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El Tanaj es un libro maravilloso. Sin ser un libro científico, nos enseña muchísimo. Si leemos prestando atención a cada palabra y párrafo, podremos extraer de él enseñanzas para nuestra vida. A través de los mandamientos, a través de los consejos del Rey Salomón, pero también a través de modelos a seguir. Y no es que el Tanaj esté lleno de historias de seres perfectos. Las personas que allí aparecen, cometen errores, tienen que cargar con las consecuencias de sus actos, pero como todos los seres humanos también tienen aciertos. Y las dos cosas, los errores y los aciertos nos son contados, para que de ambos podamos aprender.
La parashá de ésta semana empieza con algo que quiero destacar. Habla de la relación de Moshé con su suegro. Tratemos de ubicarnos primero en la historia de vida de Moshé. Fue criado en la corte del Faraón, como un príncipe más. Fue elegido por Elohim para liberar al pueblo, dirigirlo por el desierto, llevarlo a la Tierra Prometida y enseñarles cómo Elohim quería que vivieran. Y aún más, hablaba con Elohim como quien habla con un amigo. Incluso se atreve a discutirle. Conoce a Elohim. Si él hubiera querido, hubiera tenido motivos de sobra para ser soberbio.
Yitró va al encuentro de Moshé. Éste párrafo comienza contándonos que Moshé había despedido a la casa de su suegro a su mujer y sus hijos. Yitró va a su encuentro con ellos, a llevarlos de vuelta. En ninguna parte dice que llegue con reclamos, más bien todo lo contrario. En ésta parte descubrimos el afecto que se tenían. Luego de ponerse al día como cualquiera haría con alguien con quien se reencuentra luego de un tiempo, Yitró observa la manera en que Moshé juzga los asuntos del pueblo. Yitró tiene experiencia, por su edad, y porque era sacerdote de Madián. Él ya ha sido cabeza de un pueblo. Así que le dice a Moshé:
“Así que escucha ahora lo que yo tengo que decir. Yo te daré algún consejo, y Elohim estará contigo. Tú debes representar al pueblo delante de Elohim, y tú debes traer sus casos a Elohim. Tú también debes enseñarles las leyes y las enseñanzas, y mostrarles cómo deben vivir sus vidas y qué trabajo deben hacer.” Exodo 18: 19-20.
Yitró aconseja a Moshé cómo organizar el sistema de juicios de los asuntos del pueblo, para que Moshé no se sobrecargue. Le ensaña a delegar. Acá Moshé tenía básicamente dos opciones: *podría haberle dicho a su suegro algo así: sí, sí, lo que vos digas. Pero el elegido de Elohim soy yo. A mí Elohim me habla directamente, no necesita emisarios conmigo. Lo que vos decís puede funcionar muy bien para tu pueblo, pero no para este. Además estos tiempos son distintos a los tuyos, es otra época, ahora se usa no delegar. *O la segunda opción, que es lo que hizo en realidad. Escuchó a Yitró hasta el final, consideró el consejo, lo tomó y lo llevó a cabo.
Para mí es una actitud maravillosa la de los dos. La de Yitró que viendo a su yerno sobrecargándose de trabajo no teme darle un consejo que entiende que necesita. No le da miedo decirle que está haciendo las cosas mal, porque lo hace desde el afecto real que tiene hacia él y desde el reconocimiento de que Elohim está con Moshé y su pueblo. Y la de Moshé, que en ningún momento se muestra soberbio, más bien todo lo contrario y le da a su suegro el respeto y valor que merece. Le demuestra su cariño, lo escucha y toma el consejo. De hecho, pareciera que fue el motivo de la visita (aunque Yitró no lo supiera de antemano), porque luego de esto se vuelve a su pueblo.
La Parashá sigue. Elohim le pide a Moshé en principio dos cosas: una es que le diga al pueblo que recuerden lo que Elohim hizo por ellos. Acá quiero hacer un paréntesis para hablar desde la experiencia. En mi opinión no se trataba de que Elohim se sacara brillo a si mismo, no lo necesita. Traer a la memoria ese recuerdo ayuda al pueblo. Cuando somos capaces de recordar lo que Elohim ha hecho por cada uno de nosotros en distintos momentos de nuestras vidas, sobrellevamos mejor los momentos duros, porque aumenta nuestra confianza hacia Él. Elohim pacta con el pueblo a través de Moshé y el pueblo acepta el pacto. También leemos sobre el cuidado de Elohim hacia Moshé, que es capaz de dejarse oír por el pueblo cuando le habla para que el pueblo confíe en Moshé. Para poder escuchar a Elohim, el pueblo debió prepararse, tuvieron que limpiarse y no tener relaciones sexuales. Debían estar totalmente limpios ante Él. Elohim estaba dispuesto a dejarse oír por ellos, pero no que lo vieran. Por ese motivo les puso límites que no debían pasar. Y entonces pasó algo maravilloso, Elohim ordenó los famosos diez mandamientos, los mismos en los que se basa el sistema legal de la mayoría de los países. Sin embargo el pueblo tuvo miedo, no querían que les hablaran directamente, temían morir. Moshé los tranquilizó transmitiéndoles los propósitos de Elohim: “«No tengan temor, porque Elohim solamente ha venido para probarlos y hacer que le teman a Él, para que no cometan pecados.»” ¿Lo tomamos para nosotros? Shabat Shalom.
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