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buena suerte, mala suerte, paraguas, superstición, supersticioso
Romualdo es un señor de mediana edad. Nació y creció en el seno de una familia muy supersticiosa. Pero él jamás creyó en nada de eso.
Un día, apurado porque tenía poco tiempo para llegar al correo antes de que cierren, salió de su casa a paso firme. En el servicio meteorológico habían anunciado un clima agradable, templado y soleado. Antes de salir, había mirado por la ventana y todo indicaba que esta vez los del servicio meteoróligo habían acertado. No había caminado ni dos cuadras cuando el cielo de repente se encapotó. Primero fueron unas gotas aisladas, pero poco a poco se fueron haciendo más gruesas y seguidas, hasta terminar resultando un chaparrón. Por andar tan escaso de tiempo, Romualdo no podía volver a su casa para secarse y buscar un paraguas, así que aprovechó que justo tenía a su lado un negocio que los vendía (entre otros artículos) y entró. Eligió color, modelo y aquel que le parecía de mejor calidad y practicidad. Para no arriesgarse a que con el primer chorro de agua se le rompiera, decidió abrirlo ahí mismo, para verificar varillas y mecanismo. Las vendedoras parecían miembros de un coro cuando gritaron asustadas por lo que acababa de hacer ¡ABRIÓ UN PARAGUAS BAJO TECHO! ¡¿No sabe que eso trae mala suerte?! No les respondió, sonrío y se dirigió a pagar. Nunca nadie cobró tan rápido, ni siquiera le ofreció otros artículos, estaba desesperada porque se fuera.
Romualdo salió a la calle feliz con su paraguas nuevo y sonreía pensando en que sus dos hermanas y su mamá probablemente habrían reaccionado igual que las vendedoras quienes para asegurarse que no se le ocurriera volver, se asomaron a la puerta del local a tiempo para ver que aquel hombre tan inconsciente, se agachaba a acariciar a un gato negro que se le acababa de cruzar a la vez que el cielo se despejaba y salía el sol.
Para ir al correo, debía cruzar la calle, la vereda en la que se encontraba su destino, era angosta. En esta ocasión estaba toda ocupada por una escalera en la cual había un hommbre arreglando una marquesina. Toda la gente bajaba a la calle para sortear la escalera, a pesar de lo peligroso que era, pues había un tránsito muy pesado y todos los automovilistas estaban apurados y estresados. Romualdo no, a él no le molestaba pasar por debajo de la escalera y no veía un motivo lógico para ponerse en peligro. El hombre de la marquesina casi se cae del susto. Le gritó: ¡¿PERO QUÉ HACE, NO SABE QUE PASAR DEBAJO DE UNA ESCALERA TRAE MALA SUERTE?! Pero él una vez más sonrío y llegó al correo unos segundos antes de que cierren y a tiempo de retirar un paquete que había llegado a su nombre.
Volvió sobre sus pasos pasando otra vez bajo la escalera, cruzándose nuevamente con el gato negro al que volvió a acariciar y saludando alegremente a las empleadas del negocio que se apresuraron a entrar como si el hombre fuera contagioso. Llegó a su casa y el paraguas se le abrió solo, con tal fuerza que rompió un espejo que había en el hall de entrada. Romualdo se apresuró a juntar los pedazos, mientras prendía la radio y escuchaba que el número que él había jugado a la lotería había salido ganador y él era el único beneficiario.
Romualdo continúa sin ser supersticioso, pero hay una sola cosa que él cree firmemente, pero al revés de la mayoría de la gente, y es que pisar caca, trae mala suerte y no buena como todos dicen, porque odia tener que limpiar sus zapatos de materia fecal.
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5 de enero de 2014