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Los hermanos Chisme vivían en un barrio pequeño de un pueblo pequeño que estaba en un pequeño país. Allí todos se conocían, no es que fueran todos amigos entre sí, pero sabían dónde vivía cada uno y sus nombres. 

Estos hermanos tenían una particular característica cada uno. Tito tenía una boca enorme, que le ocupaba casi toda la cara. Tan grande era, que sus ojos y nariz eran casi indistinguibles por falta de lugar en su rostro. Nino en cambio, lo que tenía enorme eran las orejas. Tan grandes eran, que un viento un poco fuerte lo hacía volar unos metros.

Tito conocía a todos, no demasiado, pero él hacía creer que sí. Lo que no sabía de cada uno lo inventaba y propagaba su opinión y su invención por todo el pueblo haciéndolo pasar como cierto. Lo más grave no era su actitud, si no que incluso quienes habían sido víctimas de él, le creían y ayudaban a propagar la mentira.

Nino fue el único sobre el que no habló Tito y creía ciegamente en su hermano. Tenía un carácter muy rígido y moralista. Estaba muy solo, porque la mayoría de la gente le parecía que eran lacras y no merecían su trato. Nino escuchaba a Tito como quien oye a un sabio al que cree dueño de una verdad absoluta. Su fe en su hermano era casi idolátrica.

En una ocasión llegó al pueblo una familia nueva, trayendo consigo trabajo para mucha gente. Estaba compuesta por cuatro integrantes. Uno de ellos era un muchacho de la edad de Nino, quien vio en él la posibilidad de tener un buen amigo. Y así fue al principio. Durante un tiempo, se volvieron confidentes, casi inseparables. Tito se moría de celos, ya no era el centro de la vida de su hermano y ese muchacho parecía perfecto, sin nada grave que achacarle. Nino llegó a conocer cosas de su amigo muy íntimas, que nadie más sabía y valoraba mucho su amistad, porque lo consideraba una gran persona.

Tito se devanó los sesos, tenía que encontrar la manera de separar a los dos amigos. Luego de mucho pensar se le ocurrió una gran idea. Habló con su hermano, dando muchos rodeos, buscando la manera de decirle algo muy grave. Nino empezó a preocuparse y con el ánimo ya dispuesto a escuchar lo peor y creerlo, su hermano le dio la dura noticia. Su amigo no era tal como él creía, Tito había escuchado por el pueblo hablar de su hermano, contando intimidades de él que sólo ellos sabían y quien las había propagado no podía ser otro que aquel en quien él tanto había confiado.

Otras personas, en otros momentos, pasaron por el pueblo. Y la historia se repitió cada vez. Es que Tito tenía tanto miedo a que su hermano lo dejara solo, que no dudaba en lastimarlo, incluso, con tal de apartarlo de aquellos a quienes había entregado su confianza. Nino nunca dudo de la veracidad de esos dichos y se sentía solo y amargado. En poco tiempo llegó a desconfiar hasta de sus sombra y ya no se acercaba a nadie más por miedo a la traición. Tito logró lo que buscaba, su hermano jamás se apartó de él y eso lo satisfizo e hizo feliz, aunque fuera sobre el dolor de su hermano. Mientras, en el pueblo, nadie dudaba de la veracidad de Tito.

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