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FILOIDEAS

~ Mis opiniones, ideas y cuentos escritos en Israel

FILOIDEAS

Archivos de etiqueta: cuento breve

PROFESIONAL DEL CHISME

29 miércoles Jun 2016

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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blog, chisme, chusma, confianza, cuento breve, periodistas, profesional, todo sobre tu vida, vecinos, vida

Profesionales del chisme, no son como muchos creen esos pseudoperiodistas que se dedican a ventilar la vida privada de los famosos. Puede que hagan muy bien su trabajo de investigación (sería genial que tan gran capacidad la usaran para ayudar a la justicia), que no se les escape ninguna información de las que ellos consideran relevantes, pero están lejos de ser verdaderos profesionales del chisme. La única que puede merecer ese título de quienes he conocido, es Marinela Artiaga. Única en su especie. Sólo yo sé sobre su esmero, tenacidad, inteligencia y capacidad para esta labor. Y únicamente porque un día, necesitando compartir con alguien sus logros, me lo confesó todo, con lujo de detalles. Ahora puedo compartirlo con ustedes, porque lamentablemente, tan minuciosa mujer, ha fallecido y en nada le afecta ya que divulgue su secreto.

Marinela era una mujer sencilla, agradable en el trato, discreta ante todo el mundo. Nunca una palabra subida de tono salió de su boca, jamás participó en discusiones estériles, era mujer de pocas palabras, sólo las necesarias y tenía una gran capacidad para escuchar. Eso hacía que la gente la considerara una persona confiable, a quien se le podía contar todo sin que lo desparramara por ahí. De esta manera, acumuló muchísima información de la vida privada de quienes confiaban en ella, sus amigos, parientes, vecinos, compañeros de trabajo y hasta comerciantes que los abastecían. Tenía en su casa una caja fuerte donde guardaba muchísimos cuadernos, perfectamente clasificados, con todo lo que anotaba acerca de los demás.

Pero la señorita Artiaga, que seguía siendo señorita a sus 57 años (edad que tenía cuando me contó todo esto), era sumamente inteligente. Ella sabía que siempre habría gente interesada en saber sobre la vida de los demás, pero que no podía divulgar todo lo que sabía de manera directa. Si lo hacía, la gente dejaría de confiar en ella. Así que se abrió un blog con un seudónimo, bloqueó la IP para que no pudieran rastrearla, y fue subiendo poco a poco todo lo que le contaban. Pero además, tomaba la precaución de publicarlo entre dos y cuatro meses después de que se lo hubieran contado, para que no pudieran relacionar con ella tal divulgación. No sólo eso, sino que hasta contó cosas privadas de su propia vida (que ya estaban pasadas en el tiempo y no le importaba que se supieran), para erradicar toda sospecha. 

En una ocasión, a través del privado de su Facebook, un vecino la contactó y la encaró preguntándole si ella era Agustina Sanabria o si la conocía. Respondió que no tenía la menor idea de quién le estaba hablando. Su interlocutor le dijo que era la escritora de un blog que se había hecho muy popular llamado TODO SOBRE TU VIDA y ahí, Marinela no siguió dando negativas. Para su disgusto, así le respondió, ella conocía dicha página de Internet. Un amigo le había mostrado que habían escrito sobre ella y le había mandado el enlace. Se lo compartió a su vecino, que de esta manera, despejó toda duda sobre su persona. Se disculpó y le explicó que la inquietud se debió a que a ella era a la única persona que le había confiado esas cosas de las cuales nadie más sabía. No entendía cómo la tal Agustina pudo haberse enterado. Marinela hizo gala de su famosa sencillez y simplicidad diciéndole que no tenía ni idea, que ella no entendía mucho de esas cosas. El hombre no sólo se quedó sin argumentos para acusarla, sino que no sabía ya como pedirle perdón y siguió confiándole sus asuntos. Con él fue más prudente y dejó pasar aún más tiempo antes de volver a escribir sobre su vida.

Tan singular y retorcida mujer, falleció joven, a los 68 años. Fue atropellada al cruzar la calle por un conductor borracho que se pasó el semáforo en rojo. No murió enseguida, sino en el hospital, luego de una operación que resultó inútil. Antes de fallecer, previendo su final, me dio la clave de su caja fuerte. Me pidió que quemara todo el material que tenía allí guardado, me lo hizo prometer. Cuando ella contaba las confidencias, ya no había peligro para la intimidad de nadie. Pero si llegaba a ser leído por alguna otra persona, ella no sabía el desastre que podía ocasionar. Cumplí con mi promesa, no sin antes buscar si tenía algo escrito sobre mí. Cinco cuadernos. Al final había una nota dirigida a mi persona:

Sabía que no aguantarías sin buscar si había escrito sobre vos, claro que lo hice. Pero si entrás al blog, verás que como en mi caso, sólo escribí meras trivialidades que en nada te comprometen, para que tampoco sobre tu persona cayeran sospechas. Te recomiendo de todos modos, también quemar tus cuadernos. Te quiero mucho, como a  la hija que nunca tuve.

Las última líneas quedaron borroneadas por mis lágrimas. La voy a extrañar, nadie sabe lo inteligente que era esa mujer, ni una de las 155 personas que asistieron a su funeral y a su entierro. Aún hoy la recuerdan con cariño y no sospechan de ella, a pesar de que en el blog no se ha escrito más. Y es que tuve la precaución, por pedido de Marinela, de bloquearlo antes de que falleciera, aduciendo que había sido denunciado y detenido el responsable de TODO SOBRE TU VIDA, cuyo autor en realidad era un hombre.

El tiempo pasó, y aunque quisiera que todos la recordaran con el cariño que siempre le tuvieron, sentí que debía contarlo para rendirle un homenaje a su gran inteligencia. No vaya a ser que alguien me crea chismosa.

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LA MÁQUINA DE FABRICAR GUAPOS

04 jueves Jun 2015

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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Argentina, belleza, Buenos Aires, cuento breve, España, farol, fealdad, gallego, Guapo, invención, invento, Madrid, Máquina, Nostalgia, tango

  Dedicado a mis amigos «gallegos» con todo mi cariño.

LA MÁQUINA DE FABRICAR GUAPOS

     En Argentina y en España, la palabra guapo remite a dos ideas muy distintas, pero no necesariamente opuestas. En el primer caso, al escuchar dicha palabra, no es raro pensar en los primeros años del siglo XX, un hombre con pañuelo al cuello, apoyado en un farol, limpiándose las uñas con la punta de un facón y cantando un tango mientras llora por una madre a la que ha hecho sufrir e insulta a la amada que tuvo la mala idea de abandonarlo. En el segundo, en cambio, hace pensar en alguien lindo, agradable a la vista.

     Don Gervasio era un madrileño que había emigrado hacía muchos años a Buenos Aires. Llegó sólo, con una valija llena de proyectos empezados y a medias, muy poco dinero y su documentación en regla. Para sobrevivir hasta lograr ahorrar unos pesos, hizo de todo. Trabajó de barrendero para la ciudad, fue cadete en un banco, vigilante en las plazas y hasta vendió choripanes en plaza Miserere. Siempre con los permisos correspondientes, que don Gervasio había aprendido a ser siempre muy honesto. El don se lo pusieron en Buenos Aires, porque su afán por cumplir sus objetivos generaba mucho respeto en quienes lo conocían. Los que entraban en confianza, en broma y con cariño, le decían el gallego. Al principio él los corregía, luego aceptó su mote hasta con distinción y buen humor.

     En una ocasión, leyendo una revista científica (don Gervasio era un hombre muy instruido), se le ocurrió que podía combinar la tecnología y la ciencia, de tal manera que pudiera acabar con el complejo de muchos sin pasar por la cirugía y de devolver un poco el pasado a los nostálgicos. Muchas noches dejó de lado el sueño en pos de proyectar, investigar y mejorar su invento. El problema llegó a la hora de probarlo. Él era el único que sabía usarlo y por ende no lo podía probar en si mismo. Explicar a otro antes de patentarlo era arriesgarse a que se lo robaran y no quería sacar la patente hasta haber comprobado que funcionaba. Durante muchos días estuvo cabizbajo pensando en eso, paseando por plaza Dorrego y sentándose en un banco cada tanto con semblante pensativo y triste. Hasta que una vez se sentó a su lado el hombre más feo que había visto en su vida y con la mirada más perdida y angustiada que había presenciado nunca. El hombre lo miró, y sintió inmediatamente que don Gervasio podía ser un buen interlocutor. Le contó su soledad, su pobreza y cuánto añoraba su juventud perdida.  Y de repente, frente a ellos, se abrió una ventana llena de luz para ambos.

     Lo primero que hizo al llegar a su laboratorio don Gervasio, fue darle algo de comer a aquel famélico hombre y contarle su propuesta. El viejo indigente no tenía nada que perder y sí mucho que ganar si el invento daba resultado. Firmó un documento que decía que él aceptaba ser objeto del experimento y que se hacía responsable de cualquier consecuencia nefasta que pudiera desprenderse del tal. Porque si algo tenía aquel pobre hombre en su haber, era una gran cultura y no dejaba de reconocer el gran avance para la humanidad que podía llegar a resultar si la máquina funcionaba adecuadamente.

     Don Gervasio había amueblado el interior del aparato con un cómodo sillón, para que quien se introdujera pudiera sentirse relajado. Junto al mismo había una mesita ratona pequeña y redonda, en la cual había un sándwich a gusto del consumidor y un vaso de jugo a elección. También sonaba música que había seleccionado el candidato mientras frente a él pasaban imágenes agradables y sedantes.

     Luego de explicarle al sujeto que nada debía hacer más que disfrutar, don Gervasio cerró la puerta, se dirigió a la consola y puso en funcionamiento el mecanismo. Las luces y sonidos hacían recordar a las películas de ciencia ficción de los años 70´s, algo muy adecuado para la idea de nostalgia que era parte del concepto.

     Pasaron treinta y ocho minutos exactos, cuando la máquina apagó sus luces y se silenció de repente. La puerta se abrió despacito, demasiado lentamente para la ansiedad que tenía don Gervasio, cuya inquietud lo hizo asomarse y espiar antes de que terminara de abrirse del todo. Nunca creyó que fuera capaz de pegar un grito tan alto y  agudo. Casi se desmaya de la impresión, tanto que tuvo que correr a darle un espejo a aquel hombre que se asustó, pensando que había quedado peor a pesar de parecer imposible.

     La máquina le había otorgado una belleza que nunca había tenido, parecía otra persona, sin embargo se reconocía en su mirada. Le había quitado como treinta años de encima, le había dado buen porte y un andar canyengue y erguido. Intentó cantar, su voz algo rasposa sólo podía articular letras de tangos y además lo hacía muy bien. Sintió una necesidad imperiosa de buscar un farol y despidiéndose y agradeciendo  mientras se sacaba el sombrero educadamente, se retiró caminando lenta y cavilosamente.

     Don Gervasio se sentó, él había inventado una máquina prodigiosa, y él mismo no podía creer lo que habían visto sus ojos. Antes de que el nuevo guapo del novecientos se retirara, lo revisó concienzudamente. Ni una marca, ni una cicatriz, nada. Aquel hombre prometió volver en un mes para ver si había habido algún cambio. Cumplió, después de todo, le había sido regalada gratuitamente una vida nueva. Era lo menos que podía hacer para agradecer el favor. Contó que ya estaba sano de todas sus dolencias, que nunca se había sentido mejor en su vida y que se ganaba el sustento cantando tango en los bares y fiestas con muchísimo éxito.

     Juntos fueron a patentar la máquina de fabricar guapos. Don Gervasio puso una academia para enseñar a diseñar y utilizar la máquina y comparte las ganancias con su primer valiente, un verdadero guapo en todos los sentidos.

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LOS HERMANOS CHISME

18 miércoles Mar 2015

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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amigos, amor, boca, chisme, cuento breve, duda, hermanos, hombre, oreja, pueblo, víctimas

Los hermanos Chisme vivían en un barrio pequeño de un pueblo pequeño que estaba en un pequeño país. Allí todos se conocían, no es que fueran todos amigos entre sí, pero sabían dónde vivía cada uno y sus nombres. 

Estos hermanos tenían una particular característica cada uno. Tito tenía una boca enorme, que le ocupaba casi toda la cara. Tan grande era, que sus ojos y nariz eran casi indistinguibles por falta de lugar en su rostro. Nino en cambio, lo que tenía enorme eran las orejas. Tan grandes eran, que un viento un poco fuerte lo hacía volar unos metros.

Tito conocía a todos, no demasiado, pero él hacía creer que sí. Lo que no sabía de cada uno lo inventaba y propagaba su opinión y su invención por todo el pueblo haciéndolo pasar como cierto. Lo más grave no era su actitud, si no que incluso quienes habían sido víctimas de él, le creían y ayudaban a propagar la mentira.

Nino fue el único sobre el que no habló Tito y creía ciegamente en su hermano. Tenía un carácter muy rígido y moralista. Estaba muy solo, porque la mayoría de la gente le parecía que eran lacras y no merecían su trato. Nino escuchaba a Tito como quien oye a un sabio al que cree dueño de una verdad absoluta. Su fe en su hermano era casi idolátrica.

En una ocasión llegó al pueblo una familia nueva, trayendo consigo trabajo para mucha gente. Estaba compuesta por cuatro integrantes. Uno de ellos era un muchacho de la edad de Nino, quien vio en él la posibilidad de tener un buen amigo. Y así fue al principio. Durante un tiempo, se volvieron confidentes, casi inseparables. Tito se moría de celos, ya no era el centro de la vida de su hermano y ese muchacho parecía perfecto, sin nada grave que achacarle. Nino llegó a conocer cosas de su amigo muy íntimas, que nadie más sabía y valoraba mucho su amistad, porque lo consideraba una gran persona.

Tito se devanó los sesos, tenía que encontrar la manera de separar a los dos amigos. Luego de mucho pensar se le ocurrió una gran idea. Habló con su hermano, dando muchos rodeos, buscando la manera de decirle algo muy grave. Nino empezó a preocuparse y con el ánimo ya dispuesto a escuchar lo peor y creerlo, su hermano le dio la dura noticia. Su amigo no era tal como él creía, Tito había escuchado por el pueblo hablar de su hermano, contando intimidades de él que sólo ellos sabían y quien las había propagado no podía ser otro que aquel en quien él tanto había confiado.

Otras personas, en otros momentos, pasaron por el pueblo. Y la historia se repitió cada vez. Es que Tito tenía tanto miedo a que su hermano lo dejara solo, que no dudaba en lastimarlo, incluso, con tal de apartarlo de aquellos a quienes había entregado su confianza. Nino nunca dudo de la veracidad de esos dichos y se sentía solo y amargado. En poco tiempo llegó a desconfiar hasta de sus sombra y ya no se acercaba a nadie más por miedo a la traición. Tito logró lo que buscaba, su hermano jamás se apartó de él y eso lo satisfizo e hizo feliz, aunque fuera sobre el dolor de su hermano. Mientras, en el pueblo, nadie dudaba de la veracidad de Tito.

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DE LA RISA AL DOLOR…

26 miércoles Nov 2014

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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cámara de fotos, cuento breve, drama, hombre, mano, transformación

     Había una vez un hombre. Un día, mientras estaba en su oficina, notó que la mano derecha no le respondía y se asustó mucho. Todo comenzó con una picazón insoportable. No encontraba manera de rascarse. Desesperado miraba a todos lados con miedo a ser observado y que alguien se diera cuenta. Entonces descubrió que su modo de mirar había cambiado, ahora notaba cosas que nunca antes había observado. De golpe, la picazón se transformó en rigidez y una angustia muy grande lo invadió. Miraba su mano, observaba todo y el susto aumentaba. Repentinamente su mano tomó un color negro muy obscuro y se sorprendió. No pasó mucho tiempo hasta que noto que su mano se volvía de un material plástico muy resistente. Se metió la mano en el bolsillo desesperado, se dirigió a la oficina de su jefe y le pidió retirarse más temprano por motivos de salud. Tomó un taxi, seguro de que era peligroso intentar manejar en ese estado. Cuando llegó a su casa se apresuró a retirar la mano del bolsillo, le abultaba muchísimo y le molestaba. En el trascurso del viaje había sentido el crecimiento de su mano. Lo que nunca imaginó es que se habría transformado en una CÁMARA DE FOTOS. Impresionado como estaba se la examinaba una y otra vez, curioso, asustado, sorprendido. A medida que pasaban los minutos la cámara se iba auto completando hasta no tener qué envidiarle nada a las mejores del mercado. Sintió de repente que debía hacer algo, sin duda se había transformado en alguien muy peculiar y tenía que poder sacar ventaja de ello. Se anotó en un curso de fotografía. Al principio el profesor y sus compañeros se quedaron pasmados sin saber qué pensar o cómo reaccionar. Pasaron del estupor a la admiración al ver la maravillosa cámara que era su antigua mano y poco a poco se fueron acostumbrando a él. Aprendió a sacarle todo el partido posible y se transformó en un gran fotógrafo. No había exposición fotográfica en la que no hubieran fotos suyas, en la oficina lo cambiaron de sección y lo trasladaron a la de promoción y prensa. Se editaron libros con sus fotos y los periódicos se peleaban por tener fotos suyas. Los científicos insistían en querer estudiarlo, pero él se negaba asustado de que pudieran desmantelarle y arruinarle la cámara. Su vida había cambiado por completo y aunque en ocasiones sentía la necesidad de su mano, era un hombre tan feliz como no había sido nunca antes. Un día tuvo un accidente de tránsito y quedó en estado muy grave. El accidente había arruinado la cámara, la cual fue atrofiándose poco a poco hasta retrotraerse a su estado natural de mano. Nadie podía entender el fenómeno que había acaecido. Pero eso ya no importaba, cuando le dieron el alta era el hombre más triste del universo y nunca más volvió a sonreír.

mano

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28 de julio del 2010

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SILENCIO ROTO

26 miércoles Nov 2014

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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cuento breve, guitarra, literatura, música, partituras, piano, silencio, silencio roto

Había una vez el silencio. Pero no cualquier silencio. Un silencio profundo, intenso, enorme. De tal magnitud que penetraba por los huesos, las venas, las arterias hasta alojarse perpetuamente en el corazón de cada ser vivo. Tan inmenso era que causaba dolor. Nadie era capaz de abrir la boca ni para comer ni para suspirar. Los cuerpos estaban inmóviles por la rigidez causada por el dolor que producía el silencio. Nadie era capaz de elaborar una solución, ya que nadie podía ni moverse ni discutir el tema. La gente y los animales empezaban a sufrir desnutrición y esto traía aparejada debilidad que causaba a su vez otras enfermedades. Pensar, aunque con sufrimiento, sí podían. Eso hizo que después de mucho tratar de descubrir lo que había pasado, la gente llegará a ver con claridad la respuesta. Los músicos del mundo, cansados del robo de sus obras, dejaron de componer. La gente utilizaba Internet no ya como una herramienta útil en su trabajo o su vida social, sino como una herramienta para bajarse su música preferida y hasta podía escucharla en Internet mismo. Las compañías productoras, viendo que por esta causa las ventas habían bajado muchísimo, dejaron de producir. La gente escuchaba una y otra vez los CDs y cintas que tenían, hasta arruinarlos. No había material nuevo que comprar y todo lo que estaba en Internet ya era viejo y tan escuchado que poco a poco la gente se fue cansando y dejó de escuchar música. Los canales y programas de video clip al no tener material nuevo para trasmitir ni disqueras que quisieran publicitar debieron cambiar el rubro. Algo parecido pasó con la radio, donde sólo se escuchaba ya las noticias y los partidos de fútbol. La gente no llamaba a la radio porque no tenían temas que quisieran pedir y dejaron de pasarse los Top 10. La falta de música fue creando el silencio y secando las almas. La situación era desesperante y sin salida posible si no fuera por una guitarra. La guitarra se sentía cansada y dolorida, harta de estar en un rincón sin poder sonar. Veía como su propietario se iba apagando poco a poco y su madera comenzó a traspirar con lágrimas de tristeza. Decidió que debía ser capaz de algo imposible, era un objeto, sin pies para colmo, sin embargo estaba decidida a intentarlo. De una manera que hasta para ella hoy resulta misteriosa, se encaramó al piano enfundado de la sala. Le hablo desde su corazón de madera, el piano escuchaba y lloraba también de pena. Si la guitarra había podido llegar hasta él, él debía ser capaz también de algún milagro. Y así, enfundado y cerrado como estaba, empezó a sonar junto con la guitarra, un dúo hermoso con una melodía completamente nueva e inventada por ellos. Su sonido empezó a penetrar paredes, muebles, traspasó calles e inundó las almas de quienes hasta el momento habían estado inmóviles. La gente comenzó a sonreír primero, a levantarse después, a bailar, a cantar, a alimentarse. Ese día fue una fiesta a nivel mundial. Los sitios de Internet comenzaron a mejorar sus sistemas de seguridad, los músicos empezaron a componer nuevamente y las compañías disqueras se decidieron a grabar, pues la gente volvió a comprar su música favorita. Desde entonces, el silencio fue roto y nunca más causó un dolor tan profundo.

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2 de julio del 2010

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