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FILOIDEAS

~ Mis opiniones, ideas y cuentos escritos en Israel

FILOIDEAS

Archivos de etiqueta: Nostalgia

De madrugada

08 martes Feb 2022

Posted by cindyisrael in Notas

≈ 4 comentarios

Etiquetas

adaptación, generaciones, jóvenes, madrugada, modernidad, Nostalgia, opinión, tecnología, vida

No puedo dormir y me cansé de usar la computadora. Necesitaba hacer algo de tiempo. Después de todo, en poco más de una hora tengo que ir a hacer una pequeña labor.

Pensando en qué podía hacer, mi mente me llevó al tiempo en que escribía mis emociones, ideas, opiniones, disparates y cuentos sobre cualquier hoja que tuviera a mano. Con lapiz negro si no tenía birome*, incluso creo recordar que alguna vez usé un lapiz de color. Pero la vida es un avance constante, la tecnología nos trae novedades todo el tiempo… Y un día apareció Windows y luego con él, Word. Y todo cambió. Se acabaron las tachaduras, las letras ilegibles y los horrores de ortografía. Los textos tenían un formato prolijo y no debiamos preocuparnos ya en esforzarnos para que nuestros renglones no parecieran verdaderas olas. Además, un tiempo después aparecieron los blogs y luego las redes sociales ¡Con lo fácil que es copiar y pegar! ¡Mirá si voy a perder el tiempo copiando todo a mano! Bueno, es lo que haré en esta ocasión. Porque por esas cosas de la nostalgia que se tiñe con algo de romanticismo, estoy escribiendo sobre papel. Hacía tantos años que no lo hacía…

A veces me llegan videos o audios muy nostálgicos del tipo: «te acordás cuando» y una lista de cosas que teñidas con ese romanticismo nostálgico del que hablé antes, parece que fue todo mejor que ahora. Pero es un truco, un mal juego de la memoria que elige recordar sólo lo positivo y que, entre otras cosas, olvida que muchas de esas maravillas dejaron de serlo incluso dentro de nuestra infancia y el por qué.

La tecnología, los nuevos conocimientos, la modernidad no son nuestros enemigos. Nada de eso apareció como ppor arte de magia con el fin de arruinarnos la poética de la vida. Simplemente el ser humano buscó soluciones a problemas que existían. Es cierto que en el camino se generaron nuevos problemas y se encontraron soluciones que ni siquiera sabíamos que nos hacían falta. Pero como dice la sabiduría popular, sólo el que nada hace no comete errores. Aunque podríamos pensar que hacer nada ya es un error, pero ese es tema para otra reflexión.

Tener nostalgia no es algo malo. El tema es quedarnos estancados en ella. Recordar cosas que nos hicieron felices y compartirlas con las nuevas generaciones es bonito. Comparar esas vivencias con las que tiene la infancia ahora creyendo que todo tiempo pasado fue mejor, no lo es. Además es mentira. Esas vivencias te parecen mejor porque son tuyas, y a tus padres y tus abuelos les parecían mejor las de ellos. Tus hijos y nietos disfrutan de su infancia como es ahora. Y puede ser que te cueste entenderlo, pero tu incomprensión no la vuelve peor. En todas las época hubo avances que para la generación anterior eran terribles y también dolores mundiales que lamentar y que nadie quiere que se vuelvan a repetir.

En mi caso particular, me permito tener algo de nostalgia a veces. Pero elijo adaptarme y aprender las nuevas tecnologías que se presentan para simplificarnos la vida. No me peleo con lo nuevo, trato de comprenderlo e incorporarlo. Si doy algunos ejemplos, los más jóvenes que puedan llegar a leer esto se van a reír. Porque para ellos es algo muy natural y opino que está bien que así sea. Pero bueno, a riesgo de burlas acá van algunos: no hago más la cola en la caja de la farmacia, me cobro yo misma en la máquina que hay para eso. Tengo una aplicación con la cual puedo traspasar plata en un tris tras sin tener que llevar efectivo encima. Pido y cancelo turnos por la app de mi prestación médica donde también recibo los resultados de mis análisis. Uso con facilidad las redes sociales… En fin, un montón de cosas más que cuando éramos chicos los de mi generación ni se nos ocurría como posibles. Y tampoco soy tan vieja, eh.

Quizá lo que les ocurre a los eternos nostálgicos, es que les asustan los cambios y no todos tienen la misma facilidad para la adaptación. Puedo llegar a entenderlos. Pero a mí, por favor, no me manden más de esos videos y audios; déjenme vivir el presente. Seamos felices ahora, antes ya pasó. #Amémonos.

«En mi caso particular, me permito tener algo de nostalgia a veces.»

*Birome es la marca del primer bolígrafo y en Argentina por extensión llamábamos así a todos los bolígrafos.

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LA MÁQUINA DE FABRICAR GUAPOS

04 jueves Jun 2015

Posted by cindyisrael in Cuentos Breves

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Etiquetas

Argentina, belleza, Buenos Aires, cuento breve, España, farol, fealdad, gallego, Guapo, invención, invento, Madrid, Máquina, Nostalgia, tango

  Dedicado a mis amigos «gallegos» con todo mi cariño.

LA MÁQUINA DE FABRICAR GUAPOS

     En Argentina y en España, la palabra guapo remite a dos ideas muy distintas, pero no necesariamente opuestas. En el primer caso, al escuchar dicha palabra, no es raro pensar en los primeros años del siglo XX, un hombre con pañuelo al cuello, apoyado en un farol, limpiándose las uñas con la punta de un facón y cantando un tango mientras llora por una madre a la que ha hecho sufrir e insulta a la amada que tuvo la mala idea de abandonarlo. En el segundo, en cambio, hace pensar en alguien lindo, agradable a la vista.

     Don Gervasio era un madrileño que había emigrado hacía muchos años a Buenos Aires. Llegó sólo, con una valija llena de proyectos empezados y a medias, muy poco dinero y su documentación en regla. Para sobrevivir hasta lograr ahorrar unos pesos, hizo de todo. Trabajó de barrendero para la ciudad, fue cadete en un banco, vigilante en las plazas y hasta vendió choripanes en plaza Miserere. Siempre con los permisos correspondientes, que don Gervasio había aprendido a ser siempre muy honesto. El don se lo pusieron en Buenos Aires, porque su afán por cumplir sus objetivos generaba mucho respeto en quienes lo conocían. Los que entraban en confianza, en broma y con cariño, le decían el gallego. Al principio él los corregía, luego aceptó su mote hasta con distinción y buen humor.

     En una ocasión, leyendo una revista científica (don Gervasio era un hombre muy instruido), se le ocurrió que podía combinar la tecnología y la ciencia, de tal manera que pudiera acabar con el complejo de muchos sin pasar por la cirugía y de devolver un poco el pasado a los nostálgicos. Muchas noches dejó de lado el sueño en pos de proyectar, investigar y mejorar su invento. El problema llegó a la hora de probarlo. Él era el único que sabía usarlo y por ende no lo podía probar en si mismo. Explicar a otro antes de patentarlo era arriesgarse a que se lo robaran y no quería sacar la patente hasta haber comprobado que funcionaba. Durante muchos días estuvo cabizbajo pensando en eso, paseando por plaza Dorrego y sentándose en un banco cada tanto con semblante pensativo y triste. Hasta que una vez se sentó a su lado el hombre más feo que había visto en su vida y con la mirada más perdida y angustiada que había presenciado nunca. El hombre lo miró, y sintió inmediatamente que don Gervasio podía ser un buen interlocutor. Le contó su soledad, su pobreza y cuánto añoraba su juventud perdida.  Y de repente, frente a ellos, se abrió una ventana llena de luz para ambos.

     Lo primero que hizo al llegar a su laboratorio don Gervasio, fue darle algo de comer a aquel famélico hombre y contarle su propuesta. El viejo indigente no tenía nada que perder y sí mucho que ganar si el invento daba resultado. Firmó un documento que decía que él aceptaba ser objeto del experimento y que se hacía responsable de cualquier consecuencia nefasta que pudiera desprenderse del tal. Porque si algo tenía aquel pobre hombre en su haber, era una gran cultura y no dejaba de reconocer el gran avance para la humanidad que podía llegar a resultar si la máquina funcionaba adecuadamente.

     Don Gervasio había amueblado el interior del aparato con un cómodo sillón, para que quien se introdujera pudiera sentirse relajado. Junto al mismo había una mesita ratona pequeña y redonda, en la cual había un sándwich a gusto del consumidor y un vaso de jugo a elección. También sonaba música que había seleccionado el candidato mientras frente a él pasaban imágenes agradables y sedantes.

     Luego de explicarle al sujeto que nada debía hacer más que disfrutar, don Gervasio cerró la puerta, se dirigió a la consola y puso en funcionamiento el mecanismo. Las luces y sonidos hacían recordar a las películas de ciencia ficción de los años 70´s, algo muy adecuado para la idea de nostalgia que era parte del concepto.

     Pasaron treinta y ocho minutos exactos, cuando la máquina apagó sus luces y se silenció de repente. La puerta se abrió despacito, demasiado lentamente para la ansiedad que tenía don Gervasio, cuya inquietud lo hizo asomarse y espiar antes de que terminara de abrirse del todo. Nunca creyó que fuera capaz de pegar un grito tan alto y  agudo. Casi se desmaya de la impresión, tanto que tuvo que correr a darle un espejo a aquel hombre que se asustó, pensando que había quedado peor a pesar de parecer imposible.

     La máquina le había otorgado una belleza que nunca había tenido, parecía otra persona, sin embargo se reconocía en su mirada. Le había quitado como treinta años de encima, le había dado buen porte y un andar canyengue y erguido. Intentó cantar, su voz algo rasposa sólo podía articular letras de tangos y además lo hacía muy bien. Sintió una necesidad imperiosa de buscar un farol y despidiéndose y agradeciendo  mientras se sacaba el sombrero educadamente, se retiró caminando lenta y cavilosamente.

     Don Gervasio se sentó, él había inventado una máquina prodigiosa, y él mismo no podía creer lo que habían visto sus ojos. Antes de que el nuevo guapo del novecientos se retirara, lo revisó concienzudamente. Ni una marca, ni una cicatriz, nada. Aquel hombre prometió volver en un mes para ver si había habido algún cambio. Cumplió, después de todo, le había sido regalada gratuitamente una vida nueva. Era lo menos que podía hacer para agradecer el favor. Contó que ya estaba sano de todas sus dolencias, que nunca se había sentido mejor en su vida y que se ganaba el sustento cantando tango en los bares y fiestas con muchísimo éxito.

     Juntos fueron a patentar la máquina de fabricar guapos. Don Gervasio puso una academia para enseñar a diseñar y utilizar la máquina y comparte las ganancias con su primer valiente, un verdadero guapo en todos los sentidos.

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© Todos los derechos reservados.-

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