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     Imaginen ustedes un caleidoscopio. Mientras enfoquemos hacia una fuente de luz, al girarlo veremos cambiar colores y formas. Las pequeñas piezas de vidrios de colores, se entremezclan dejando pasar la luz y transformándose ante nuestra vista maravillada. A la mayoría de las personas nos encanta, nos atrae y podemos pasar mucho tiempo probando las distintas variaciones.

      Uno tiene una ideología, y a través de esa ideología mantiene una postura. Viene otra persona, con una ideología diferente, no suma. El anterior no permite que la nueva postura le sume nada y lo transforme. La maravilla del caleidoscopio no se ve en quienes creen con firmeza en sus ideas preconcebidas. No importa que la otra persona que tiene una ideología opuesta pueda tener algo positivo que pueda tomar. Lo rechazo porque no piensa como yo. Soy incapaz de volver mi visión ideológica un caleidoscopio que se transforma de manera hermosa y rica ante mis ojos.

      Una ideología diferente, no tiene por qué ser un enemigo más. Nada es absolutamente bueno ni absolutamente malo, todo tiene algo que podemos rescatar y algo que no nos sirve. Podríamos dejar de lado lo que no nos sirve y enriquecernos con lo positivo. No es fácil. Aceptar que una idea diferente a la mía tiene algo útil, va contra nuestro orgullo, nos obliga a dejarlo de lado y no siempre es tan simple hacerlo. 

      Podríamos empezar construyendo un caleidoscopio diferente. En vez de formas, pongámosle palabras de colores, expongámoslo a la luz y veamos qué pasa. El día que dejemos de ver a quien piensa distinto como un enemigo, estaremos empezando a hacer de éste, un mundo mejor.

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21 de octubre de 2013