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FILOIDEAS

~ Mis opiniones, ideas y cuentos escritos en Israel

FILOIDEAS

Publicaciones de la categoría: Vivencias

CARTA ABIERTA

06 viernes Jul 2018

Posted by cindyisrael in Vivencias

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afecto, amiga, amigas, amistad, amor, óxido, blog, cariño, carta, carta abierta, comfusión, corrupción, dolor, egoísmo, engaño, espada, heridas, ideas, Internet, Israel, mentiras, odio, opinión

Carmiel, Israel 05/07/18

     Querida Vos:

hoy te estaba pensando y me dieron ganas de decírtelo. Quizá no te importe que yo te tenga en cuenta. Por algunas cosas tuyas que leí en Internet, sé que te soy indiferente. No te importo, tal vez incluso me hayas olvidado. Nos teníamos de contacto en Facebook, aunque hace mucho que no hablamos.

Cuando vivía en Argentina compartimos muchas cosas juntas… Contaste conmigo para tantas cosas… Y yo te consideraba mi amiga. A vos te conté cosas que no le conté a cualquiera. Sin embargo, pese a todo ese bagaje que nos une, cuando te contaron mentiras sobre el país que me recibió con los brazos abiertos y que adopté como propio, no te acordaste de mí. Sencillamente no se te ocurrió hacer algo tan sencillo como escribirme, pedirme mi versión, escuchar la otra campana. Elegiste creer sin dar lugar a la menor duda todo lo que te contaron. No te alcanzó con eso, sino que te formaste una opinión llena de odio que compartiste públicamente. Mientras lo hacías no pensaste en mí, no me tuviste en cuenta, no te importó clavarme en el medio del pecho una afilada y dolorosa espada. Te aconsejaría que renueves su hoja, porque aunque está afilada, el hecho de que sea del Medioevo la ha corrompido con mucho óxido.

Sé que esta carta suena a reclamo, y sin embargo no lo es. Más bien es la exteriorización del dolor para evitar que se me enquiste. Porque no quiero parecerme a vos y llenarme de odio. Es por eso que aprovecho para decirte algo que quizá te sorprenda: aunque me hayas olvidado, aunque no te importe lastimarme, así y todo yo aún te quiero mucho. Pareciendo incluso tonta ante tus ojos y a los de otros que llenándose de odio se creen muy piolas. Así que, como soy así de tonta, aquí estoy para cuando me necesites. Siempre que esté en mis manos podrás contar conmigo. Y no te preocupes por la herida de la espada, tengo experiencia en cicatrizar heridas.

Con cariño

Cindy.-

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EL AMOR ES CONTAGIOSO

20 martes Mar 2018

Posted by cindyisrael in Vivencias

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amor, aniversario, blog, experiencia, familia, hijos, ideas, Internet, opinión, pareja, sueños, vida

Veinticinco años se dicen más rápido de lo que se viven. Aunque a veces me da la sensación de que no fue hace tanto. Sobre todo cuando mi marido y yo estamos solos y nos miramos sintiéndonos como si aún estuviéramos de novios. Dentro de más o menos una semana cumpliremos nuestras bodas de plata, tanto y tan poco (según cómo se mire).

Comenzamos nuestra familia de a dos y hoy somos cuatro, una gata y varios peces. Ahora cada vez vamos teniendo más espacios de soledad, volviendo a ser dos. Más que necesitar una adaptación es como un re-aprendizaje. Y qué lindo está siendo ese camino. Con cuánta paz estamos aprendiendo a afrontar cosas que antes nos preocupaban.

En un mundo cada vez más inundado de odio, qué bueno es encontrar en nuestro hogar un refugio de amor; donde el desprecio, la humillación, la maldad, la miseria humana y el maltrato no existen. Y qué impotencia genera a veces no poder trasladar la paz que trasmite ese amor a otros que no lo están pudiendo tener.

A veces me gustaría tener poder de convicción (ese súper héroe no existe, que flojos han estado los creadores de estos personajes). Si pudiera trasladar mi experiencia, explicar cuánto mejor se vive con amor que con odio o resentimiento, lo maravilloso que es encontrarle lo positivo a quienes nos rodean en vez de buscar en qué podemos criticarlos…

Quienes buscan la felicidad no entienden, que la felicidad no se encuentra, se genera. Son esos momentos en los que somos capaces de disfrutar hasta de las nimiedades. Cuando valoramos la existencia de aquellas cosas o seres que normalmente no percibimos. Qué lindo es tener aún la capacidad de asombrarse por la forma de algunas flores, por colores que encontramos en la naturaleza o por un pequeño gesto que nos había pasado desapercibido.

Si somos capaces de trasladar esa capacidad de asombro y de maravillarse a nuestro hogar, con nuestros hijos, con nuestra pareja, el amor se renueva cada día. Y estoy convencida que el amor es contagioso. Si somos capaces de amar a quienes tenemos más próximos, podremos amar a otros. Y quienes son amados aprenden a amar.

Me hago cargo que soy la reina de las utopías, no es la primera vez que transcribo una en el blog. Pero si en vez de hacer virales noticias superfluas o llenas de dolor pudiéramos hacer viral el amor, otro gallo cantaría.

Mientras me conduelo con el dolor que se vive en el mundo con distintos temas, me concentro en el amor que vivo en mi casa y trato de trasmitirlo, en un festejo anticipado, brindando con agua para llegar entera a tan especial fecha la semana que viene. Brindo de paso con ustedes, para que me ayuden a contagiar el amor a todos ¡Salut!

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-Foto tomada por mi hijo menor en el Rosedal de Buenos Aires

durante nuestra visita en el año 2013-

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HOY COMO AYER

14 martes Nov 2017

Posted by cindyisrael in Vivencias

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cumpleaños, dedicatoria, esposo, feliz cumpleaños, hijo, hijo mayor, madre, mamá, marido, padre, padres, papá

Hoy mi hijo mayor cumple 23 años, todavía me cuesta creerlo ¿Cuándo pasó? Hace unos días, en Facebook, saqué a relucir una nota que escribí cuando cumplió los 19. A mí marido le gustó tanto que me pidió que la compartiera en el blog, así que aquí está, a pedido. Dedicada a mi príncipe mayor en su cumpleaños y a mi esposo que hoy cumple también 23 años de ser papá por primera vez, como yo de ser madre:

Cuando nos embarazamos por primera vez, empezamos un largo y maravilloso camino, el de la maternidad. Tiene sus momentos duros, difíciles, pero también momentos hermosos, llenos de ternura, aprendizaje y sobre todo y en todo momento: mucho amor.
Cuando Ezi, mi hijo mayor, era chiquito, me encontré en el colectivo con una señora que viajaba con su hija algunos años más grande que mi nene. Me dijo algo que me dolió en el alma, sobre todo pensando en su hija: «disfrutalo mucho, porque después se hacen más grandes y ya no tienen tanta gracia» (no me acuerdo si fueron las palabras exactas, pero sí la idea). Me quedé mirándola mientras pensaba: «no me gustaría ser tu hija». Luego le respondí: «cada etapa tiene algo para que disfrutemos con ellos, todas las etapas de nuestros hijos son hermosas».
Cuando Ezi tenía sólo unos días de nacido en el hospital, una enfermera envidiosa, viendo lo maravillada que estaba yo con mi primer hijo me dijo: «los chicos que son tan lindos de bebés, cuando crecen se ponen feos. Lo sé, pasó con unas sobrinas mías». No podía creer que le estuviera diciendo eso a una primeriza, recién operada y que estaba disfrutando de su bebé. Ezequiel creció y es hermoso, y aunque no lo fuera para otros, siempre sería bellísimo para mí, porque lo veo con ojos de mamá.
Ezi cumplirá 19 años el jueves que viene, y con él, yo cumpliré 19 años de ser mamá. Estoy muy orgullosa de él, ya es un hombre sensato, sano de cuerpo, mente y alma. Cada etapa, como le dije a la señora del colectivo, la disfruté. Y aunque a veces sus pavadas me hacen enojar, también me hacen reír. Soy feliz cuando me propone salir a caminar juntos y tenemos esas conversaciones que se convierten en consejos de mamá a hijo y a veces también de hijo a mamá. Algunos de los consejos, parece que los despreciara, pero yo sé que los atesora y guarda cada una de mis palabras, porque en algún momento, siempre salta una demostración de que lo hizo. Y disfruto cuando vamos a tomar algo los dos juntos o cuando aún me pide que lo acompañe y busca mi apoyo.
Mi hijo ya es un hombre, y aún no terminé de adaptarme a su adolescencia que ya está empezando a salir de ella y a despegarse cada vez más de mí. Y aunque el despegue sea doloroso, eso también lo disfruto, porque sé que puedo confiar en él y que él sabe bien que estaré aquí, siempre para él.

MI PICHÓN MAYOR

-Mi hijo mayor y yo, cuando tenía sólo 5 días de vida. Evidentemente, la foto no la tomé yo.-

© Todos los derechos reservados.

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TODO TIENE UN FINAL, TODO TERMINA

26 lunes Jun 2017

Posted by cindyisrael in Vivencias

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abuelos, aprendizaje, blog, cierre, comienzo, etapa, etapas, experiencia, familia, hijos, ideas, madurez, nietos, opinión, sabiduría, sueños, vida

Todo concluye al fin,

nada puede escapar…

Todo tiene un final, 

todo termina…

Presente de Vox Dei.

    Y sí, en esta vida nada es eterno. Vivimos entre etapas que se cierran y otras que comienzan. Hablando de esto con mi marido el otro día, me comentaba que cuando una etapa termina, da la sensación de que se acaba todo, como que después no hay más nada. Y es cierto. Es una sensación como de vacío, de encontrarse frente a un abismo. En ese momento estamos frente a dos opciones, o nos dejamos caer o aprendemos a volar. Y es que en realidad, aunque lo parezca, no hay tal vacío, no hay abismo. Hay un camino nuevo, diferente, que tendremos que enfrentar, conocer y empezar a transitar. Da miedo, todo lo nuevo da miedo. Aunque lo vivamos como una aventura; lo desconocido, no saber qué vendrá ni cómo, asusta. 

     Que los que estén terminando una etapa sean nuestros hijos, nos duplica todas las sensaciones. Por su futuro, y porque cada etapa que ellos cierran es otra que cerramos nosotros, marcándonos además el paso del tiempo. Y es que «nosotros los de ayer, ya no somos los mismos«. Nos vemos en la situación de querer ser los padres que ellos necesitan en ese momento y en el que viene, queremos darles nuestro apoyo, nuestro aliento, mientras tratamos de adaptarnos a lo nuevo. Y junto con eso, nuestros cambios físicos, hormonales, nuestro mirar diferente que viene de la mano de la madurez. Porque algunas de esas etapas que nuestros hijos cierran, llegan junto con cambios que nos trastornan, sobre todo a las mujeres. Y es difícil, pero no imposible, enfrentarlo todo.

Mi hijo menor terminó hace poco su escolarización. Ya no tengo más hijos en edad escolar. Ahora dejará el nido para empezar un nuevo proyecto en su vida, vendrá a casa cada dos semanas y el nido se va sintiendo vacío cada vez más vertiginosamente. Una persona a la que quiero mucho, me dijo hace unos días: «ahora empieza otra etapa, la de estar solos tu marido y vos. Aprovechen esa independencia, disfrútenla, luego vendrán los nietos y ya no habrá más independencia otra vez». Y no es que ella vea los nietos como un estorbo, en absoluto, los ama muchísimo. Simplemente, es otra etapa de la vida. Y siempre pensé eso mismo. No es que una etapa sea mejor que otra, todas deben ser disfrutadas.

El problema es que cuando al fin nos adaptamos del todo a la etapa transitada, cuando ya nos sentimos totalmente cómodos y felices en ella, se termina y empieza una nueva. Y el proceso debe volver a empezar. Ya lo dijo el Eclesiastés: 

Sale el sol y se pone el sol,
y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.
 El viento sopla hacia el sur,
luego gira hacia el norte; y girando sin cesar,
de nuevo vuelve el viento a sus giros.
 Todos los ríos van al mar,
pero el mar no se llena.
Al lugar de donde los ríos vinieron,
allí vuelven para correr de nuevo.

Y es que las etapas son como todo en la vida, como las olas, van y vienen. Unas se rompen contra las rocas y se retiran, mientras otras nuevas olas van llegando. Algunas son parecidas, pero cada ola es distinta a la anterior. Por eso no podemos vivir todo de la misma manera, o no deberíamos. Que cada nuevo ciclo tenga algo distinto al que pasó nos enriquece emocional y espiritualmente. Si sabemos aprovechar cada momento, con cada etapa, iremos adquiriendo un poco más de sabiduría. Por eso a mí no me gusta hablar de vejez, si no de madurez. Porque la fruta madura se cae, pero nosotros no. Aunque nuestro cuerpo nos de señales claras de que esa madurez va dejando en nosotros huellas y marcas. Porque siempre podemos ser un poco más sabios, siempre habrá algo nuevo que aprender. Quienes ya son abuelos, aprenden muchísimo de sus nietos. Y es un ida y vuelta, un yo te enseño y de vos aprendo. Y a los padres también nos pasa, y si encima hemos emigrado a un país con un idioma distinto al nuestro, es aún más claro todo lo que aprendemos de ellos.

Yo estoy en ese momento ahora, en el de transición entre etapas. Dispuesta a enfrentar lo que venga con optimismo e incertidumbre a la vez. Mis hijos ya despliegan sus alas, y nosotros también, de otro modo. Unas alas un poco más pesadas y cansadas que las de ellos, pero que aún cumplen su función. Porque seguimos teniendo proyectos e ideas y los sueños, queridos lectores, son la mejor poción de rejuvenecimiento. Así que, acá mi propuesta para ustedes y para mí: ante cada nueva etapa, renovemos los sueños.

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (7)

12 domingo Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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ascensor, autobús, balcón, centro, Ciudad, costa, departamento, Israel, Jedera, playa, rusos, tren, viajes

-CAPÍTULO 7-

JEDERA, LA CIUDAD RUSA

     Cuando decidimos mudarnos del kibutz* a una ciudad, barajamos varias opciones. Lo principal en ese momento para nosotros era acercarnos al centro del país, donde habría más posibilidades de conseguir trabajo. La ciudad elegida fue Jedera, ubicada en el centro del país pero considerada parte del norte. Además de elegirla por su ubicación, nos ayudó a decidirnos el hecho de que mi tía vivía allí y parecía enamorada de la ciudad. Hoy por hoy mi tía sigue ahí, esta adaptada a ella y creo que la sigue amando. Para nosotros no fue igual.

     Cualquiera que lee el título de este capítulo, puede aducir que rusos hay en todas las ciudades y que en general suelen ser mayoría. Sin embargo como en Jedera no he llegado a ver. Apenas llegados a la ciudad, nos cruzamos con gente en la calle que nos preguntaba la hora o la calle directamente en ruso. Con mi marido comentamos que quizá nos habíamos equivocado y sin darnos cuenta ya no estábamos en Israel, sino en Rusia. Los negocios del centro tenían en su mayoría carteles sólo en ruso, ni siquiera traducidos al hebreo.

     Luego de haber vivido en el kibutz, un lugar donde a menos que tuvieras auto propio era difícil entrar y salir con libertad, Jedera nos parecía el paraíso. Acostumbrados a caminar, que tuviera que andar varias cuadras para comprar una leche no me representaba un gran problema. La zona era hermosa, el departamento al que nos mudamos era nuevo y estaba en muy buenas condiciones, tenía ascensor y balcón.

     Mis hijos se hicieron amigos de nenes vecinos casi enseguida y bajaban a jugar sin miedo. El mayor inconveniente que tuve al poco tiempo de haber llegado fue el jardín de infantes de mi hijo menor. Acostumbrada al kibutz, donde mi hijo iba y volvía solo al jardín, tener que tomar un autobús para llevarlo me complicaba un poco, aunque no era nada muy grave. En el jardín conocí una abuela argentina que al poco tiempo me contrató para retirar y cuidar a su nieto. Mi marido, ingeniero mecánico, aún no podía conseguir trabajo en su profesión por causa del idioma. Tuvo que trabajar como operario, ocupación que consiguió en alrededor de un mes.

     El pre-escolar de mi hijo menor fue más complejo. No por las maestras, nada tengo que decir de ellas. Si no por la ubicación del jardín de infantes. Por un lado era una ventaja, era más cerca de casa y ya podía llevarlo a pie, pero un gran tramo era camino de tierra y en época de lluvias era casi imposible el paso, por lo cual mi nene terminó faltando bastante, aunque eso no lo perjudicó. La temporada húmeda en Israel es corta. 

     Jedera es una ciudad ubicada a orillas del Mediterráneo y como tal tiene playas, hermosas por cierto. Recomiendo a quienes vayan, si eligen meterse en una especie de piletones que forman las rocas, tengan cuidado. Allí suelen alojarse unos peces minúsculos, difíciles de ver a simple vista, que muerden. He salido con la pierna sangrando un poquito de allí. Llegar a la costa, si no se tiene auto o no se vive muy cerca es otro tema. En la semana hay autobuses, pero los fines de semana no queda otra que tomar un remís de ida y otro de vuelta, lo cual no es nada barato.

     Por aquel entonces, no sé cómo será ahora, el intendente era religioso. Eso significaba que los viernes a la tarde y el sábado, la ciudad no ofrecía más posibilidades que visitarse unos a otros o gastarse plata en ir a la costa. El transporte era otro tema. Tiempo después de haber vivido ahí, mi marido consiguió trabajo en Aco (Acre). Para llegar debía tomarse un autobús frente a casa hasta la estación de tren. Autobuses y trenes no tenían los horarios coordinados. Él llegaba a la estación y al tren lo veía irse. Fue este, en gran parte, el motivo que nos llevó a buscar mudarnos de nuevo. 

     Lo mejor para nuestra vida allí fue la escuela del mayor, porque podía ir caminando solo sin mayores inconvenientes. Estaba a unas cuatro cuadras, pero en un camino sin interrupciones, que no necesitaba cruzar. Además, mientras vivíamos allí, mis suegros se habían mudado a Jedera también y encontraron un muy buen departamento justo enfrente del colegio. Eso me permitía tener libertad para trámites y compras sin miedo a no llegar a tiempo a buscar a mi hijo. También mis hijos iban de visita solos a lo de los abuelos, quienes los esperaban en la esquina y los ayudaban a cruzar la ruta.

     Si tengo que sacar una conclusión de nuestra experiencia de vida allí, debo decir que lo mejor de la ciudad, es mi tía.

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-A pesar de haber sacado muchas fotos de Jedera durante nuestra estadía allá, al no saber dónde han ido a parar, me vi obligada a utilizar una foto más reciente. En el balcón del departamento de mi primo en el año 2011, foto tomada por mi hijo mayor y editada por mí. © Todos los derechos reservados.-

*Kibutz: granja comunitaria hoy más parecido a un barrio cerrado.

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (6)

10 viernes Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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autobús, bolsos, colectivo, gente, Israel, transporte, transporte público, tren, viajar

-CAPÍTULO 6-

VIAJAR ES UN PLACER

     Para un inmigrante recién llegado, sin ninguna duda. Las comparaciones son inevitables y cuando vemos que los trenes tienen asientos tapizados que hacen juego con la alfombra, mesitas en cada grupo de cuatro asientos con huequito para apoyar el vaso, bolsa de basura y que además están enteros y los baños tienen siempre papel higiénico, es inevitable maravillarse. Y cuando siendo porteños vemos que la gente viaja sentada en los autobuses y que las pocas veces que hay alguien parado es por decisión propia o en todo caso son unos pocos, nuestra admiración aumenta. Si encima le sumamos lo que conté en otro capítulo sobre los taxis colectivos y su manera confiada de pagarlos y que los transportes en general cumplen su horario y cuando no te avisan por altoparlantes, pues es inevitable sentirse como en el paraíso.

     Claro, la perfección absoluta no existe, y pedirla sería desubicado e injusto, porque nosotros mismos no somos perfectos. Generalmente esa imperfección visible no está relacionada con las compañías de transporte, si no con la misma personalidad de árabes e israelíes que viajan y conducen esos medios de transporte (la mayoría de los conductores de los taxis colectivos son árabes). Lo que más suele molestar es que hay gente que parece creer que sus bolsos, bolsas y carteras están agotados y necesitan sentarse para descansar. Es muy fastidioso verse en la necesidad de pedirles que lo saquen. En general lo hacen sin la menor protesta, pero una se siente incómoda teniendo que hacerlo. Eso de todos modos no es lo peor. Lo que es más insoportable son las personas que sabiendo que todos los autobuses tienen portaequipajes y que pueden pedirle al chofer que lo abra para guardar sus equipajes, viajan con bolsos enormes, valijas o ambos a la vez que colocan en el medio del pasillo. Más de una vez lamenté no tener alas o por lo menos no haber practicado salto en alto. Ya que mis piernas son cortas para sortear tanto bulto, al menos podría haber saltado en alto para sobrepasarlo. En el tren hay también lugar para el equipaje, pero es asombroso la cantidad de gente que lo olvida. Las madres suben con el cochecito con el bebé adentro. A nadie se le ocurre alzar a su hijo y plegar el aparato que ocupa el lugar de una persona. En los autobuses eso no suele ocasionar un problema, porque hay un espacio para eso y sillas de ruedas donde suelen ubicarse, pero el tren suele ir repleto, aveces no hay donde sentarse, sobre todo los sábados a la noche cuando retorna el servicio y eso es francamente insoportable. Fuera de eso, cabe aclarar que la gente aquí muchas veces se pelea por muchas cosas, pero nunca vi una discusión por un quítame de allí ese bolso o por interferir el camino, en ese sentido todos poseen una gran comprensión.

     Cabe contar también, que en general todas las estaciones están bien cuidadas y limpias, que los empleados suelen ser solícitos ante el pedido de información y que podemos consultar por Internet los horarios de trenes y autobuses. que en ambos casos se ha pensado en los discapacitados, que para bajar y subir a los andenes hay ascensores y rampa para subir a ambos medios de transporte.

     Y sí, pese a los personajes que nos podemos llegar a encontrar, a los choferes que gritan por cualquier cosa y a esas molestias mencionadas, viajar en Israel sigue siendo un placer.

AUTOBÚS DE JERUSALEM CMA.-

© Todos los derechos reservados.-

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (5)

08 miércoles Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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argentinos, clases, culturas, curso de hebreo, despido, diversidad, docentes, hebreo, idioma, Israel, latino, maestras, rumanos, rusos, ulpán, uruguayos

-CAPÍTULO 5-

VOLVER A LA ESCUELA

     En otro momento ya hablé de lo difícil que es aprender el idioma y mencioné muy por encima nuestro curso de hebreo (Ulpán). Luego de haberlo hecho de esta manera me quedé con cierta sensación de injusticia, semejante experiencia merece un espacio aparte y dedicado. 

     Volver a estudiar para gente de nuestra edad y con hijos, implica no sólo el esfuerzo de volver a adaptarse a una situación que ya creíamos superada, sino la responsabilidad de ser un ejemplo para nuestros hijos. Si dedicamos apenas unos minutos en casa para hacer la tarea y estudiar, con qué cara vamos a exigirles a nuestros hijos que lo hagan. Mi hermana mayor había sido un ejemplo para mí en ese aspecto, ella volvía a su casa del Ulpán y luego le dedicaba como nueve horas por día al estudio. Confieso que yo no llegué a tanto, pero sí he sido una niña aplicada, he hecho mis deberes y como ya conté en otra parte, utilicé mi gusto por la escritura para estudiar y practicar el idioma. Y, a pesar de que varias de las maestras que hemos tenido no han sido muy de mi agrado, debo decir que todas siempre se mostraron muy bien dispuestas a corregir mis ejercicios auto impuestos.

     El aula era un horno o una heladera, según la parte del mundo de la que cada uno venía. En nuestra aula, como en la mayoría de las del país, estaba formada por un gran porcentaje de rusos, algunos rumanos, un uruguayo y (aparte de nosotros) dos o tres argentinos más. Allí aprendí que los rusos no son todos rubios, eso depende de qué parte de Rusia sean, y que el idioma rumano es de origen latino y no parecido al ruso como yo pensaba. De hecho, cada vez que nuestra maestra decía algo que algún argentino no entendía y le contestaba otro argentino en español, veíamos con asombro que los rumanos habían entendido dicha explicación. Prestando atención a cuando hablaban, descubrí que tenían un acento y una manera de hablar muy parecida al italiano. Rumanos y argentinos empezamos a acercarnos un poco más a partir de entonces, algo que costó un poco más con los rusos. Ellos sabían tanto hebreo como nosotros, algunos un poco más y otros un poco menos si es eso posible, y el idioma junto a las sensaciones climáticas se convirtieron pronto en una barrera difícil de franquear. Algunos de ellos y algunos de nosotros lo hemos intentado seriamente y logramos avanzar un poco, pero no logramos establecer amistad con ninguno de ellos.

     El mayor problema que causó diferencias en el alumnado, fueron las maestras. Acostumbradas a que la mayoría de sus alumnos fueran rusos, muchas de ellas sabían hablar en ese idioma, aún no teniendo esa nacionalidad de origen ni padres que lo fueran. Con la primera que tuvimos fue un caos. Ella les explicaba algunas cosas en ruso a los alumnos y eso nos confundía a los latinos que no sabíamos si nos estaban hablando en hebreo o en ruso. A los rusos no les gustaba que les explicaran en ruso y nosotros sentíamos la desigualdad y la injusticia. Eso empezó a crear asperezas muy fuertes entre ambos grupos idiomáticos. La pobre docente, con ambos lados en contra (lo único en que logramos coincidir) terminó despedida y haciendo que los latinos nos sintiéramos mal y quisiéramos arreglar las cosas, mientras los rusos se sentían de lo más conformes con dicho despido. Esa situación lo empeoró todo, hubo gritos y acusaciones injustas de ambos lados.

     No mejoró eso la llegada de la segunda docente, que parecía ofenderse cuando alguien no entendía algo y no sólo se negaba a responder, sino que contestaba de muy malos modos a quien se atreviera. No bastó más para que estallara la revolución y una compañera y yo nos retiráramos del aula sin estar dispuestas a entrar al menos que la docente rectificara su posición. Nosotras no sabíamos lo que pasaba adentro del aula y nos enteramos después. Mientras nosotras nos declarábamos en huelga, la guerra estalló allí adentro. Al punto que la maestra sin saber cómo controlar la situación vino a disculparse con nosotras, quienes regresamos y nos quedamos sorprendidas ante el cuadro de gritos y enojos que había . El resultado no se hizo esperar, otra maestra despedida.

     Creo que hubo otra más interina mientras esperábamos la oficial, pero es obvio que no dejó huella alguna, pues no la recuerdo en lo más absoluto. Lo mejor llegó cuando no quedaba mucho tiempo para el final. Las clases fueron impuestas por dos maestras que trabajaban en días alternados ¿Resultaríamos un grupo insalubre para una sola? Excelentes ambas. Una de ellas con una capacidad de histrionismo que hacía que las clases fueran mucho más llevaderas, con mucha experiencia a cuestas tenía conocimientos de español, ruso, hebreo, inglés y hasta algo de etíope. Nos hacía reír con sus chistes y sus imitaciones de la forma de hablar de cada comunidad. Relajó la convivencia entre nosotros que terminamos siendo no amigos, pero sí buenos compañeros. Nos cargaba a los argentinos, porque decía que siempre decíamos MAÑANA y nos alentó a que no perdiéramos la buena educación que traíamos y a servir de ejemplo a un pueblo que no solía conservar ciertas costumbres como decir por favor, por ejemplo.

     En cierta medida el Ulpán fue un parto, pero la experiencia y lo aprendido no sólo a nivel idiomático si no de convivencia y diferencia de culturas, así como muchos otros conocimientos y vivencias es un bagaje cuyo enriquecimiento no cambiaría por nada del mundo.

EN LA VARIEDAD ESTÁ EL GUSTO.-

© Todos los derechos reservados.-

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (4)

07 martes Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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alarma, guerra, Haifa, Israel, israelí, misiles, moniot sherut, monit sherut, refugio, seguridad, solidaridad

-CAPÍTULO 4-

UN PAÍS CONFIABLE

     En Israel, como en todo el resto del mundo, hay colectivos, taxis, trenes y hasta subte. Pero tiene un medio de transporte muy particular: la MONIT SHERUT. Es ésta una camioneta para diez personas. Hace el mismo recorrido que el de los colectivos, pero paran donde a uno se le da la gana. Son más baratas y más incómodas también. Pero son ideales cuando no se quiere esperar mucho, porque los colectivos no pasan tan seguido como en Buenos Aires. La excepción es cuando se sube en la parada de origen, ellos no arrancan hasta que todos los asientos están ocupados. La forma de pagar es también peculiar: todos se ubican en sus lugares y le dan el dinero al de adelante. El que está más cerca del chofer le entrega la plata y si hay vuelto, el sistema es el mismo pero en sentido inverso.    

     Y es que si hay algo bueno en Israel es que si bien la delincuencia no es inexistente, el porcentaje es tan bajo que la gente aún puede confiar en los demás. Todavía existe la palabra. Un empleado no puede amenazar con renunciar si no le dan lo que pide, pues si no están dispuestos a complacerlo considerarán que ha renunciado. Casi no existe el recibo y te miran raro si se los pedís. Si hay una emergencia nacional, como la guerra del 2006, el israelí abrirá la puerta de su casa a los refugiados sin importar que sean desconocidos. Conozco un caso, por ejemplo, donde incluso el dueño de la casa que recibió a una familia que no conocía, le prestó el auto al padre de dicha familia.

     Mi vida en Buenos Aires me ha dejado ciertos sustos, y aunque no pase nada, cuando un auto aminora la velocidad a mi lado y se detiene, todavía siento miedo. A pesar de tener ya ocho años y medio viviendo en el país, aún me asombra poder caminar cerca del cordón de la vereda con la cartera colgando descuidadamente del lado de la calle sin que ningún motorista intente arrancármela. Al principio los miedos eran inevitables. Cierta vez, cuando tenía poco tiempo como inmigrante y viviendo en el kibutz, volvía a mi casa de la lavandería con la ropa. Era de noche y estaba bastante oscuro. Me aterré, porque además el camino estaba muy solitario. Me costó tomar conciencia de la situación de seguridad en que me encontraba. Cuando lo hice, llegué incluso a sentirme arropada.

     Es que la mayoría de la gente tiene una idea muy equivocada acerca del tema de la inseguridad aquí. Mucho más inseguros estábamos en mi querida y extrañada Buenos Aires. Incluso en época de guerra no hay inseguridad, pues nos encontramos muy protegidos. A toda hora nos indican qué hacer y si un misil fue disparado hacia nuestra zona, se nos avisa con una alarma o altavoces para que nos refugiemos a tiempo. Nos reparten y cambian periódicamente las máscaras con los antídotos y cada tanto se hacen ensayos para que sepamos reaccionar inmediatamente. Si debemos estar de manera prolongada en los refugios, la municipalidad se encarga de repartir: agua, alimentos, remedios y frazadas. Ese es el verdadero motivo por el cual del lado israelí suele haber menos muertos y heridos que del lado de nuestros atacantes. Y es que los pocos que hubo, la mayoría de las veces, fueron por accidente o imprudencia.

     Hay algo que puedo afirmar sin miedo a quedar como una mentirosa y es que jamás en mi vida me sentí tan segura como desde que vivo en Israel.

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-Moniot sherut (plural de monit sherut) por las calles de Haifa, Israel. © Todos los derechos reservados.-

Escrito en la ciudad de Nahariya, Israel, en el año 2011.

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (3)

06 lunes Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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angustia, aprender, aprendizaje, curso de hebreo, dibujos, hebreo, idioma, Israel, letra hebrea, letras, ulpán

-CAPÍTULO 3-

DIBUJOS NO, LETRAS

     Llegamos a Israel con un mínimo conocimiento de hebreo. Sabíamos las letras (escribirlas y leerlas), aunque nos parecían dibujitos, y lo siguieron pareciendo durante algún tiempo. También conocíamos unas pocas palabras y aún menos expresiones equivalentes a: no entiendo hebreo, no hablo hebreo y no sé hebreo y, como es de suponer, también sabíamos que en hebreo se lee y escribe al revés. En nuestra ingenuidad pensamos que al día siguiente, o como mucho una semana después, empezaríamos el ulpán (curso de hebreo que dura casi 6 meses); pero esa fue otra de las sorpresas que nos esperaban, no lo empezamos hasta un mes y medio después.

     Vivir durante un par de meses en un país donde no se conoce el idioma, no es sencillo. Hasta que pudimos aprender palabras diferentes a las que son iguales al español (limón, té, café, banana, etc.), tuvimos que manejarnos por señas y hasta sonidos tales como: muuuu, cocorocó y otros por el estilo. Tratar de comprar queso para rallar comprometió nuestra dignidad con los gestos que nos vimos obligados a hacer y sobre ello hay todo un cuento escrito por mi marido. La cantidad de anécdotas que tenemos con el idioma nos obligaría a que sólo ellas conformaran un libro, pues son muchísimas. Algunas ya les he contado tantas veces que temo que se gasten.

     Mientras nosotros esperábamos para empezar el curso de hebreo, mis hijos comenzaron sus clases escolares. Dani, el menor, iba al jardín del kibutz* durante 8 horas. Eso y el hecho de que no tuviera más de dos años de haber empezado a hablar el idioma español, hizo que lo absorbiera antes que ninguno de nosotros y que mezclara los idiomas al hablar de una manera que nos resultaba divertida y tierna. Al principio la comunicación con él se hizo difícil. Había cosas que él sólo sabía decirlas en hebreo y nosotros aún no sabíamos nada. A medida que Ezi, el mayor, empezó a aprender, fue un alivio para nosotros. No fue fácil tampoco para él. Vino en contra de su voluntad y se declaró en rebeldía. Logramos que saliera adelante con la ayuda de otra inmigrante que era maestra de hebreo y que vivía a pocas casas de distancia de la nuestra. Hoy día ambos nos corrigen cuando hablamos mal, nos ayudan a hablar por teléfono (es algo que poco a poco vamos logrando, pero aún nos cuesta) y se ríen de nosotros cuando cometemos errores. El mayor llegó a avergonzarse de mí alguna vez, lo cual me causó mucho dolor, pero ambos hemos superado juntos esa etapa. El más chico piensa en hebreo, aunque durante un tiempo él lo negó, se nota porque traduce cuando habla y algunas expresiones y palabras nos resultan muy graciosas. Pero no nos reímos de él, si no con él. Actualmente ya reconoce que es verdad que piensa en hebreo. Hoy mismo me sorprendió, cuando lo escuché decirles a su abuela y a su tía que en Argentina es todo al revés. Lo mismo que nosotros sentimos al llegar aquí sobre Israel.

     La primera vez que fuimos al ulpán nos dividieron en dos grupos: los que no sabían ni las letras, y los que sabíamos algo. La idea era no aburrirnos aprendiendo lo que ya sabíamos. Estudiar en el ulpán fue como participar en una maratón de postas. Porque tuvimos 5 maestras distintas y porque la forma de enseñarnos los verbos era diciéndolos rápido y obligándonos a conjugarlos a gran velocidad. Hubo momentos en los cuales resultaba tan angustiante que más de uno (todos adultos) terminamos llorando en algún momento. Por mi parte trataba de aplicar lo aprendido en casa, con el diccionario al lado y escribiendo relatos en idioma hebreo. Logré sorprender a mis maestras, no sólo porque llegué a escribir bastante bien algunos de ellos, sino también porque mis errores daban lugar a extrañas aseveraciones, como la vez que terminé uno de esos escritos diciendo que mi papá antes fue mujer. Debo confesar que estudiar en el ulpán fue casi como un parto para mí, aunque tanto mi esposo como yo terminamos con bastantes buenas notas (las de él mejores que las mías).

     Para un adulto es siempre más complicado y nosotros, a pesar de tener ya ocho años y medio en el país, seguimos aprendiendo más y más cada día. Una de mis compañeras de trabajo se ríe cada vez que me pongo contenta por haber aprendido una nueva palabra que la mayoría de veces ella misma me enseña. Aún estoy lejos de poder leer un libro o llenar un crucigrama (no pierdo las esperanzas); y de las noticias en los diarios, parte entiendo, otra parte adivino y la mayor parte no entiendo ni jota. Pero hay una frase popular que dice: persevera y triunfarás, así que sigo esperando el triunfo mientras persevero tozudamente.

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© Todos los derechos reservados.-

*Kibutz: granja comunitaria, actualmente funcionan más como barrios cerrados.

Escrito en Nahariya, Israel, en el año 2011.

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (2)

05 domingo Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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aliá, carrito, casa, conteiner, cuarto sellado, guerra, inmigrante, Israel, kibutz, madera, máscaras, mudanza, mueble, olé, sojnut

-CAPÍTULO 2-

EL DURO OFICIO DE SER OLÉ*

     Podría ser positivista y por mostrarme agradecida a todo lo que recibí de ayuda cerrar los ojos a la realidad y contar sólo lo bueno que me tocó vivir como inmigrante. Pero si yo hiciera tal cosa, además de ser una mentirosa, estaría yendo contra el objetivo de estas crónicas, que es que afuera conozcan la realidad de este país y de los inmigrantes desde otro punto de vista y de una manera muy diferente a como se las cuentan. También pretendo que sirva de ayuda a la hora de tomar su decisión a quienes se estén planteando venir. Saber cuál es la parte dura de todo esto les ayudará a reflexionar sobre si están dispuestos a pasar por esas cosas para alcanzar su meta sea esta cual fuere.

     Cuando fuimos a la Sojnut (agencia judía) a organizar nuestra emigración, nadie nos avisó que llegaríamos a una casa de un solo ambiente no mucho más grande que una habitación, para cuatro personas. Como conté en la introducción, al principio estábamos tan cansados y tan contentos por haber llegado que ni nos dimos cuenta. Además, la persona que nos recibió, nos aseguró que sólo sería por una semana. Cuando uno acaba de dejar tantas cosas atrás y está dispuesto a empezar de nuevo ¿qué puede importar soportar vivir hacinados durante siete días? Pero no era verdad. Estuvimos allí casi dos meses.

     Llegamos el 26 de febrero del 2003. Y al mes siguiente estalló la guerra contra Irak. En esa guerra nada teníamos que ver nosotros, pero el gobierno iraquí amenazó con atacar Israel si ellos eran atacados por EEUU. Eso no amedrentó a los norteamericanos. En Israel empezaron los preparativos de prevención. Repartieron las máscaras, plásticos transparentes para cubrir ventanas y todo resquicio por donde pudieran colarse los efluvios de las armas químicas. A toda hora y en varios idiomas nos explicaban el uso de las máscaras, cuando correr a los refugios y como inyectarse el antídoto que venía junto con las máscaras. En las escuelas y jardines de infantes se los enseñaban a los chicos, les hacían practicar el uso de las máscaras y hacían ensayos de correr a los refugios. En la mayoría de las casas tenían que elegir qué ambiente sellar con los plásticos. Para nosotros eso no representaba ninguna dificultad, teníamos que sellar toda la vivienda. Empecé a tener asma a partir de entonces. Durante el tiempo que estuvimos en esa casa, dormimos y vivimos con todo sellado. Como si fuera poco, en esa época estaba lloviendo en Israel lo que había llovido en 20 años. Es decir, que a pesar de estar en un kibutz*, no nos quedaba casi el recurso de estar afuera.

     Aproximadamente dos meses después de nuestra llegada, nos avisaron que tenían una casa de dos ambientes que estaba destinada a unos amigos que eran menos de familia, pero que ellos ya le habían echado el ojo a otra que se estaba por desocupar y la cual preferían esperar. Nos ofrecieron mudarnos allí provisionalmente. No tuvieron que convencernos, sin dudarlo dijimos que sí. Después del tiempo pasado en el mono ambiente, esta casa nos parecía enorme y un palacio. Los chicos dormían en el living y estaba bien equipada con los muebles que nos hacían falta. Hicimos la mudanza con un carrito eléctrico. Y es que no teníamos tanto para llevar, pues aún no había llegado nuestro conteiner. Habremos estado en esta casa unas dos semanas, cuando nos avisaron que la casa de tres ambientes destinada a nosotros ya estaba lista.

     El carrito eléctrico volvió a cumplir la función de camión de mudanzas, nos fuimos a la nueva casa entusiasmados y aliviados… hasta que pusimos el primer pie adentro… Jamás había visto una casa más vacía en toda mi vida, ningún mueble, ni armarios, ni siquiera un mísero agujero en el baño donde apoyar los cepillos de dientes. La desesperación que sentimos no la puedo describir. Mi marido se tiró deprimido en la cama y yo me fui a dar una vuelta para no estallar de la rabia que tenía. El que nos había recibido el primer día era el encargado de los inmigrantes y en las otras dos casas había venido a ver si estábamos bien y contentos, pero por esta no se apareció y no dudábamos de por qué. Cuando me fui temía que viniera y como no quería agredirlo ni verbalmente me fui. Pero no me esperaba lo que pasó, encontrármelo en mi camino. Me preguntó qué tal estábamos y la sangre me comenzó a hervir. Le dije que era una vergüenza, después del hacinamiento con el que nos habían recibido, que nos pasaran a una casa en esas condiciones. Me respondió que después de determinado tiempo ya no les correspondía darnos nada. Le contesté que a nosotros nadie nos avisó de eso y que si lo hubieran hecho podríamos habernos ocupado de buscar todo lo que podía hacernos falta. Me respondió que es igual que cuando se alquila una casa. Le dije que nosotros siempre habíamos alquilado y que en Argentina nunca me ocurrió de mudarme a una casa que no tuviera ni donde apoyar los cepillos de dientes. Me contestó que entonces nos volvamos a Argentina. A partir de ahí vi todo aún más rojo, no recuerdo que le dije, pero seguro que bonito no. Y todo, como es de esperar, en medio de llanto y grito. Y es que cuando se es un inmigrante con poco tiempo, todos los sentimientos están a flor de piel y una está mucho más sensible. Me fui a seguir caminando para no matarlo. Cuando volví a la casa, mi marido me recibió con la pregunta: ¿A qué no sabés quién estuvo aquí? No fue difícil acertar, sabía que luego de mi reacción, el encargado de los inmigrantes también terminaría reaccionando. Había ido a hablar con mi esposo y a decirle que mandaría un carpintero para tomar las medidas del baño y construir allí un pequeño armario.

     La que por unos días fue una heroína para nosotros, fue mi tía que ya se había venido a Israel en octubre del 2002. Ella nos ayudó a organizarnos, a ver todo de otra manera y hasta nos hizo un plano de lo que podríamos hacer cuando llegara el conteiner con las maderas en las que llegaban las cosas. De golpe nos sentimos menos agobiados y más tranquilos, no sé qué habríamos hecho sin ella esos días. Cuando llegaron nuestras cosas pusimos manos a la obra y además de acomodar lo que había llegado, hubo que limpiar la heladera y el lavarropas que llegaron con hongos. Mi esposo utilizó las maderas para hacer un mueble en la cocina que sirviera como mesada y bajo mesada, un armario en nuestra habitación y hasta un escritorio para la computadora (que no lo hizo con las maderas del cajón del conteiner). El día que dejamos el kibutz para mudarnos a la ciudad de Jedera, el encargado de los inmigrantes nos pidió que por favor dejáramos el armario.

     Tuvimos muchas vicisitudes en el kibutz, sería muy largo contar todo. Sólo les diré que lo que más nos afectó aparte del tema de la vivienda, y lo que nos decidió a irnos de allí, fue el tema del transporte. El kibutz estaba anclado en una montaña, a cinco kilómetros de la ruta en camino de subidas y bajadas pronunciadas y a quince kilómetros de la ciudad de Tiberias. Desde donde estábamos podíamos ver el Kineret. Contábamos para entrar y salir con un transporte público y gratuito de la municipalidad que sólo funcionaba en épocas de clases. Si había huelga de maestros (que las hubo), fiestas o vacaciones, no podíamos movernos de dónde estábamos. Sólo había un colectivo de línea en todo el día. Con él entrábamos al kibutz si estábamos en la ciudad o salíamos de él, pero no podíamos hacer ambas cosas. Eso complicó la posibilidad de conseguir trabajo, ya que en la ciudad conocían acerca de esto y nadie quería arriesgarse a contratar a alguien que no sabía si podría llegar a tiempo.

     Recomiendo la vida del kibutz para los que tienen hijos pequeños como nosotros, siempre que esté sobre la ruta o tengan auto para tener independencia de movimiento. El aire libre, la vegetación y la vista, son impagables.

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-Mueble hecho por mi marido con las maderas del conteiner. © Todos los derechos reservados.-

*Olé: inmigrante en Israel.

*Kibutz: granja comunitaria, actualmente funcionan más como barrios cerrados.

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