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FILOIDEAS

~ Mis opiniones, ideas y cuentos escritos en Israel

FILOIDEAS

Archivos de etiqueta: ventana

MEMORIAS

23 viernes Feb 2018

Posted by cindyisrael in Cuentos de LA Ventana

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abuelo, anciano, arte, colores, crayons, dibujo, infancia, lienzo, memoria, niño, nieto, olvido, pequeño, pintura, recuerdos, ventana

«Cuando yo era pequeño…» comenzó a contar don Elvio. Pero no pudo terminar, Rodrigo bajó corriendo de sus rodillas y desapareció por la puerta que daba a su habitación. El anciano se quedó cavilando. Pensaba que las nuevas generaciones estaban siempre muy apuradas. Pero le sorprendió el desprecio de su nieto, porque siempre lo escuchaba de buena gana.

El nieto apareció con la misma rapidez con la que había desaparecido antes. Traía en sus pequeñas manos un block de hojas de dibujo y en la otra una caja de crayones. El abuelo no le reprochó nada, al contrario, lo miraba con orgullo. A su corta edad, el pequeño era un gran artista. No hacía falta nunca preguntarle qué representaban sus dibujos, se entendían con toda claridad.

El niño buscó en su block, bajo la atenta mirada del abuelo, una hoja en blanco. Giró todo el resto hasta dejar hacia arriba sólo esa hoja. Abrió la caja de colores, los sacó con cuidado y los distribuyó prolijamente para poder usarlos con comodidad. Se recostó en el piso, miró a los ojos a don Elvio y le dijo: «»ahora sí, te escucho».

El anciano que ya estaba absorto observándolo, salió de repente de su ensimismamiento y trató de reaccionar intentando entender. Entonces comenzó a contarle sobre su infancia, historias que eran nuevas para Rodrigo. Cuando aún la leche venía en botellas, cuando se repartían a domicilio igual que el hielo, cuando las bolsas de los almacenes eran de papel madera y aún existía el tranvía. Le relató cómo los niños aprovechaban el momento en que los adultos se distraían con los repartidores para hacer travesuras. Y mientras se dejó llevar por la nostalgia, el abuelo se puso de pie y se asomó a la ventana desde la que se veía con tanta claridad el aljibe en el centro del patio…

Don Elvio, olvidándose que estaba siendo escuchado, se dejó llevar por los recuerdos. Verbalizaba sus memorias, olvidándose que tenía público. Habló del aljibe que también había en el patio de su casa, del miedo que tenían los adultos a que los niños se cayeran por él y las historias tétricas que inventaban para que se mantuvieran a distancia. Ellos decían no creerlas, pero mejor, por las dudas ¿para qué acercarse? De repente su nieto lo interrumpió: «listo». El abuelo recordó de repente que no estaba solo y miró su mano extendida. Allí, en el dibujo que el niño le presentaba, estaban reflejados todos sus recuerdos.

El abuelo no se separaba nunca de aquella obra de arte que su nieto había dibujado junto a él. Le fue muy útil cuando la memoria empezó a tener algunos agujeros primero, lagunas mayores después. Lo miraba y le ayudaba a refrescar un poco lo que ya había olvidado. Su nieto comenzó a ayudarle hablando de lo que se podía ver en él cuando ya no le alcanzaba con mirarlo…

Rodrigo está parado junto a la ventana, casi en la misma posición en la que estaba don Elvio cuando le contó sus historias de aljibe. Habían pasado muchos años, se habían mudado varias veces desde entonces, fue extraño que sus pasos lo llevaran nuevamente hasta allí. Pero aquel niño devenido en hombre, tenía a su lado un caballete con un lienzo, unos pinceles y unos pomos de colores al óleo. Se volvió hacia la tela, y mirando cada tanto a la ventana, comenzó a pintar sus propias memorias.

VERSIÓN1

© Todos los derechos reservados.-

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HUIDA

26 jueves Oct 2017

Posted by cindyisrael in Cuentos de LA Ventana

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autopista, desalojo, escuela, familia, hijos, historia, huida, museo, vecinos, ventana, villa miseria, vuelo

Cuando mis tres hijos que estaban fuertemente abrazados a mí y yo que los rodeaba con mis brazos de tal forma que parecían haberse multiplicado salimos volando por la ventana rumbo a horizontes desconocidos, no tuvimos miedo. Ni siquiera sentimos sorpresa. Todo ocurrió de una manera tan natural, que tuvimos la sensación de que no podría haber ocurrido de otra manera.

     El día en que los representantes de la municipalidad de la ciudad vinieron a avisarnos que deberíamos desalojar la villa porque allí se construiría una bajada de la autopista, fue muy duro para todos. Cada uno reaccionó de una manera diferente. Algunos se enojaron con esos hombres, querían golpearlos. Se llenaron de ira, de odio, de desesperación. Yo no. Había que buscar una solución, no tenía tiempo para odiar. Fue peor aún, cuando con total falta de empatía, esta gente dijo que debíamos estar agradecidos porque nos avisaban con tres meses de anticipación y que además les darían trabajo en la construcción a quienes estuvieran en condiciones físicas para una labor dura. Es decir, nuestros hombres trabajarían en lo que ocasionaba el desalojo de sus familias y de ellos mismos.

     Aquel día no pude dejar de pensar, todo me daba vueltas en la cabeza, mis hijos me hacían preguntas para las que no tenía respuestas y mi marido no dejaba de dar vueltas de un lado al otro gritando e insultando al intendente y su séquito. Casi no probamos bocado, ninguno de los cinco, estábamos demasiado preocupados y angustiados como para poder comer. En la cama no dejaba de pensar, todos nos mantuvimos en vela. Fui a ver  mis hijos y dos de ellos tenían lágrimas en los ojos. El tercero me preguntó: -¿Qué vamos a hacer ahora, mamá?- sólo pude abrazarlo.

     A pesar de todo la vida sigue y mis hijos debían ir a la escuela. No era cerca, estaba como a cincuenta cuadras de casa, pero no había otra más próxima y yo no quería que ellos dejaran de aprender. Por falta de dinero íbamos caminando. A pesar de ello, jamás llegaron tarde, salvo ese día. Con los ojos húmedos y la voz avergonzada, los disculpé con sus maestras y las puse al tanto de la situación. Ellas siempre nos pusieron de ejemplo y me dijeron que si había alguien que no tenía nada por lo cual avergonzarse era yo. Les expliqué que nuestro retraso se debió a que vine todo el camino mirando hacia todos lados, por si acaso veía alguna oportunidad o solución. Les pedí que nos avisaran si se enteraban de algo. Me prometieron que así sería.

     Volví a casa por un camino diferente, no había llegado ni a la mitad cuando la vi. No entendía cómo no se me había ocurrido antes. Cuando era un museo y necesitaba hacer tiempo, había entrado muchas veces allí. Me encantaba ver esa historia tan remota que a través de los objetos parecía revivir. Sentí mucha pena cuando cerraron sus puertas porque decidieron trasladarse a un lugar más céntrico. Desde entonces, esa vieja casona había estado abandonada y en ruinas. Era ideal, tenía muchas habitaciones muy amplias. Corrí a casa para contarles a los vecinos y nos faltaron las manos para empezar la mudanza. En un día ya estábamos instalados.

     Entre todos la limpiamos y arreglamos los desperfectos con lo que teníamos y encontrábamos a mano. Estaba feliz de poder darles la buena noticia a mis hijos cuando fui a buscarlos al colegio. Ese día estábamos tan ocupados que no tuvimos tiempo de caer en la cuenta de que era una solución provisoria, que necesitábamos un lugar fijo, nuestro, del que nadie pudiera movernos. Reaccionamos a ésto cuando llegó el momento de descansar, cuando empezaron a fallarnos las fuerzas y empezó a decaer nuestro ánimo.

     Ante la adversidad, cada uno reacciona como puede. La mayoría tratamos de buscar la manera de pensar lo menos posible, de huir de nuestra propia mente que nos acosa con preocupaciones. Unos lo hacen drogándose, otros mediante el alcohol, hay quien se va de fiesta hasta bien tarde y quien elige dormir lo más posible. Yo me acerqué a la ventana de la maceta florida, no miraba al patio, al aljibe, a la calle, a la reja de entrada ni a la gente que pasaba frente a la puerta. Nadie lo entendía, yo miraba más allá, a esos parajes que siempre soñé conocer y nunca tuve la posibilidad. El día que mis hijos llenos de angustia vinieron a abrazarme para decirme que unos representantes de la municipalidad nos dijeron que debíamos dejar la casa porque iban a construir un Centro Cultural para el barrio allí; los miré, sonreí y huimos.

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DE INCÓGNITO

23 lunes Oct 2017

Posted by cindyisrael in Cuentos de LA Ventana

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bicho, cristal, insecto, inteligente, juego, lila, música, mosca, nena, niña, pentagrama, ventana, vidriero, vidrio

     Lila estaba jugando junto a la ventana. Pasaba muchas horas en ese sitio porque es donde entraba más luz del sol y amaba eso y la calidez que le brindaba. Tenía seis años, pero era muy tranquila, no le gustaba alborotar como a la mayoría de sus amigas de la escuela. Su inteligencia sobresaliente hacía que siempre buscara juegos donde pudiera aplicar su creatividad y razonamiento, como en aquella ocasión. Estaba muy entretenida, sintiéndose feliz con lo que hacía cuando escucho una música nada armónica. Sorprendida y pese a que lo tenía prohibido por su peligrosidad, se asomó a mirar al patio para ver quién era aquel músico tan malo. Al acercarse a las hojas de la ventana, una persistente mosca huyó por unos segundos de ella. La música cesó de repente y Lila extrañada volvió a su juego como la mosca a la ventana. Aquel sonido discordante volvió a sonar muy cerca de ella. Esta vez, la niña decidió pararse y mirar la ventana, tratando de entender. Se quedó muy quieta, como cuando jugaba con sus primas a las estatuas. Observando atentamente se dio cuenta que la música se oía cuando la mosca chocaba con las hojas de la ventana.

     Ésto sí que la sorprendió enormemente. Le habían contado muchos cuentos donde habían grillos y ranas musicales, incluso uno de un burro flautista… Pero moscas… Lo único que le constaba de esta clase de bichos es que eran muy molestos y algo le decía en su cabecita que no era este insecto el que estaba produciendo ese sonido. Se acercó nuevamente a la ventana, mirando para todos lados, asegurándose que nadie con autoridad para retarla la viera y con mucho cuidado, tocó la ventana con sus pequeños dedos. Y entonces comprobó lo que sospechaba, la música no la producía la mosca, sino su contacto con el vidrio, que sí era musical. Su mamá la había obligado a estudiar piano, ya sabía las notas y algunas piezas sencillas. Pronto descubrió que en el cristal, del lado de afuera, había un pentagrama invisible. Colocando los dedos en cada línea que pudo percibir, descubrió las notas y pudo reproducir algunos de las melodías aprendidas en sus clases.

     Lila se olvidó de su miedo a que la retaran, llamó a los gritos a sus padres muy entusiasmada. Vinieron corriendo, porque no era propio de su hija hacer bullicio. Les contó lo descubierto y los papás tras comprobarlo estaban tan asombrados que se olvidaron de llamarle la atención por acercarse a la ventana. Su padre se puso a hacer averiguaciones y pronto descubrió cómo era posible. El vidriero que cortó el vidrio para aquella ventana era un músico frustrado. Había querido ser arpista toda su vida y, al no tener el apoyo de sus padres, se limitó a estudiar música a escondidas. Pero su pasión era tan grande, tan inmensa, que volvía musical todo lo que podía. Tenía la precaución de colocar sus creaciones del lado de afuera, para que no fuera fácilmente descubierto. Fue así, que en los más grandes e importantes edificios de la ciudad, habían muchos vidrios musicales que seguían de incógnito. Sólo éste había sido descubierto, gracias a la curiosidad de una pequeña niña.

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POR AMOR AL ARTE

23 lunes Oct 2017

Posted by cindyisrael in Cuentos de LA Ventana

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aljibe, amor, arte, avioncito de papel, cuadro, espera, lectura, libro, relojes, tiempo, ventana

     Ramón llegó media hora antes de lo acordado intencionalmente. Tenía la excusa perfecta, se había llevado un libro para argüir que quería leerlo al sol, apoyado en el aljibe del patio, su sitio favorito del Centro Cultural. Elvira se lo creería sin problemas, sabía que en su casa no podía tener la paz que él quería para dedicarle tiempo a la lectura. Se le ocurrió esa idea para evitar discusiones con ella. Y es que nunca sabía a qué atenerse en cuestiones horarias  con su amiga. Si llegaba temprano ella le protestaba porque la hacía sentir mal por haberlo hecho esperar, ya que a ella no se le había ocurrido llegar antes. Y que si podía más temprano se lo hubiera dicho, que ella se adaptaba, que parecía que a él le gustaba sufrir (sin que él se hubiera quejado). Si Ramón era puntual, le recriminaba ser tan exigente consigo mismo, que luego andaba estresado todo el día y eso le impedía disfrutar de la vida. Y mejor no llegar tarde, porque su enojo le podía llegar a durar un mes sin querer volver a encontrarse. Que si no tenía ganas de verla no estaba obligado después de todo. Pero él no se quejaba, lo soportaba estoicamente porque fuera de la obsesión temporal, Elvira le parecía perfecta, la mujer ideal para cualquier hombre. Era paciente, sabía escuchar, no hablaba demasiado pero tampoco se quedaba sin tener nada que decir. Era inteligente, culta, simpática y tenía mucho sentido del humor. No era dependiente y sabía dar su espacio al otro. Ramón suspiraba por ella en silencio, nunca se lo había dicho. Pero no pasaría de hoy. Le abriría su corazón sin tapujos ni dilaciones, sabía que a Elvira le gustaba la sinceridad.

     Ramón se puso a leer para tratar de distraerse, que su excusa fuera creíble y poder relajarse antes de que su amada llegase. Había empezado a hacerlo con mucha concentración e interés cuando un avioncito de papel aterrizó sobre la página que estaba leyendo. Un poco molesto miró a su alrededor. La única ventana abierta era la que daba directo hacia donde él estaba sentado, la de las azaleas, la preferida de Elvira. Pero allí no había nadie. Pensó que quizá el viento lo había traído de otro lado y no le dio mayor importancia. Continuó con su lectura y apenas había avanzado cuando un nuevo avioncito de papel se enredó en su enrulado cabello. Volvió a mirar hacia la ventana, pero una vez más la vio vacía. A la tercera interrupción con el mismo método decidió subir al primer piso en el que se encontraba la ventana. Quizá Elvira había llegado más temprano y le estaba haciendo una broma tratando de llamar su atención. Subió corriendo y gritando: -basta, Elvira, ya sé que sos vos ¿dónde estás?- Pero no había nadie allí. Empezó a tensarse, a ponerse nervioso, no entendía a qué estaría jugando su amiga esta vez. Se apuró hacia el aula de pintura gritando: -Elvira, ¿dónde te metiste?- Viéndolo a su profesor que lo miraba asombrado y preocupado le preguntó si la había visto, si había entrado al aula. El profesor lo observó seriamente diciéndole que no tenía ninguna alumna con ese nombre. Ramón lo miró: -No puede ser, ella se sienta siempre a mi lado- dijo ubicándose frente a su último cuadro sobre el que estaba trabajando, una pintura de una hermosa mujer con un fondo de muchos relojes distintos que marcaba cada uno una hora diferente.

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Cuentos de LA Ventana

23 lunes Oct 2017

Posted by cindyisrael in Cuentos de LA Ventana

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cuentos, introducción, invitación, libro, sol, ventana

     Las historias que relataré a continuación, tienen como protagonista, escenario, fondo y participante a LA ventana de una antigua casa porteña. No son distintas, es siempre la misma. Parte desde la construcción de la vivienda, a su lado han pasado toda clase de cosas. Edificada para ser habitada por una familia, se han mudado distintas generaciones, se ha convertido en museo, ha estado abandonada y ha alojado en ella a gente que buscaba dónde guarecerse de manera provisional, la han reformado para convertirla en una hostería y actualmente funciona como Centro Cultural.

     La ventana es sencilla, modesta incluso. Da a un patio interior y no llama demasiado la atención ni es diferente a otras ventanas de la casa. Pero es la única que recibe a cualquier hora del día, luz directa del sol. Es una curiosidad arquitectónica que sin embargo nunca nadie se planteó. Tiene un alfeizar e incluso con los diferentes y tan variados usos que se le dió a la construcción, nunca le faltó una o más macetitas radiantes de flores. Será por eso que no ha habido nadie que no pasara o habitará por el lugar, que no se haya detenido al menos unos segundos a su lado. Y esa es la razón también de que ella tenga tantas historias vividas que creo que merece la pena conocer. Yo me he enterado de todas ellas, porque las ventanas tienen distintas maneras de contar sus cosas, sólo hay que saber interpretarlas.

     Podría, y a cualquiera le parecería lógico, relatar los cuentos cronológicamente, tal como han ido ocurriendo. Sin embargo mi memoria es caprichosa, por ese motivo los contaré según me vaya acordando. Y digo que son cuentos, no historias, porque la mente suele rellenar, adornar y a veces quitar cosas a los recuerdos.

     Los invito entonces, a conocer a mi ventana amiga.

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SUJETO TÁCITO

16 jueves Jul 2015

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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amigos, amor, dolor, drama, duda, invisible, mate, mundo, soledad, sujeto, sujeto tácito, tácito, ventana, yerba

    Mi marido afirma que la mayoría de mis cuentos empiezan siempre con un sujeto tácito y, quizá por rebeldía o por romper la monotonía (que no la paciencia) he decidido variar y empezar mi historia con un sujeto definido al que le pondré nombre. Sin embargo, quizá por capricho o burla a mí misma, he decidido que mi personaje se llame Tácito.

    Tácito no era invisible, pero lo parecía, pasaba por la vida de los demás de una manera tan poco notoria que muchos hubieran sido capaces de asegurar que Tácito no existía y hasta que eran los padres. Pero no era cierto, era tan de carne y hueso como usted o como yo. Medía 1,70 metros, pesaba 75 kilos, rubio, con algunas canas tempranas teniendo en cuenta sus 32 años. Graduado como ingeniero agropecuario y sin haber ejercido nunca su profesión, Tácito se sentía fracasado. Era soltero, porque ninguna mujer notaba su existencia. No tenía amigos, vivía completamente solo y a veces dudaba de sí mismo y de que valiera la pena seguir viviendo. Pero seguía adelante, imbuido en un mundo de fantasías que él mismo se había inventado y que día a día iba creciendo de tal forma que llegó a creerlo más real que su propia vida.

    En ocasiones, la luz del amanecer puede parecernos implacable, a Tácito le pasaba casi siempre y se despertaba muy lentamente, con pesadez, como si no tuviera más remedio. El lunes 25 de abril del 2005 no fue una excepción. Se sentó a tomar mate al lado de la ventana, preguntándose una vez más para qué seguía vivo y aferrándose como tantas otras veces a su mundo imaginario mientras miraba fijamente la espuma de la yerba. No podría explicar cómo, y él tampoco, Tácito apareció adentro del mate que resultó ser el mundo que tantas veces imaginó. Allí no pasaba desapercibido, todos lo saludaban con cariño e insistían en que los visitaran en sus casas. Las muchachas más hermosas se desvivían por llamar su atención y lograr su admiración. Al principio estaba fascinado, emocionado y hasta feliz. Pero poco a poco él mismo se fue aislando, sentía que no era él. Y un día, mientras tomaba mate al lado de la ventana, apareció en su casa tomando mate al lado de la ventana.

© Todos los derechos reservados.-

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