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Mientras en Israel los terroristas de Hamás intentaban violar la valla de seguridad con armas y bombas molotov y, cobardemente como tienen por costumbre, mandaban por delante a la gente del pueblo gazatí incluyendo niños; y mientras envían cometas incendiarias a destruir plantaciones y el hábitat de muchos animales, España acusa desde varias ciudades a Israel señalándolo como estado homicida, de apartheid y hace silencio ante las barbaridades perpetradas por los terroristas.
Supongo que nada tiene que ver con que el presidente actual Pedro Sánchez haya logrado asumir el gobierno con el apoyo de Pablo Iglesias que no es un secreto para nadie que está sostenido por Irán. Tampoco tendrá nada que ver que en la mayoría de esas ciudades gobierne la ultra izquierda que parecería tener tatuado en su ADN el antisemitismo. Ser comunista y ser antisemita es contradictorio (siguen a Marx y lo odian a la vez), tanto como ser cristiano y antisemita (Jesús era judío, es decir que odian a quien adoran).
Sería hipócrita y mentirosa si dijera que las decisiones que está tomando España en relación a Israel y a los judíos me es indiferente. No, en absoluto, me duele y mucho. Pero no me preocupa tanto como el hecho de que la población española no reacciona ante estos hechos y los vive como algo normal. Algunos lo aceptan y creen a pie juntillas todo lo que les dicen, se dejan manipular cual marionetas como si eso fuera lo más natural del mundo. Se creen así buenas personas y que defienden los derechos humanos. Pero sucede que se supone que los derechos humanos deberían ser para todos, no para algunos. Según estos buenoides devenidos en títeres, parece que hay quienes tienen más derecho a la vida, a la paz y a crecer con dignidad que otros.
Yo sé, me consta y lo leo en las redes, que no todos los españoles piensan y sienten así. El problema es que quienes levantan su voz no son suficientes. Tampoco alcanza con que escriban lo que piensan y sienten en Facebook, Twitter y afines. Tienen que demostrar en las urnas, en las plazas, en periódicos si hiciera falta su desconformidad. Llenen las mesas de la casa de gobierno con cartas de protesta, llamen a las radios, lo que esté en vuestras manos. Los aliento a ello porque a muchos los conozco, sé que están indignados y tienen un hermoso corazón. No permitan que los vuelvan cómplices de lo que ustedes mismos no aprueban.
Tenía el sueño de conocer algunas ciudades españolas que por ahora estarán cerradas para mí… Por ser judía. Y como si fuera poco soy israelí. Qué pena. Mientras por un lado sacan una ley para facilitar la ciudadanía española a judíos descendientes de españoles expulsados por la inquisición, por otro lado nos cierran las puertas a conocer algunas de esas ciudades de las que nuestros ancestros fueron expulsados.
Cabe aclarar que no me sorprende, se veía venir. Y por el amor que tengo a una tierra que me desprecia, por el cariño inmenso a muchos amigos que la habitan, de corazón espero que no despierten demasiado tarde.
-El hermoso Mercado de Valencia, ciudad a la que tanto deseaba volver pero que no nos quiere- ©Todos los derechos reservados.