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    Rogelio es consultor independiente. Trabaja para encontrar soluciones a problemas de grandes empresas. Está convencido que un país es como una gran empresa a mayor escala y que quien es capaz de resolver problemas empresariales, tiene que poder resolver los que haya en los países también. Tiene 54 años, está casado gracias a la conciliación a la que lo obligaron cuando aún no existía el divorcio express. Con un mediador fue más fácil entenderse con su mujer, dialogar, llegar a acuerdos. Por eso él está convencido que no hay nada que el diálogo no pueda resolver. Quien ve al matrimonio hoy en día, no puede siquiera imaginarse que alguna vez hayan podido pensar en divorciarse y mucho menos que lo hayan intentado.

Desde que tiene memoria que ha escuchado sobre el conflicto entre árabes e israelíes. Sabe de hecho, que viene aún de bastante antes de que él naciera. Cree fervientemente que es un círculo vicioso que alguien tiene que poder cortar. Cada vez que lee la reacción de Israel ante los ataques terroristas, se agarra la cabeza y piensa que esa no es la solución, que así no resolverán nada.

En su cuenta de Facebook, Rogelio tiene contactos judíos, cristianos y musulmanes. Algunos viven en Israel, otros no. Muchas veces ha intentado llamar al diálogo. Cuando lo plantea, los musulmanes que están en contra del terrorismo le dicen que siga soñando, los extremistas le responden que no hay nada que dialogar y que la solución es que los judíos se vayan de Israel y los judíos le responden que con un terrorista no se puede dialogar, pero que si está convencido lo intente a ver qué pasa. Entre los cristianos hay quienes apoyan la visión de Rogelio y lo aplauden y algunos recuerdan que Israel tiene derecho a defenderse y responden con versículos bíblicos.

Rogelio metió todas las opiniones en un bol bien cortaditas en juliana, e hizo una magnífica ensalada. El resultado fue tomar todo lo que le han dicho como un desafío. Él pensó: si todos se quedan sólo con la idea de que el diálogo es posible o no, tiene que haber alguien que lo intente, y ese seré yo. Se preparó muy bien para conseguirlo. Estudió cursos rápidos por correspondencia de árabe y hebreo. Estudió por encima la historia de la región desde los dos puntos de vista. Se mantuvo informado con medios periodísticos diversos, consiguió una visa de turista, compró un pasaje para Ben Gurión con escala en Roma y armó su valija con toda la ropa de estación necesaria, algunos objetos imprescindibles, mapas, guías de turismo, ilusiones y mucha esperanza y se marchó.

Se alojó en el hotel Rey David de Jerusalem. Su idea era estar allí sólo un par de días, para luego alquilar un pequeño departamento. Luego de instalarse, antes de mudarse al lugar que había alquilado, se dirigió al conserje del hotel y mantuvo con él el siguiente diálogo:

R:- ¿Podría, por favor, indicarme el camino a Jerusalem Este, al barrio del cual suelen salir la mayoría de los terroristas?

C:- Claro que sí, caballero. Me parece muy bien que lo pregunte, no sea cosa de que se pierda y termine usted allí, con lo peligrosa que está la situación actual ¿Tiene usted un mapa para que se lo marque? Le marcaré también dónde está nuestro hotel para que lo vea más claro.

R:- Sí, claro que tengo. Pero no pregunto para evitar ir ahí, sino todo lo contrario. Quiero dirigirme hacia allí, alquilé un auto, así que puede usted marcarme la ruta más conveniente.

C:- ¿Es usted periodista o terrorista?

R:- Ninguna de las dos cosas, soy consultor- respondió ingenuamente, como si su carrera se opusiera a la posibilidad de querer asesinar a alguien.

C:- Si usted no es periodista, es terrorista, nadie con dos dedos de frente intentaría llegar hasta allí ahora si no lo es ¡¡¡SEGURIDAD!!!

R:- ¡¡¡No, no, no!!! No soy terrorista. Ustedes mismos me revisaron con el sonar, pusieron mi equipaje en la máquina de rayos X ¿Cómo podría yo meter un arma en algún lado? Simplemente soy un mediador.

C:- ¿Un qué?- El conserje no podía con su asombro.

R:- Un mediador. Una persona que ayuda a las partes en conflicto a llegar a un acuerdo.

C:- ¿Es esto una cámara oculta? Es una broma ¿no?

R:- No, en absoluto. Quiero ayudar a resolver el conflicto árabe israelí.

C:- ¿Es usted miembro de la ONU o de alguna organización de derechos humanos, acaso es representante del vaticano?

R:- No, sólo soy una persona común que quiere ayudar a resolver este conflicto que parece eterno.

C:- Entonces está usted loco. Nadie cuerdo intentaría semejante disparate ¿Está usted bajo tratamiento, se ha tomado hoy su medicación?

R:- No señor, yo sé que muchos no creen que se pueda dialogar con los terroristas y razonar con ellos, pero hoy demostraré que están equivocados.

C:- Es maravilloso que haya hoy en día aún gente que conserve la ingenuidad. Pero me disculpará que no lo ayude en su empresa, no quiero ser cómplice de su muerte. Así y todo, le deseo éxito por la cuenta que me trae y una larga y próspera vida.

R:- Muchas gracias, por sus buenos deseos, lamento que no quiera ayudarme. Pero ya verá, en los libros de historia del futuro, se hablará de mí.

Mientras Rogelio se iba lleno de tristeza por un lado pero sin perder la esperanza por el otro, el conserje contó a sus compañeros las intenciones de aquel esperanzado hombre y todos lo miraron irse con curiosidad, preocupación y tristeza. No encontró a nadie dispuesto a ayudarlo, nadie quería sentirse cómplice de su muerte. Así que no le quedó más remedio que manejar e intentar llegar dando vueltas y guiándose con una brújula (hasta el GPS se negaba a guiarlo).

Rogelio logró después de muchas vueltas y esfuerzo su cometido. Llegó al barrio buscado. Era tarde, de noche ya. Nadie más que no viviera en el barrio se atrevería a meterse en él a esa hora. Pero él sí. Su propósito, que sabía loable, lo infundía de valentía y seguridad. Estacionó el auto, se bajó y empezó a caminar hacia la entrada del barrio. Cuando lo hacía, vio a un hombre dirigirse a él con cara de pocos amigos. Pensó que quizá sería uno más que le recomendaría la inconveniencia de lo que estaba por hacer. Pero cuando ese hombre se acercó lo suficiente, vio que tenía un cuchillo en su mano y se dirigía hacia él. Trató de hablar a tiempo, le pidió que esperara, que sólo quería que dialogaran. Pero el terrorista no le dio tiempo a nada, clavó el cuchillo con saña varias veces en órganos comprometidos y fue internado en estado muy grave. 

Cuando estuvo en condiciones de ser dado de alta, se volvió a su casa desilusionado, triste, sintiéndose fracasado. A partir de entonces, se sumo al coro de quienes aseguran que dialogar con un terrorista es imposible, él es la viva prueba de ello.

"Pedid por la paz de Jerusalem; sean prosperados los que te aman" Salmo 122: 6

«Pedid por la paz de Jerusalem; sean prosperados los que te aman» Salmo 122: 6

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