marque 4, si quiere que le hablemos en quechua marque 5…” Como de todas esas opciones con lo que mejor me manejo es con el hebreo, marco 1.

     “Si quiere cambiar al servicio más caro de Cargadalit marque 1, si usted aún no es uno de nuestros clientes y desea serlo marque 2, si usted quiere cancelar nuestro servicio espere sentado que parado se va a cansar, si quiere pedir un turno le recordamos que puede hacerlo a través de Internet en vez de molestarnos a nosotros, en la página de Cargadalit www.cargadalit.il, si igual insiste con interrumpirnos el café de la mañana marque 3″ Bueno, esta vez marco 3, pero conste que porque yo quiero. A esa altura empiezo a perder la paciencia.

“Si quiere pedir un turno para el pediatra llame al teléfono 04-9xxxxxxxx, si quiere pedir un turno con las enfermeras marque el número 04-9yyyyyyy, si quiere pedir un turno con el médico de cabecera marque 1, si quiere pedir turno con un especialista marque 2, si quiere darnos un regalo porque le ponemos linda música de fondo puede enviarlo a nuestra casilla de correo”  En fin, el 2 ahora ¿lo conseguiré?

“Si usted quiere pedir un turno con fisioterapia o rehabilitación marque 1, si quiere pedir con el oculista marque 2, si quiere pedir con el fonoudiólogo marque 3, si quiere saber si la chancha tuvo cría marque 4, si quiere que le repitamos todo otra vez marque 5” Marco 5, porque me perdí y ya no me acuerdo lo que debo marcar.

“Todo otra vez. Si no le sirven ninguna de las opciones dadas, escriba su número de documento marcando numeral al final y aguarde y será atendido”. ¡¡¡Aguardo, aguardo!!!

“BuenosdíassoyGretaenquépuedoayudarlo” ¿Eh? Ah, Greta, buenos días. Necesito un turno para el pacientólogo, llamaba para otro, pero ustedes me hicieron perder la paciencia y ya no me acuerdo para cuál llamaba, pero que sea por la mañana, por favor.

“Paraelpacientólogotengoturnoparalas5delamañanaparaeldía25dediciembredelaño2016” ¿No hay nada para antes? Si necesito ese especialista es porque soy incapaz de esperar. “Sí,hayunoparalas23horasdehoymismo” Te pedí por la mañana. “PorlamañananotengonadaantesdelturnoqueledijeenNaharía” ¿Y fuera de Naharía? “Tengounoparalas8delamañana,mañanamismoenJerusalem”. Respiro hondo, matar está penado por la ley, así que trato de calmarme, calculo cuándo tengo que salir para llegar a las 8 de la mañana a Jerusalem, tendría que tomar un tren a las 4:30 ¿habrá trenes a esa hora? Decido tomarlo, como sea llegaré a tiempo. Saludo a Greta acordándome de toda su familia pero no se lo digo y amenazo a mi marido con que la próxima vez llamará él. Él le tira la pelota a mi hijo mayor, mi hijo mayor se la pasa a mi hijo menor, el menor a la gata que patea adentro de la pecera más grande y gooooolllllllll… Ah, no, ya me fui de tema, es que quedé algo confundida, disculpen. Si quieren dejar de leer marquen 1.

FOTOS.- 2164CMA

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21 de junio de 2013

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ME SOBRAN SENSACIONES Y ME FALTAN PALABRAS

26 Miércoles Nov 2014

Posted by cindyisrael in Vivencias

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Etiquetas

hebreo, idioma, inmigración, letra hebrea, letra hei, traducción

Ayer; mi familia compuesta por mis dos hijos, mi marido y yo, nos dirigíamos a la casa de unos amigos que viven camino a la playa. Yendo hacia allí, uno inevitablemente ve el mar de frente. Estaba hermoso y me salió expresarlo en hebreo… pero mal. Quise decir algo tan simple como: ¡¡¡Qué lindo el mar!!! y dije algo equivalente a: ¡¡¡Qué lindo a el mar!!! Mi hijo mayor que como buen adolescente siempre está al pendiente de cualquiera de mis errores, me dijo: ¿Cómo “qué lindo a el mar”? Sin perdida de tiempo reparé mi error y lo dije correctamente. Me quedé pensando unos segundos, porque no es la primera vez que cometo dicho error y ya llevo viviendo en Israel 7 años y medio, y me di cuenta que el problema es que como siempre tengo la sensación de que en hebreo me faltan palabras, termino agregando de más palabras que no van. Cuando así lo expliqué, mi hijo mayor me respondió: “TE SOBRAN SENSACIONES Y TE FALTAN PALABRAS”. Me encantó la frase, aunque luego él la cambió diciendo que teniendo en cuenta que yo suelo agregar palabras que no van, en realidad me sobran sensaciones y palabras. De alguna manera tiene razón, aunque en lo que a mí respecta y a propósito de esta reflexión, la primera versión es la más indicada. En hebreo hay palabras que se dan por sobreentendido, de esta manera no decimos, por ejemplo: ME COMPRÉ UNA CARTERA, decimos algo así como: ME COMPRÉ CARTERA y el una se da por entendido. Con el verbo ser en presente es lo mismo, no decimos, por ejemplo: YO SOY MAMÁ, decimos: YO MAMÁ. Así, si tenemos que decir una frase tan sencilla como: ÉL ES UN NIÑO HERMOSO, diremos: ÉL NIÑO HERMOSO y todos entenderán qué estoy diciendo. Eso hace que una se sienta hablando como india, incluso a pesar del tiempo. Y el problema es que hay cosas que no podemos evitar traducir. Claro que eso ya no me pasa con expresiones simples y cotidianas, las cuales ya me salen solas en hebreo. Pero hay cosas que una no usa tan a menudo, y ahí empiezan los problemas. Me suele pasar cuando tengo que enfrentarme a algún trámite, por ejemplo, que nunca hice antes. Siendo un tema que no manejo, desde el momento que sé que tengo que hacer dicho trámite, así sea una semana antes, empiezo a armarme mentalmente la frase que tengo que decir en hebreo, por supuesto traducción mediante. Cuando hay alguna palabra que me falta, recurro a mis hijos. Una vez que tengo armada la frase, me la paso repitiéndola todo el día e incluso en sueños y duermo mal hasta el día que tengo que ir. Cuando dicho momento llega, voy con tiempo, caminando despacito y repitiéndome la frase sin parar, palabra por palabra. Cuando al fin llego al lugar y me atienden, estoy tan tensa por la situación nueva, que digo lo que tengo que decir con todos los errores habidos y por haber que quería evitar. Menos mal que aquí están acostumbrados a los inmigrantes, y entienden a pesar de las equivocaciones. Sueño con el día que ya no tenga que pensar cada palabra, que mi hebreo sea tan fluido que ya ni me asombre de la facilidad con que lo hablo. Mientras tanto, mi vida estará llena de anécdotas idiomáticas que me harán pensar y reír, como ayer.

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17 de julio del 2010

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