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Hoy empezó el día como cualquier otro día, normal, nada distinto a otras veces. Sin embargo, no es un día más. Aunque todos sabíamos de la gravedad de Shimon Peres, la esperanza es lo último que se pierde y muchos esperábamos un milagro. Pero no se produjo. La vida de este gran hombre se apagó definitivamente y saberlo fue como un baldazo de agua fría.
No voy a hablar aquí de todos los puestos que ocupó, ni de los premios que recibió, ni citaré frase suya alguna. Para eso está don Google, bastará con escribir su nombre y una catarata de información se desplegará ante sus ojos. No, yo quiero hablar del hombre.
Shimon Peres fue el último político israelí que quedaba, de los que les importaba el pueblo. Esos que trabajaban de verdad para el pueblo, para su paz y progreso. No sé si en el mundo queda algún político así, en Israel no conozco ninguno. Fue un soñador incansable hasta el final. Con la mente lúcida y clara hasta hace pocos días, cuando contando ya con 93 años y aún trabajando, tuvo un derrame cerebral. Un líder que debería ser ejemplo para muchos otros. Que a pesar de su edad aún tenía ideas modernas. Que estaba al tanto de los avances tecnológicos. Él trabajó por sus sueños, nunca bajó los brazos.
Yo deseo para mí y para todos, que podamos llegar a su edad con la vitalidad que él tenía, con esa capacidad de adaptación a los nuevos tiempos, con esa claridad mental, con esa amor por su pueblo.
Hoy Israel está de duelo. No perdió sólo un líder político, perdió un gran hombre. Sea su memoria bendita por siempre.
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