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empatía, escudos humanos, Gaza, gazatíes, guerra, Hamás, Israel, israelíes, terrorismo, terroristas
Voy a proponerle un ejercicio, le quiero pedir que por un momento se tome usted el trabajo de ejercitar la empatía. De ambos lados, no sólo hacia los israelíes. Muchos ya la han tenido hacia los gazatíes, pero de manera errada. Para poder ser empáticos, lo primero que necesitamos es información. Necesitamos mínimamente saber qué le pasa, qué vive esa persona o grupo de personas, si no nos equivocaremos gravemente en la comprensión de la realidad.
Seamos empáticos con los gazatíes primero:
imagínese usted que es un gazatí, está por ejemplo alrededor de la mesa con su familia desayunando tranquilamente. Vive usted al lado de una mezquita donde Hamás guarda armamento y desde donde se han disparado misiles hacia Israel. Cada día usted le ruega a Alah que Israel no lo descubra. Pero esa vez lo ha hecho. Les avisa a usted y su familia que tienen 10 minutos para refugiarse antes de atacar la mezquita. También avisa en la mezquita, pero ahora nos concentraremos en usted. El tiempo dado es suficiente para que puedan llevarse algo de lo que estaban comiendo, agarrar algo de ropa y retirarse todos del lugar. Es probable que usted piense que no es cierto. Pues le cuento que yo vivo en la ciudad de Nahariya, donde no tenemos nada de tiempo, ni siquiera los 15 segundos que tienen los ciudadanos de Sderot. Sin embargo, esa nada me ha alcanzado para agarrar a mi gata y bajarla al refugio. Cuando en el 2006 no teníamos a la gata, nos dio incluso tiempo a bajar sillas y agua ¡Imagínese usted lo que no podríamos habernos provisto con 10 minutos de tiempo! Y conste que estoy en un primer piso por escalera y que el refugio se encuentra en el subsuelo, es decir, debo bajar dos pisos. Esto se lo cuento como referencia, pero sigamos con usted siendo un gazatí que debe refugiarse. Usted, decía, se provee de algunas cosas y sale corriendo de su casa con sus hijos y su cónyuge. Incluso podemos ponernos en lo peor, e imaginar que usted se maneja en silla de ruedas, incluso así usted tiene el tiempo suficiente para salir del lugar y buscar un refugio seguro. Pero cuando intentan hacerlo, hay gente del Hamás que se los impide, le hace saber que si intentan refugiarse, ellos lo matarán y también a su familia. Usted sabe que sólo tiene dos opciones: o intentar refugiarse sabiendo que va a una muerte segura, o dejarse usar como escudo humano, quizá Israel antes de atacar llegue a visualizarlos y se abstenga, pudiendo usted salvar su vida y la de su familia. Con esa esperanza y el terror corriendo por todas sus venas al mismo tiempo, usted se deja usar como escudo humano.
¿Pudo usted con esa descripción entender la realidad de esa pobre gente? Usted ya ha sentido lástima por ellos muchas veces, sobre todo cuando le muestran fotos (aunque ni correspondan a Gaza o sean trucadas, no importa, usted las cree) de gente muerta, mutilada y/o quemada. Nunca se planteó si esa gente murió por fuego israelí o como reprimenda de Hamás por haber intentado salvar la vida, nunca entendió el drama real de esa gente. Ahora ya tiene usted más armas para sentir un dolor verdadero y no impuesto por los terroristas de Hamás.
Pero las cosas justas, si buscamos la empatía con la pobre gente de Gaza, busquémosla también con los israelíes. En este caso les voy a hablar de diversos casos que conozco y un par (los últimos dos) que no me he enterado que haya pasado, pero es más que probable que sí. En cada caso, lo pondré a usted como si fuera el protagonista, así como lo hicimos en Gaza. Pero debe quedarle algo claro antes de empezar. En las ciudades de Israel, el tiempo para refugiarse varía entre nada (la ciudad donde vivo) y un minuto y medio. En ningún caso hay diez minutos. Otra cosa que debe tener en cuenta: los lugares para resguardarse son: refugios ubicados en los subsuelos de algunos edificios y algunos públicos en la calle (que no hay por todos lados), una habitación de seguridad que hay en algunas viviendas; y en algunos casos, las escaleras del edificio, pues no hay ninguna de las otras dos cosas. En Israel los misiles son lanzados sin aviso previo de Hamás, es el propio gobierno de Israel quien se ha ocupado de nuestra protección y en cada ciudad donde van a caer los misiles suena la alarma avisándonos para que nos refugiemos. Si estamos en la calle o en la ruta y no hay dónde refugiarse, deberá usted tirarse al suelo y cubrirse la cabeza con las manos. Con esta información adicional y necesaria, ya puede usted comenzar el ejercicio empático.
Caso 1:
usted es la mamá de dos bebés. Está en su casa sola la mayor parte del tiempo porque su marido trabaja. La alarma suena varias veces al día y en la mayoría de esas ocasiones es cuando usted está sola con sus hijos. Como son bebés no se mueven por si mismos y usted no tiene refugio. Debe agarrar a sus bebés y bajar las escaleras con ambos para protegerse y protegerlos, con el terror en el cuerpo de no hacer a tiempo y de que las escaleras no sean suficiente refugio. Pero lo hace. Como los misiles sobre su ciudad son constantes, sus nervios son puestos a prueba todo el tiempo, le cuesta mantenerse tranquila, pero por sus bebés debe usted hacer el esfuerzo y traga todos sus nervios. Eso va minando su resistencia. A veces las alarmas son tan seguidas, que usted no tiene tiempo ni de cambiarles los pañales o alimentar a sus bebés.
Caso 2:
usted trabaja en una escuela para chicos con parálisis cerebral. Cuando suena la alarma, no tiene tiempo de ayudar a todos los chicos a llegar a los refugios, así que algunos de ellos deben estar metidos en él muchas horas. Uno de los días en que la escuela está funcionando a pleno, suena la alarma, se refugian y escuchan el bombazo muy fuerte y cercano. Ha caído un misil en el patio de la escuela. Usted, angustiada y asustada pero tratando de disimular para no trasmitirle eso a sus alumnos, da gracias que desde el comienzo de todo esto estuviera prohibido que los chicos jueguen en el exterior. Gracias a ello no hay víctimas que lamentar.
Caso 3:
su hijo de quince años salió de casa con unos amigos para comprarle el regalo a otro que cumple años. Hace ya varios minutos de eso y su hijo ya debe estar a bastante distancia de su casa. Suena la alarma, usted baja al refugio con su gata en brazos que le clava las uñas y tiembla asustada porque no entiende lo que pasa y su otro hijo mayor. Su esposo está viajando en un autobús para volver a su hogar. En el refugio no para de llorar, angustiada pensando en su hijo menor. Intenta comunicarse, pero no lo consigue. Cuando al final lo logra y se entera que su hijo logró refugiarse a tiempo con sus amigos, le pide que pasado el tiempo prudencial vuelva a casa de inmediato y que pueden venir todos si quieren. Usted calcula cuándo deben llegar, pero es el tiempo y aún no lo han hecho. Intenta comunicarse y no lo consigue. Usted no logra dejar la angustia de lado hasta que su hijo atraviesa la puerta. Desde ese día, usted tratará de que no ande su hijo más sólo en la calle, vive con un miedo constante.
Caso 4:
usted es madre de un bebito. Como es obvio, usted no puede dejar a su hijo sólo en casa. Trata de salir lo menos posible, ya no lo lleva ni a tomar sol al parque (allí no hay refugio). Pero a veces no le queda más remedio que salir, debe hacer compras. Usted utiliza el auto, no tiene ningún almacen o supermercado cerca y quiere hacer rápido para volver a la seguridad de su hogar cuanto antes. Coloca a su bebé en la sillita correspondiente con todos los seguros en los asientos traseros del auto. Usted sube a su asiento y respetando las leyes israelíes se pone el cinturón de seguridad (acá no existe que alguien no lo use). Mientras va usted manejando, suena la alarma. Usted debe sacarse el cinturón, bajar del auto, abrir la puerta trasera, quitar los seguros de la sillita de su bebé, agarrarlo a él y tirarse al piso con su hijo para protegerse ambos. Naturalmente, usted no podrá proteger su cabeza como indica Defensa Civil, pues tiene sus manos ocupadas en proteger a su bebito.
Caso 5:
cae un misil en la ciudad, en una zona dénsamente poblada. Varias esquirlas caen cerca del jardín de infantes de su hijo, quien ha escuchado la exploción muy cerca y las ha visto al salir del jardín (es inevitable). El niño queda profundamente impresionado. Ese día busca constantemente su compañía y por la noche no puede dormir. La llama varias veces durante la noche y le pide que lo abrace. Usted se pregunta angustiada si alguna vez su hijo logrará superar ese trauma.
Caso 6:
usted es el miembro de una familia de bajos recursos y vive en una vivienda a la que no ha podido hacerle arreglos desde hace mucho tiempo, por lo cual se ha vuelto hasta algo precaria. Usted ese día ha salido de su casa. Cuando llega a ella luego de haber escuchado un fuerte bum, se encuentra que de su vivienda sólo quedan escombros, su mujer está siendo llevada al hospital por tener algunas heridas, usted entra en estado de shock y deben también atenderlo. Usted lo perdió todo, su vida y la de su mujer es lo único que a usted le queda en este momento.
Caso 7:
usted es parapléjico. Se mueve con independencia en general para todos lados, gracias a una silla eléctrica. Usted trabaja en una fábrica vigilando a los empleados y vuelve a su casa tras varias horas de trabajo. En su casa no hay nadie para ayudarlo a subir a su hogar y debe quedarse dando vueltas por la calle hasta que alguien de su familia llegue para poder ayudarlo. Mientras usted pasea con su silla, suena la alarma. Usted está en la calle, no tiene dónde refugiarse ni puede tirarse al piso como indica Defensa Civil. Siente terror y escucha el bum.
Caso 8:
usted es sordo. Vive sólo en su casa. Tiene habitación de seguridad. Pero usted no escucha la alarma cuando suena, por ende no se refugia ¡¡¡BUM!!! Ya es tarde para que alguien le avise.
Cualquiera de estos ocho casos podría haber tenido un desenlace fatal, trágico y horroroso, pues los misiles no son cañitas voladoras. Pero además de contar con la ya famosa cúpula de hierro, tenemos a Elohim que tiene misericordia de nosotros y nos protege. Y quiera Él seguir haciéndolo. Yo soy la del caso 3. Nahariya, la ciudad donde vivo, fue una de las ciudades más atacadas durante la guerra del 2006 contra Hizbolla. Entre las 6: 30 de la mañana y las 15: 30 aproximadamente durante el primer día, hemos bajado al refugio unas tres o cuatro veces. La última vez de ese día fuimos los únicos, porque todos los habitantes de mi edificio ya se habían ido a ciudades más seguras. No quisimos quedarnos solos, nosotros también nos fuimos. Cuando pasado todo volvimos a nuestra casa, la visión era desoladora. A la vuelta de casa, unas dos cuadras más o menos, la calle estaba llena de agujeros redondos correspondientes a los balines que les ponen dentro a los misiles para que al explotar salgan disparados con fuerza hacia todos lados y hagan el mayor daño posible. En esa misma esquina, la torre de electricidad se había incendiado y estaba totalmente quemada, un departamento cuya ventana daba hacia esa torre había recibido el impacto del misil y la verdulería que estaba abajo había quedado destruída. En esa misma calle había un agujero enorme provocado por un misil que había caído allí. A la vuelta de mi casa, un edificio tenía una de las paredes llena de los mismos agujeritos que vi en la calle y frente a él y en su propio terreno, un hueco enorme provocado por el misil. A medida que nos acercábamos a casa y luego de haber visto más desastres, mi corazón estaba como apretado, sin saber qué me iba a encontrar al llegar. Cuando íbamos llegando todo parecía estar bien y respiré aliviada. Pero al entrar a casa di gracias a Elohim por habernos podido ir a tiempo. Uno de los tres ventanales del living, se había roto por efecto de la onda expansiva y el piso y mis plantas estaban llenos de vidrios. Seguí adentrándome en casa. La onda expansiva había afectado también una de las ventanas del cuarto de mi hijo menor. Toda su cama y el suelo estaban llenos de vidrios. Me espanté ante la sola idea de que eso hubiera podido ocurrir mientras mi hijo estuviera durmiendo. Diez días estuve barriendo los vidrios, no lograba sacarlos del todo, siempre aparecían más.
En esta ocasión, sólo tres alarmas sonaron en Nahariya. Cualquier sonido similar a una alarma hace que mi corazón se paralice por unos segundos. No me es difícil imaginar la situación de quienes viven constantemente, varias veces por día (incluso de madrugada) y desde hace meses esa situación. La pregunta del millón es si usted sí puede.
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