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FILOIDEAS

~ Mis opiniones, ideas y cuentos escritos en Israel

FILOIDEAS

Archivos de etiqueta: curso de hebreo

CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (5)

08 Miércoles Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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argentinos, clases, culturas, curso de hebreo, despido, diversidad, docentes, hebreo, idioma, Israel, latino, maestras, rumanos, rusos, ulpán, uruguayos

-CAPÍTULO 5-

VOLVER A LA ESCUELA

     En otro momento ya hablé de lo difícil que es aprender el idioma y mencioné muy por encima nuestro curso de hebreo (Ulpán). Luego de haberlo hecho de esta manera me quedé con cierta sensación de injusticia, semejante experiencia merece un espacio aparte y dedicado. 

     Volver a estudiar para gente de nuestra edad y con hijos, implica no sólo el esfuerzo de volver a adaptarse a una situación que ya creíamos superada, sino la responsabilidad de ser un ejemplo para nuestros hijos. Si dedicamos apenas unos minutos en casa para hacer la tarea y estudiar, con qué cara vamos a exigirles a nuestros hijos que lo hagan. Mi hermana mayor había sido un ejemplo para mí en ese aspecto, ella volvía a su casa del Ulpán y luego le dedicaba como nueve horas por día al estudio. Confieso que yo no llegué a tanto, pero sí he sido una niña aplicada, he hecho mis deberes y como ya conté en otra parte, utilicé mi gusto por la escritura para estudiar y practicar el idioma. Y, a pesar de que varias de las maestras que hemos tenido no han sido muy de mi agrado, debo decir que todas siempre se mostraron muy bien dispuestas a corregir mis ejercicios auto impuestos.

     El aula era un horno o una heladera, según la parte del mundo de la que cada uno venía. En nuestra aula, como en la mayoría de las del país, estaba formada por un gran porcentaje de rusos, algunos rumanos, un uruguayo y (aparte de nosotros) dos o tres argentinos más. Allí aprendí que los rusos no son todos rubios, eso depende de qué parte de Rusia sean, y que el idioma rumano es de origen latino y no parecido al ruso como yo pensaba. De hecho, cada vez que nuestra maestra decía algo que algún argentino no entendía y le contestaba otro argentino en español, veíamos con asombro que los rumanos habían entendido dicha explicación. Prestando atención a cuando hablaban, descubrí que tenían un acento y una manera de hablar muy parecida al italiano. Rumanos y argentinos empezamos a acercarnos un poco más a partir de entonces, algo que costó un poco más con los rusos. Ellos sabían tanto hebreo como nosotros, algunos un poco más y otros un poco menos si es eso posible, y el idioma junto a las sensaciones climáticas se convirtieron pronto en una barrera difícil de franquear. Algunos de ellos y algunos de nosotros lo hemos intentado seriamente y logramos avanzar un poco, pero no logramos establecer amistad con ninguno de ellos.

     El mayor problema que causó diferencias en el alumnado, fueron las maestras. Acostumbradas a que la mayoría de sus alumnos fueran rusos, muchas de ellas sabían hablar en ese idioma, aún no teniendo esa nacionalidad de origen ni padres que lo fueran. Con la primera que tuvimos fue un caos. Ella les explicaba algunas cosas en ruso a los alumnos y eso nos confundía a los latinos que no sabíamos si nos estaban hablando en hebreo o en ruso. A los rusos no les gustaba que les explicaran en ruso y nosotros sentíamos la desigualdad y la injusticia. Eso empezó a crear asperezas muy fuertes entre ambos grupos idiomáticos. La pobre docente, con ambos lados en contra (lo único en que logramos coincidir) terminó despedida y haciendo que los latinos nos sintiéramos mal y quisiéramos arreglar las cosas, mientras los rusos se sentían de lo más conformes con dicho despido. Esa situación lo empeoró todo, hubo gritos y acusaciones injustas de ambos lados.

     No mejoró eso la llegada de la segunda docente, que parecía ofenderse cuando alguien no entendía algo y no sólo se negaba a responder, sino que contestaba de muy malos modos a quien se atreviera. No bastó más para que estallara la revolución y una compañera y yo nos retiráramos del aula sin estar dispuestas a entrar al menos que la docente rectificara su posición. Nosotras no sabíamos lo que pasaba adentro del aula y nos enteramos después. Mientras nosotras nos declarábamos en huelga, la guerra estalló allí adentro. Al punto que la maestra sin saber cómo controlar la situación vino a disculparse con nosotras, quienes regresamos y nos quedamos sorprendidas ante el cuadro de gritos y enojos que había . El resultado no se hizo esperar, otra maestra despedida.

     Creo que hubo otra más interina mientras esperábamos la oficial, pero es obvio que no dejó huella alguna, pues no la recuerdo en lo más absoluto. Lo mejor llegó cuando no quedaba mucho tiempo para el final. Las clases fueron impuestas por dos maestras que trabajaban en días alternados ¿Resultaríamos un grupo insalubre para una sola? Excelentes ambas. Una de ellas con una capacidad de histrionismo que hacía que las clases fueran mucho más llevaderas, con mucha experiencia a cuestas tenía conocimientos de español, ruso, hebreo, inglés y hasta algo de etíope. Nos hacía reír con sus chistes y sus imitaciones de la forma de hablar de cada comunidad. Relajó la convivencia entre nosotros que terminamos siendo no amigos, pero sí buenos compañeros. Nos cargaba a los argentinos, porque decía que siempre decíamos MAÑANA y nos alentó a que no perdiéramos la buena educación que traíamos y a servir de ejemplo a un pueblo que no solía conservar ciertas costumbres como decir por favor, por ejemplo.

     En cierta medida el Ulpán fue un parto, pero la experiencia y lo aprendido no sólo a nivel idiomático si no de convivencia y diferencia de culturas, así como muchos otros conocimientos y vivencias es un bagaje cuyo enriquecimiento no cambiaría por nada del mundo.

EN LA VARIEDAD ESTÁ EL GUSTO.-

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CRÓNICA DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (3)

06 Lunes Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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angustia, aprender, aprendizaje, curso de hebreo, dibujos, hebreo, idioma, Israel, letra hebrea, letras, ulpán

-CAPÍTULO 3-

DIBUJOS NO, LETRAS

     Llegamos a Israel con un mínimo conocimiento de hebreo. Sabíamos las letras (escribirlas y leerlas), aunque nos parecían dibujitos, y lo siguieron pareciendo durante algún tiempo. También conocíamos unas pocas palabras y aún menos expresiones equivalentes a: no entiendo hebreo, no hablo hebreo y no sé hebreo y, como es de suponer, también sabíamos que en hebreo se lee y escribe al revés. En nuestra ingenuidad pensamos que al día siguiente, o como mucho una semana después, empezaríamos el ulpán (curso de hebreo que dura casi 6 meses); pero esa fue otra de las sorpresas que nos esperaban, no lo empezamos hasta un mes y medio después.

     Vivir durante un par de meses en un país donde no se conoce el idioma, no es sencillo. Hasta que pudimos aprender palabras diferentes a las que son iguales al español (limón, té, café, banana, etc.), tuvimos que manejarnos por señas y hasta sonidos tales como: muuuu, cocorocó y otros por el estilo. Tratar de comprar queso para rallar comprometió nuestra dignidad con los gestos que nos vimos obligados a hacer y sobre ello hay todo un cuento escrito por mi marido. La cantidad de anécdotas que tenemos con el idioma nos obligaría a que sólo ellas conformaran un libro, pues son muchísimas. Algunas ya les he contado tantas veces que temo que se gasten.

     Mientras nosotros esperábamos para empezar el curso de hebreo, mis hijos comenzaron sus clases escolares. Dani, el menor, iba al jardín del kibutz* durante 8 horas. Eso y el hecho de que no tuviera más de dos años de haber empezado a hablar el idioma español, hizo que lo absorbiera antes que ninguno de nosotros y que mezclara los idiomas al hablar de una manera que nos resultaba divertida y tierna. Al principio la comunicación con él se hizo difícil. Había cosas que él sólo sabía decirlas en hebreo y nosotros aún no sabíamos nada. A medida que Ezi, el mayor, empezó a aprender, fue un alivio para nosotros. No fue fácil tampoco para él. Vino en contra de su voluntad y se declaró en rebeldía. Logramos que saliera adelante con la ayuda de otra inmigrante que era maestra de hebreo y que vivía a pocas casas de distancia de la nuestra. Hoy día ambos nos corrigen cuando hablamos mal, nos ayudan a hablar por teléfono (es algo que poco a poco vamos logrando, pero aún nos cuesta) y se ríen de nosotros cuando cometemos errores. El mayor llegó a avergonzarse de mí alguna vez, lo cual me causó mucho dolor, pero ambos hemos superado juntos esa etapa. El más chico piensa en hebreo, aunque durante un tiempo él lo negó, se nota porque traduce cuando habla y algunas expresiones y palabras nos resultan muy graciosas. Pero no nos reímos de él, si no con él. Actualmente ya reconoce que es verdad que piensa en hebreo. Hoy mismo me sorprendió, cuando lo escuché decirles a su abuela y a su tía que en Argentina es todo al revés. Lo mismo que nosotros sentimos al llegar aquí sobre Israel.

     La primera vez que fuimos al ulpán nos dividieron en dos grupos: los que no sabían ni las letras, y los que sabíamos algo. La idea era no aburrirnos aprendiendo lo que ya sabíamos. Estudiar en el ulpán fue como participar en una maratón de postas. Porque tuvimos 5 maestras distintas y porque la forma de enseñarnos los verbos era diciéndolos rápido y obligándonos a conjugarlos a gran velocidad. Hubo momentos en los cuales resultaba tan angustiante que más de uno (todos adultos) terminamos llorando en algún momento. Por mi parte trataba de aplicar lo aprendido en casa, con el diccionario al lado y escribiendo relatos en idioma hebreo. Logré sorprender a mis maestras, no sólo porque llegué a escribir bastante bien algunos de ellos, sino también porque mis errores daban lugar a extrañas aseveraciones, como la vez que terminé uno de esos escritos diciendo que mi papá antes fue mujer. Debo confesar que estudiar en el ulpán fue casi como un parto para mí, aunque tanto mi esposo como yo terminamos con bastantes buenas notas (las de él mejores que las mías).

     Para un adulto es siempre más complicado y nosotros, a pesar de tener ya ocho años y medio en el país, seguimos aprendiendo más y más cada día. Una de mis compañeras de trabajo se ríe cada vez que me pongo contenta por haber aprendido una nueva palabra que la mayoría de veces ella misma me enseña. Aún estoy lejos de poder leer un libro o llenar un crucigrama (no pierdo las esperanzas); y de las noticias en los diarios, parte entiendo, otra parte adivino y la mayor parte no entiendo ni jota. Pero hay una frase popular que dice: persevera y triunfarás, así que sigo esperando el triunfo mientras persevero tozudamente.

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© Todos los derechos reservados.-

*Kibutz: granja comunitaria, actualmente funcionan más como barrios cerrados.

Escrito en Nahariya, Israel, en el año 2011.

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CRONICAS DE UNA EMIGRACIÓN NO ANUNCIADA (1)

04 Sábado Jun 2016

Posted by cindyisrael in Vivencias

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Aco, Ako, Alejandro Lerner, amigos, curso de hebreo, familia, gente, hebreo, Israel, jaula, Nahariya, paseos, perro, recital, tráfic, ulpán

 -CAPÍTULO 1-

 HACIENDO AMIGOS

     La ventaja de venir a Israel en un plan como el nuestro, es la mayor facilidad para conocer gente que optaron por lo mismo y con quienes podremos compartir nuestras experiencias. El hecho de que seamos vecinos y en un kibutz*, facilita el acercamiento.

     Al lado nuestro vivía una familia uruguaya compuesta por dos nenas, un bebé y los padres. Cuando me enteré me alegró pensar que tendría con quien tomar mate, pero estos uruguayos eran la excepción que confirma la regla ¡y no tomaban mate! Aunque la manera de hablar de ellos era muy similar a la nuestra, cada tanto surgían expresiones o palabras que nos causaban gracia: como la vez que la madre de los chicos, sabiendo que su marido y ella se retrasarían, me pidió que le avisara a la hija mayor que tenía la comida pronta en la heladera. Me divirtió la idea de que la comida estuviera apurada. Ellos habían llegado el día anterior y ella estaba dispuesta a probar todos los nuevos sabores que este país le ofrecía. Así que, cada vez que iba al colbo (como un almacén autoservicio donde hay de todo) compraba algo nuevo y bastaba que yo pasara por debajo de su ventana para que me diera a probar. El padre de familia no tardó en alquilar un automóvil, aprovechando que por unos meses podía utilizar el registro que traía de su propio país. Alquilaba una especie de tráfic y varios nos apuntábamos. De esa manera pudimos pasear con amigos y disfrutar mucho, además de conocer algunos lugares cercanos a donde vivíamos. Uno de los paseos que más recuerdo y donde más disfrutamos todos, chicos incluidos, fue a una especie de balneario a orillas del lago Kineret (Mar de la Galiliea), que tenía piletas y toboganes de agua.

     Al lado de los uruguayos y a dos casas de nosotros, vivía un tucumano casado con una mendocina, una niña un año menor que el menor mío y un perro policía. No los conocimos en el kibutz, sino en el aeropuerto. Aunque viajaron en otro avión, llegaron el mismo día y casi a la misma hora. Nos dieron un susto bárbaro por un minuto que luego recordaríamos siempre entre risas. Tenían la jaula con el perro junto al transporte que los llevaría a ellos al kibutz. Nunca entendí por qué si íbamos al mismo lugar no viajamos juntos. Cuando vemos que están por abrir la jaula del perro. Pensamos que estaban locos, semejante tamaño de perro, después de tantas horas de encierro, podía hacer terribles descalabros y comernos vivos a todos. Para nuestra sorpresa, Orión (así se llamaba), salió mansamente de su jaula y no dijo ni mu. Además de que había sido sedado para soportar el viaje, era el perro más tranquilo que vi en mi vida, si lo escuchamos ladrar una vez, creo que fue mucho. La amistad con ellos se hizo estrecha y continuó con los años. Vivimos juntos muchas cosas y algunas divertidas anécdotas que mi marido ya se ocupo de relatar en sus cuentos. El hecho de que cada uno haya ido a vivir a ciudades diferentes nos distanció un poco. Pero el cariño está intacto y cada tanto nos vemos o nos hablamos, aunque el tiempo que representa cada tanto es tristemente cada vez mayor.

     En una de las charlas que dieron en la Sojnut (la agencia judía) para los que íbamos a venirnos, nos presentaron a una pareja de recién casados que viajaría el mismo día que nosotros. No sabíamos que también tenían el mismo destino. Compartimos el viaje en avión, pero no estuvimos juntos en el aeropuerto. Fue una sorpresa encontrarlos en el kibutz. A ella le costó adaptarse, todo lo veía negativo a pesar de que éramos muchos los que tratábamos de ayudarla para que viera las cosas de otra manera, no tardó muchos años en volverse a Argentina. Él vive en Tel Aviv, una vez por año nos visita, suele recordarnos y felicitarnos por nuestro aniversario de israelíes y cada tanto nos hablamos, sobre todo para contarnos las novedades importantes que surgen en nuestras vidas. Fuimos juntos, durante un tiempo al ulpán (curso de hebreo) y alguna de las anécdotas vividas con él también fue escrita por mi esposo.

     Otra pareja de recién casados había llegado varios meses antes que nosotros. Aún no tenían hijos ni ella estaba embarazada cuando nos conocimos, pero les encantaban los chicos. Varias veces ella me hizo el favor de cuidarme los míos, los cuales disfrutaban muchísimo con ellos. Poco a poco él empezó a aprender más sobre religión con los ortodoxos y se fue metiendo más y más con ellos. Hoy día son una familia compuesta por cuatro niños, otro en camino y ellos, ortodoxa. Muy de vez en cuando nos hablamos por teléfono, aunque viven en Aco que está a sólo 10 minutos de Nahariya, nos vemos aún menos. Fuimos una vez a cenar a casa de ellos y sus hijos se encariñaron en seguida con nosotros, son muy dulces, y tienen pendiente una visita a nuestra casa en la que prometimos ponerles todo descartable.

     Ellos llegaron después de unos meses de haberlo hecho nosotros. Una familia compuesta por dos argentinos y dos venezolanitos hermosos. El mayor de sus hijos se hizo enseguida amigo del mayor nuestro. Vivieron doce años en Venezuela antes de venirse. Se adaptaron muy bien en seguida, ella venía con un excelente nivel de idioma y no tardaron casi nada en encontrar ambos un buen trabajo. Sin embargo se volvieron a Argentina, más que nada sentían la necesidad de la familia. Allí también encontraron pronto trabajo y finalmente volvieron a Venezuela. Sigo en contacto con ella a través de Facebook y cada vez que veo la foto de sus hijos me sorprendo al ver lo grandes que están.

     Éramos varias familias, y no nos hicimos amigos de todos, aunque con algunos tuvimos más afinidad que con otros. Hay con quienes nos llevábamos más, pero no profundizamos. Tuvimos sorpresas, como que gente a la que apreciábamos terminaran siendo más amigos de mi hermana y mi cuñado. O encontrarme con alguien con quien me había encariñado muchísimo en el recital de Alejandro Lerner fundiéndonos en un gran abrazo. Hay afectos que se han quedado para siempre en un rincón de nuestro corazón, pero con los que por esas vueltas de la vida, no seguimos el contacto. Para todos ellos y los que no mencioné pero saben que los quiero, un abrazo enorme y todo mi cariño.

CLARITA, ORIÓN Y DANI EN EL KIBUTZ JOKUK.-

-Mi hijo menor con la hija de unos amigos y Orión. © Todos los derechos reservados.-

*Kibutz: granja comunitaria, actualmente funcionan más como barrios privados.

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